Capítulo 34

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Crystal

No podía sacarme de la cabeza la idea de que Jonathan y Chrissy habían trazado un plan para hacer daño a Eddie. Daba vueltas en la cama inmersa en las mil posibilidades que podrían estar sucediendo o que podrían suceder a partir de ahora.

Si Chrissy de verdad estaba aliada con Jonathan, ¿estaba escondida? ¿Ni siquiera la policía había podido encontrarla? Todo era demasiado raro. ¿Estaría en el sótano de Jonathan, quizá? Pasé las manos por mi frente sudada, intentando recomponerme y poder dormir unas horas. Más que soluciones estaba encontrando más callejones sin salida, y mientras tanto Eddie estaba solo en aquella cabaña abandonada. Algunas lágrimas salían desesperadas de mis ojos, todo estaba siendo demasiado duro para él y yo no sabía cómo ayudarle.

Me levanté temprano para preparar varios sándwiches, agarré bolsas de patatas fritas, bebidas y dulces de casa y lo metí todo en una bolsa para Eddie.

Cuando llegué a la cabaña, él aún estaba dormido. Abrí sin hacer ruido y lo vi tumbado en la desvencijada cama, vestido con su chaleco pero sin pantalones, solo con su ropa interior. El pelo cubría su precioso rostro y sus labios estaban entreabiertos. Me quedé de pie mirándolo durante minutos, sonriendo como una tonta.

Me senté en la cama de al lado, y al hacerlo sonó un ruido horrible a muelles oxidados, cosa que despertó de manera brusca a Eddie. Se me quedó mirando entre agresivo y sorprendido, y yo me eché a reír. Él me acompañó, y alargó su mano para agarrar la mía.

—Buenos días, pequeña. ¿Quién me iba a decir que estando en el infierno me despertaría viéndole la cara a un ángel? —susurró con la voz grave de estar recién despierto.

—Buenos días, no seas tan pelota, Munson. —Me acerqué a su cama riendo suavemente, pero él siguió tirando de mi mano.

—Aquí, pequeña —dijo palmeando sus muslos y sonriendo de lado—. Túmbate conmigo, que estoy helado.

Hice lo que me pidió y me senté a horcajadas sobre sus muslos. Apoyé mis manos en su pecho, acariciándolo mientras él se estiraba y desperezaba, sonriente.

—¿Alguna novedad en el frente? ¿Siguen queriendo matarme o..? —preguntó con sorna.

—La cosa sigue igual, Ed... Pero estuve en casa de Jonathan —su gesto cambió de repente— y después estuve con Henderson, al final saqué algo de información de todo aquello.

Eddie asintió, con gesto serio y mirándome atento.

—Creemos que todo esto es un plan de Byers y Chrissy para vengarse de ti —proseguí, algo insegura—. Los dos tienen motivos y antes de la desaparición pasaron mucho tiempo juntos, según la información de Dustin. Lo que no sé todavía es si esto es verdad, dónde está Chrissy, porque si está escondida nuestra prioridad es encontrarla para sacarte de este marrón.

—¿Sabes que eres muy sexy cuando te pones en plan Sherlock Holmes? —Eddie volvió a su sonrisa pícara, parecía mirarme de arriba a abajo divertido.

—No te lo tomes a broma, Eddie. Estás en peligro, no hay nada sexy en eso.

Me crucé de brazos encima de él, mirándolo desde arriba con mala cara. Su gesto no cambió en ningún momento, seguía recreándose en mi cuerpo.

—He estado en esta cabaña dejada de la mano de Dios durante tres días, sin más compañía que las capas de polvo y los muebles antiguos de tus abuelos. —Llevó su mano anillada a mi mentón, acariciándolo suavemente—. Perdona que quiera dejar lo malo a un lado por un momento y disfrutarte el poco rato que puedo, pequeña.

Tenía razón, solo él sabía por lo que estaba pasando en este lugar inhóspito, solo y sabiendo que una manada de paletos lo buscaban. Su mano avanzó un poco y acarició mi labio inferior con sus dedos, que a continuación introdujo en mi boca suavemente.

—Ahora estamos tú y yo, Crystal —jadeó con los ojos entrecerrados—. Vamos a olvidarnos de todo lo demás, por favor.

Mi lengua jugó con sus dedos, podía notar el sabor metálico de sus anillos y su respiración agitada debajo de mí. Abrí los ojos para encontrar que su ropa interior estaba bajada y en su lugar estaba su miembro, ya completamente erecto y brillante. Cuando se dio cuenta de que estaba mirando, sacó sus dedos de mi boca y sonrió de forma pícara.

Capté la idea y deslicé mi cuerpo hacia abajo en sus piernas hasta quedar a la altura donde su sexo quedaba delante de mi cara. Solo el aliento que salía de mi boca hacía que se excitara más, podía notarlo en sus jadeos descontrolados y en los pequeños espasmos en su miembro.

—Crys... No me tortures así... —gimió con la voz totalmente rota.

Como si de una orden se tratara, introduje su miembro en mi boca lentamente, jugando con mi lengua mientras notaba cómo empezaba a chocar contra mi garganta. Lo miré, estaba completamente extasiado y gruñía pesadamente, apretando las sábanas en un puño.

No paré de saborear y jugar con su sexo hasta que en el último momento su mano agarró mi pelo entre gemidos y acercó mi cara más profundamente hacia él. Empecé a notar cómo me llenaba la boca, las lágrimas se me escapaban por la presión y me estaba quedando sin aire hasta que al fin me soltó y pude respirar.

Era la primera vez que hacía eso, me sentí insegura durante unos instantes hasta que miré su rostro y solo vi amor y agradecimiento en él. Eddie me acariciaba la cara y me mostraba una amplia sonrisa, con los latidos de su corazón todavía acelerados.

—Gracias por esto, pequeña... Gracias por estar aquí, por cuidarme. Gracias por no rendirte conmigo, Crystal.

—Nunca más voy a rendirme, cariño. Tú y yo no nos vamos a separar de nuevo, esto es solo el principio. Te amo, Eddie, nunca he estado más segura de nada.

—Yo también te amo, mi pequeña —respondió mientras tiraba de mí de nuevo, hasta tumbarme sobre él con la cabeza apoyada en su pecho—. Saldremos de esta, te lo prometo.

Dragones, Amor y Mazmorras | Eddie Munson [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora