Capítulo 42

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Crystal

Todo estaba siendo una locura. Las visitas venían incesantes como si fuera la Bella Durmiente y no la misma chica rara de siempre. Gente que ni conocía me traía ramos gigantescos de flores, cajas de bombones de todos los sabores y formas, globos con mensajes tan cursis como "Sabía que te mejorarías :)" y un sin fin de regalos que ni siquiera había tenido la curiosidad ni las ganas de abrir.

Si lo sé no despierto, había pensado en alguna ocasión.

Mi cuerpo seguía estando entumecido incluso una semana después de despertar. Ya podía sentir mis extremidades y usar mis manos como siempre, pero era incapaz de andar sin ayuda de al menos un bastón. Quería salir de aquel hospital a toda costa, pero los médicos se empeñaban en seguir teniéndome en observación y bajo todo tipo de pruebas como si fuera una cobaya en un laboratorio.

Mis padres rara vez venían a visitarme, de vez en cuando se pasaban a ver cómo estaba y a preguntar cuándo me darían el alta, pero cuando entraban en la habitación y se daban cuenta de nuevo que ellos y yo no teníamos nada de qué hablar, se iban con una gran sonrisa incómoda.

A veces pensaba que si Jason hubiese estado en mi lugar habría sido todo más fácil para todos, en su caso sí se habrían alegrado genuinamente de que hubiese despertado, y él podría haber puesto su cara de niño bueno a las visitas y no el gesto de amargura que tenía mi cara desde que vi a Eddie marcharse por la puerta de mi habitación para no volver.

Los días pasaban y no sabía nada de él, desde que el jefe Hopper le aconsejó que se fuera del pueblo, parecía que se lo hubiera tragado la tierra. Dentro de mí estaba preocupada pero también aliviada, si yo no sabía nada de él era probable que el resto del pueblo tampoco, y desde que salió a luz la aparición del cadáver de Chrissy, los ánimos no estaban para tirar cohetes en Hawkins.

Las únicas visitas que toleraba y me animaban eran las de Dustin. Venía casi cada día para jugar conmigo a las cartas, al ajedrez o al juego de turno que traía en su mochila. También me regalaba chocolatinas de turrón, que eran sus favoritas. A mí no me gustaban demasiado, pero las apreciaba igualmente porque su amplia sonrisa mientras las comía me animaba los oscuros días allí ingresada.

Cuando me realizaron la última prueba y ya podía andar cojeando, por fin me dieron el alta. Llené dos bolsas completas con los regalos que me habían estado trayendo al hospital y mis padres me recogieron en coche para llevarme a casa por fin.

Una vez allí, pude comprobar que la habitación de Jason no había cambiado ni un ápice, pero que sin embargo la actitud de mis padres sí que había dado un cambio radical. Mi madre ahora se medicaba para aliviar la grave ansiedad que padecía desde que detuvieron a mi hermano gemelo, y mi padre tenía la mirada fría y perdida en todo momento, como si nunca supiera dónde estaba ni qué estaba haciendo.

Tardé varios días en darme cuenta de que Eddie no era el único que tenía que irse de Hawkins, de que a mí tampoco me iría bien en un sitio donde claramente no se me quería ni se me echaría en falta.

Cuando pasaron aproximadamente dos semanas de mi vuelta a casa, una mañana al despertar encontré una carta arrugada en el quicio de la ventana. Fruncí el ceño pensando cómo alguien había subido hasta ahí sin abrirse la cabeza contra el suelo al bajar. A la vez me invadió un poco el miedo por la posibilidad de que fuera un acosador o algo así, pero en cuanto la abrí, una sensación de alivio me arrastró por completo cuando vi los cuatro murciélagos garabateados y tuve que tomar asiento para no marearme.

Hola pequeña, ¿me echabas de menos? Un pajarito con gorra me ha dicho que ya estabas en casa y podías caminar. Me gustaría que nos viéramos en el sitio donde nos conocimos, pero esta vez no dejes que tu hermano gemelo malvado te siga, ¿de acuerdo? Estaré allí hoy a partir de las 15:00. Espero verte allí y que no estés muy enfadada conmigo,

Te amo

PD: Casi me abro la cabeza bajando de tu ventana, ¿quién me habré creído?

Reí y lloré a la vez, besé la hoja de papel más de diez veces y me abracé a ella en la cama como una niña tonta. Había estado tan ansiosa de recibir noticias suyas que nunca imaginé que había podido estar tan cerca de mí todo este tiempo.

Después de casi ni comer por los nervios y sentir un fuerte nudo en el estómago, me atreví a coger la camioneta de Jason para encaminarme hacia el parque donde nos vimos por primera vez. Les había dicho a mis padres que iba a la biblioteca a ponerme al día con los estudios, cosa que si de verdad su hija les importara un mínimo, no se habrían tragado ni de coña. Una razón más por la que no me importaría no volver a este mugroso pueblo nunca más.

Aparqué un poco lejos de donde habíamos quedado solo por si acaso algún perturbado me hubiera seguido, y al llegar, me emocionó darme cuenta de que Eddie se acordaba hasta de en qué banco nos sentamos aquella tarde soleada hace tantos años.

Y allí estaba, con el rostro cubierto por una capucha y una bandana, pero con una flor púrpura entre los dedos.

Dragones, Amor y Mazmorras | Eddie Munson [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora