Capítulo 39

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Eddie

Pasados los primeros cinco días desde el ingreso de Crystal en el hospital, la noticia corrió por todo Hawkins. Desde que la subieron a planta no abandoné la habitación ni una sola hora. Llevaba con la misma ropa ensangrentada desde que salí corriendo de mi caravana hacía ya casi dos semanas.

Casi toda la familia Carver vino a visitarla. Tíos, primos y familiares lejanos a los que jamás había visto antes pasaban por la habitación a dejar lágrimas de cocodrilo y rezar en voz alta por la recuperación de Crys. Todos me miraban con un ligero tono de asco, incertidumbre y desconfianza. Después podía observar cómo la madre de Crystal explicaba quién era yo y qué hacía ahí plantado como una gárgola en una iglesia.

Y allí estaba, casi sin comer ni dormir esperando el momento en el que ella abriera los ojos. Me encontraba sacando un sándwich de la máquina expendedora que había en el pasillo cuando vi a Dustin acercarse a mí. Al principio lo miré receloso; ya estaba acostumbrado a las miradas acusatorias y sinceramente no creía que nadie fuera a mirarme de otra forma, hasta que el chico sin mediar palabra se me echó encima y me abrazó con fuerza.

Me quedé unos segundos paralizado y tardé en reaccionar, pero le abracé con toda la fuerza que pude y me eché a llorar como un niño pequeño. Era el primer gesto de apoyo emocional que habían tenido desde que estaba en ese hospital, no había sabido cuánto lo necesitaba hasta aquel preciso momento.

—Siento no haber vendido antes, no sabía nada... —dijo con la voz rota, él también estaba llorando.

Me quedé en silencio, me limité a sacudir la cabeza y darle unas cuantas palmadas antes de separarme de él.

Entramos a la habitación y Dustin palideció levemente. Crystal estaba demasiado quieta, parecía dormir plácidamente pero ya se empezaba a notar la palidez y la pérdida de peso en sus mejillas un poco hundidas. Pasé mi brazo por los hombros del chico y apreté uno con cariño.

—Se pondrá bien, Henderson. Pronto estaremos reanudando la campaña de Vecna —dije sonriendo, intentando quitarle hierro al asunto.

—¿Saben cuándo despertará? —Dustin depositó un ramo de flores en el jarrón que había en la habitación, justo al lado de la camilla.

—No... Dicen que podría despertar en cualquier momento, por eso no me he movido de aquí. No quiero que se despierte y no me vea junto a ella.

Me acerqué y deposité un suave beso en la frente de Crys, acaricié su mejilla y tomé asiento en el sillón de invitados. Suspiré profundamente.

—Fue Jason, quería dispararme a mí y ella se puso delante —sentencié mirando mis pies.

—Escuché algo parecido. Nosotros no hemos conseguido más información acerca de Byers... lo siento.

Hice un gesto con la mano para quitarle importancia. No mentía, para mí aquel tema carecía de valor si Crystal no se despertaba, bien podrían meterme en la cárcel o lapidarme, lo tendría merecido por no estar en esa camilla en su lugar.

—Gracias por venir, Henderson. Eres el único que siento que de verdad ha venido con sinceridad y no por compromiso.

Sonreí levemente en dirección a Dustin, que me devolvió una sonrisa muy tierna. Se había quitado la gorra que siempre llevaba al entrar a la habitación, era la primera vez que le veía el pelo rizado ligeramente apelmazado por la forma de su gorra.

—¿Le hablas? ¿A Crys? —preguntó de repente—. He leído que nos escuchan, que saben que estamos aquí aunque estén en coma.

—No, no le he hablado. Me da miedo que esté donde esté su conciencia esté enfadada conmigo. —Sonreí amargamente.

—Háblale, Eddie. De verdad, seguro que ella te lo agradece.

Me quedé pensando en silencio durante largos minutos hasta que Dustin se levantó, me abrazó cariñosamente a modo de despedida y se marchó.

Le di muchas vueltas a lo que me había dicho Henderson. Pensé en qué decirle, sobre qué hablar. ¿Le contaba cómo me había ido el día? Qué tontería, si no hacía nada además de estar lamentándome en aquella oscura habitación. ¿Le contaba un chiste? Dudo que le hiciera gracia que bromeara en esa situación. No sabía qué demonios decir, y las horas seguían pasando, idénticas.

En algún momento de la madrugada se me iluminó la bombilla y me palpé el interior del chaleco en busca de la carta que le escribí en aquella cabaña, cuando todavía temía por mi vida y mi mayor preocupación era que Crys me trajera un pack de cervezas para sobrellevar el cautiverio. Sonreí para mis adentros con tristeza, había desaprovechado tantas horas intentando separarme de ella...

Saqué la carta, que por supuesto también estaba cubierta parcialmente de sangre seca, y me aclaré la garganta, empezando a leerla.

"... me habría encantado darte mil besos más de los que te di, dos mil caricias más de las que pude darte. No valoré lo que tuve hasta que lo perdí, y ahora que mi destino es tan incierto, me arrepiento de haber malgastado cada uno de los alientos que no te pertenecieron a ti".

Derramé algunas lágrimas sobre el papel, hacía pausas para no tener la voz demasiado rota y que se me escuchara con claridad. Me pasaba la manga por los ojos para retirar las lágrimas y me escocían.

"... pensé egoístamente en verte ser feliz desde lejos y conformarme con eso durante el resto de mi pobre y miserable vida".

Agarraba el papel con fuerza, arrugándolo con rabia por los mil pensamientos que me cruzaban la cabeza. Una parte de mí realmente pensaba que lo mejor habría sido separarme de ella, irme lejos y no mirar atrás.

"... pienso en mi futuro y... y solo te veo a ti. Más joven, más mayor, con hijos, sin hijos, incluso te imagino siendo una pequeña anciana y cogiendo mi mano en mi lecho de muerte. Mire hacia donde mire solo te veo a ti, Crystal".

Creí ver un movimiento delante de mí, pero las lágrimas no me dejaban ver con claridad. Volví a secarme con la manga y aparté el pelo de mi cara, mirando a la camilla. Me quedé totalmente blanco y paralizado.

Crystal había abierto los ojos, y me estaba mirando con lágrimas corriendo por sus mejillas.

Dragones, Amor y Mazmorras | Eddie Munson [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora