Capítulo 43

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Eddie

Cuando la vi llegar sentí muy dentro de mí que no podría haber vivido un solo minuto más sin verla. Habían pasado veintidós días desde que abandoné el hospital, y Crystal estaba radiante. Yo, sin embargo, olía a tierra mojada y seguramente si me mirara a un espejo me reiría de mí mismo, pero no quería ni podía esperar más para hablar con ella.

Avancé hasta donde estaba bajándome la bandana de la cara y la estrujé entre mis brazos hasta que soltó su típico "ay" para que dejara de achucharla.

—No imaginas cuánto te he echado de menos, Crystal —susurré ya contra su boca, pegando mi nariz a la suya.

—Nunca deberías haber desaparecido así, idiota... ¿No ves que no puedo vivir sin ti, Eddie? —soltó sonriendo antes de bajar por completo su cabeza y empezar a besarme.

La imagen era bastante inusual: dos adolescentes besándose furiosamente en un parque que se suponía que frecuentaban niños pequeños, cualquiera podría habernos llamado la atención.

Crystal entrelazó sus manos en mi pelo bajo la capucha y siguió besándome como si yo fuera agua y ella llevara varios días sin beber. Una de mis manos todavía sostenía la flor que ya se estaría torciendo con la presión de mi mano sobre su cintura.

—Crys... —susurré alejándome unos milímetros de su boca—. Nos van a decir algo y van a darse cuenta de que soy yo.

—Está bien, está bien —rio apartándose un poco no sin antes dejar otro beso en mis labios—. Pareces un vagabundo, Ed, nunca te había visto con tanta barba.

Era cierto; jamás había pasado tanto tiempo sin afeitarme. No me gustaba nada cómo me quedaba la poca barba que me salía, y siempre optaba por quitármela por completo.

—Antes de que se me olvide —dije sacando la flor de detrás de su espalda—, he pensado que después de tantas flores en el hospital la odiarías, pero... bueno, es mi marca personal.

Crystal se tapó la boca con ambas manos, sonrió ampliamente y se colocó la flor morada tras su oreja derecha. Estaba increíblemente bonita cuando sonreía así, los ojos le brillaban y sus pecas resaltaban en sus mejillas como una constelación de pequeñas estrellas.

—Solo odio las flores que están vacías de significado y sentimiento, amaría hasta una planta de marihuana seca si eres tú quien me la regala.

Agarré su mano y caminamos hacia el banco más apartado del parque, donde ella se sentó sobre una de mis piernas y dejó su cuerpo pegado a mi pecho. Estuvimos en silencio más de cinco minutos, disfrutando el uno del otro después de tantos días de soledad e incertidumbre. Ella era mi refugio, y yo era el suyo.

—He estado pensando, Eddie... —dijo Crystal rompiendo nuestro silencio—. Creo que es cierto que debes irte de la ciudad, el jefe Hopper tenía razón, la gente ha seguido hablando sobre ti y culpándote de todo...

—Lo sé, pequeña. —Torcí el gesto, un poco incómodo—. El tío Wayne me ha estado informando de todo, he estado visitando la fábrica con regularidad estos días por si por casualidad podía volver y seguir con mi vida como si nada, pero el solo pensarlo es absurdo.

—Yo... te quería decir que... quiero irme contigo, Eddie. Quiero irme contigo a donde decidas marcharte, aunque sea a vivir bajo un puente, me da absolutamente igual —Crys empezó a sollozar levemente—, yo tampoco quiero quedarme en este pueblo ni un solo día más. Cada día que pasa veo a mis padres mirarme con decepción, como si en el fondo ellos quisieran que las tornas se hubieran vuelto y que yo fuera la que está esperando a que la metan en la cárcel y no Jason. Que el pobre paciente en coma hubiese sido mi gemelo y no la rara de su hija que solo tiene ojos para el satánico asesino sanguinario de Hawkins...

Llevé el dorso de mi mano hasta su mejilla, limpiando sus lágrimas y dejándola desahogarse. En el fondo yo había pensado lo mismo en mi estancia en el hospital; me había sorprendido lo poco que habían cuidado de Crystal pese a tener más familia de la que yo jamás hubiera soñado tener.

—Ni siquiera me han preguntado cómo me siento después de que mi hermano —continuó, enfatizando su última palabra— me haya dejado en coma y haya estado a punto de acabar con mi puta vida. Me siento como un juguete roto, Ed, han jugado conmigo hasta que he despertado y el espectáculo ha acabado. Creo que de ser por ellos perfectamente podría haber muerto y su puto circo habría quedado redondo.

—Shhh... No digas eso, pequeña. —La mecí suavemente sobre mi cuerpo, dando un pequeño beso en su frente—. Tus padres no van a ganar un premio a los mejores padres, es cierto, pero no digas que te preferirían muerta. Ellos estuvieron muy afectados el primer día que estuviste en el hospital, me sorprende que tu madre no se deshidratara de todo lo que la vi llorar en esos primeros días. Es cierto que también tienen que sobrellevar que Jason haya cometido una atrocidad de ese calibre y que ahora esté esperando para ser juzgado —continué—, no tiene que ser fácil estar en esa situación. Dales cancha, Crys, ellos al menos están ahí, yo no puedo decir lo mismo...

Sonreí amargamente y Crystal me abrazó con fuerza mientras seguía sollozando contra mi rostro. Yo me limité a subir y bajar mi mano por su espalda, intentando tranquilizarla.

—Y sobre lo que has dicho antes —susurré—, yo también quería decirte que te vinieras conmigo, pequeña. He intentado estar lejos de ti lo suficiente como para darme cuenta de que no va a funcionar, así que me gustaría que me acompañaras a donde quiera que deje caer mi culo.

Crystal rio entre lágrimas por mi estúpido comentario. Yo sonreí ampliamente con ella y la besé nuevamente en los labios, sintiendo el sabor salado de sus lágrimas.

—Quiero que nos graduemos antes de marcharnos —soltó ella de repente—. Quedan dos meses para la graduación y el baile de fin de curso —hizo una mueca de asco ante eso último—, podríamos irnos con el diploma en la mano y mandar a tomar por culo a Hawkins de manera mucho más elegante y molona, ¿no crees?

—Hmm... —murmuré pensativo—. Bueno, si esas son tus condiciones, no me parecen de lo más descabelladas. Tendré que tener cuidado de que no me mutilen ni me hieran de gravedad, pero por lo demás todo bien —contesté riendo con ganas.

—No digas eso, todo va a salir bien. Voy a escoltarte personalmente y no te voy a quitar el ojo de encima. —Crystal levantó una ceja y sonrió dulcemente, agarrando rizos de mi pelo entre sus dedos—. Pero vas a tener que esforzarte en lo de graduarte, que es una condición para nuestra fuga romántica.

—Así que condiciones, ¿eh? —pregunté haciéndole cosquillas para que se moviera—. Pues creo que yo también tengo alguna condición bajo la manga.

—¿Cuál, señor Munson? Sorpréndame —refunfuñó ella.

Me levanté suspirando, metí una de mis manos dentro de mi chaleco y me arrodillé dramáticamente delante de ella, que permanecía sentada en el banco, empezando a palidecer.

—Creo que te he regalado las suficientes flores como para que esto no sea una sorpresa para ti, pero... —Le mostré un anillo de oro sin ninguna floritura, bastante simple—. ¿Me permitirías el honor de estar para siempre a tu lado, Crystal Carver?


Dragones, Amor y Mazmorras | Eddie Munson [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora