Capítulo 44

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Crystal

Dos meses después

Mi vida durante las últimas semanas se resumía en no despegar la cara de los libros, mis citas más románticas sucedían en la biblioteca y solo podía pensar en el día de la maldita graduación.

Hawkins seguía parcialmente de luto desde la muerte de Chrissy, habían hecho ya dos eventos benéficos contra el suicidio con su cara impresa en todas las pancartas, y tenía la extraña sensación de que no dejarían descansar a la pobre chica ni después de su muerte. Algunos periódicos pequeños habían sacado algunos trapos sucios de la familia Cunningham, asegurando que Chrissy era maltratada psicológicamente por sus padres y que las rupturas amorosas no habían sido el motivo principal de lo que hizo. Por supuesto, la familia tachó a la prensa de sensacionalista y para sorpresa de nadie volvió a culpar a "los cultos satánicos que acechaban nuestro pacífico pueblo".

Por otro lado, Jason había sido juzgado por intento de asesinato en segundo grado con el atenuante de su juventud y la poca estabilidad mental por la pérdida de su novia. Al final estaría unos diez años en la cárcel en lugar de toda la vida, como dramáticamente exageraba mi madre de vez en cuando.

Pese a nuestros intentos por hablar con Hopper sobre el plan de venganza que urdió Jonathan contra Eddie, tristemente nos informó de que éste se había mudado con su familia a California en cuanto supo lo de Chrissy y por desgracia todo aquello ya estaba fuera de su jurisdicción.

Eddie llevaba bastante mal lo de ser el villano de Hawkins, pero le sentaba genial la bandana que solía llevar para pasar desapercibido. Ya no era el Eddie extrovertido que gritaba en el comedor, ni el que abrazaba a los miembros del club por los pasillos, pero al menos podía seguir disfrutando de esa versión de él en privado. Algunos días su caravana amanecía con pintadas crueles y huevos estallados en las ventanas, pero Wayne lo asumía con entereza e intentaba que su sobrino no se sintiera culpable por ello.

El día tan anhelado por todos llegó sin avisar; después de muchas horas de estudio y trabajo, Eddie y yo habíamos conseguido graduarnos por fin, y nos darían el diploma que haría las veces de billete de solo ida de Hawkins.

Cuando escuché mi nombre en los altavoces, sentí nervios en el estómago. Había querido que llegara ese momento con tantas ganas que todavía no me creía del todo que lo hubiera conseguido. El diploma que me habían entregado era la prueba de que mi vida iba a empezar a cambiar a partir de ese momento. Escuché aplausos y vi amplias sonrisas, y como no podía ser de otra manera, agarré el micrófono a la fuerza y grité.

—¿Ahora aplaudís a la satánica del pueblo? ¡Que os jodan, Hawkins!

La multitud guardó un silencio incómodo, seguidamente roto por un abucheo y algunos insultos de los adultos del fondo. Me aparté del lugar y me situé junto a Dustin, Mike y Lucas para ver bien a Eddie cuando subiera. Nadie esperaba que apareciese, pero estaba entre ellos, escondido con su capucha y su bandana. El show estaba a punto de empezar.

—Edward Munson —exclamó sin mucha emoción el director del instituto.

Los asistentes abuchearon su nombre, incluso algunos se atrevieron con risas de mofa y burla, pero cuando vieron a Eddie despojándose de cuanto cubría su cara y subir al escenario, hasta el más gallito pareció palidecer.

—Chrissy, te lo dedico. Esto es para ti, tú también deberías haber subido a este escenario para recoger tu diploma —dijo agarrando el micrófono. Eddie levantó el diploma y miró al cielo, sonriente. Después, llevó ambas manos a su cabeza emulando dos cuernos y sacó la lengua al público, que pareció soltar un grito ahogado—. Y como bien ha dicho la preciosa Crystal Carver, ¡que os jodan a todos!

Eddie bajó del escenario no sin antes sacarle el dedo a todos los presentes. Yo no pude evitar soltar una carcajada, que fue acompañada por las risas del grupo con el que me encontraba. Tras esto, Eddie se reunió con nosotros y nos hicimos una foto para poder recordar nuestro último día en el Hawkins High.

Esa noche se celebraba el tan esperado baile de fin de curso. Mis padres se empeñaron en que pese a "haber hecho el ridículo" en la graduación debería llevar un vestido bonito y acudir al baile como "todas las chicas normales de mi edad". Acepté a regañadientes y conseguí un bonito vestido negro que decoré con algunas cadenas y mis chapas preferidas, algo que evidentemente no gustó a mi familia.

Eddie pasó a recogerme vestido con un traje de segunda mano, seguramente del tío Wayne cuando era más jóven. Me prometió algo avergonzado que la próxima vez que se tuviera que poner un traje estrenaría uno nuevo. Yo intenté tranquilizarlo dándole un beso en la mejilla y un buen apretón y nos dirigimos hacia el instituto, donde ya nos esperaban todos los miembros del club, más elegantes que nunca.

Habíamos decidido que en lugar de bailar y hacer el ganso en la pista de baile, celebraríamos la última sesión del culto de Vecna para despedirnos así del club y del instituto para siempre. Sonaba triste, pero la decisión que habíamos tomado era firme.

Jugamos durante al menos tres horas, podíamos escuchar cómo en el interior sonaba la música a todo trapo, y nos daba absolutamente igual. Nos reímos como nunca, y sentimos cada tirada de dados como si nos fuese la vida en ello. Eddie exageraba y dramatizaba mucho más sus narraciones, incluso alguna vez se tiró al suelo o gritó demasiado, pero esta iba a ser la última vez y debía ser icónica.

Al término de la campaña, Dustin acabó llorando en nuestros brazos prometiendo que nos volveríamos a ver pronto, Mike y Lucas fueron menos efusivos pero también cariñosos, y entre todos los miembros regalaron a Eddie un libro nuevo de Dragones y Mazmorras, para que nunca se olvidara de ellos. Casi pude ver cómo asomaban las lágrimas de Eddie, pero lo disimuló muy bien y solo sonreía y palmeaba la espalda de todos los chicos.

«Gracias» fue la palabra más pronunciada aquella noche, tanto por ellos como por nosotros mismos. Las despedidas siempre son tristes, pero sabíamos que esta no sería la última vez y que cuando llegara la próxima, tendríamos una vida muy diferente a la actual.

Cuando Eddie y yo nos quedamos solos en aquella aula tan familiar, se podía escuchar de manera tenue "Total Eclipse of the Heart" de Bonnie Tyler y ambos nos acercamos y bailamos torpemente alrededor de la mesa, que más tarde utilizaríamos, como la primera vez, para unir nuestros cuerpos y consumar el amor que tan dentro sentíamos el uno por el otro.

Dragones, Amor y Mazmorras | Eddie Munson [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora