Brillas al igual que una luna, mi amor

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Caminaba con una rosa roja en la mano y una sonrisa imborrable en su rostro

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Caminaba con una rosa roja en la mano y una sonrisa imborrable en su rostro. Ya lo había decidido: iba a declararse. Le iba a decir a su castaño todo lo que sentí por él.

No había sido nada fácil decidir eso. Después de una lucha interna en la que se negaba a creer que le gustara otro chico, y una conversación con su madre en la cual ella le mostró todo su apoyo, decidió dejar de lado sus prejuicios y aceptar que otro chico le gustaba, y mucho. Y ahora estaba decidido a confesar sus sentimientos.

Claro, la probabilidad de obtener un "No" como respuesta era muy alta. De hecho, era lo más probable que pasara. Pero, aun así, lo haría. Además, tenía la esperanza, la muy pequeña esperanza, de que Tony también lo correspondiera. Sonrió aún más al imaginar eso, a su castaño diciéndole que sí, que sí quería ser su novio.

Y es que Tony causaba todo tipo de sensaciones en él. Cada que lo miraba o estaba con él, olvidaba todo y se enfocaba únicamente en el castaño. Realmente le gustaba. Sentía demasiada atracción por el más bajo; por su increíble cuerpo delgado, su hermosa cabellera ondulada, su carita toda preciosa y su única forma de ser. Comenzaba a creer que esa atracción se estaba transformando en otra cosa poco a poco. Tal vez ya lo había hecho. Porque bastaba con que el castaño le dedicara una mirada para él querer abrazarlo y besarlo, para tener todo tipo de pensamientos y querer hacer con él todo tipo de cosas indebidas.

En resumen: Tony lo traía loco. Todo un adolescente enamorado. Ni siquiera Paloma, a la cual amó y llegó a pensar que ella era el amor de su vida, le provocaba tantas sensaciones como lo hacía su castaño, y eso que sólo eran amigos. Si ambos llegaran a convertirse en algo más, Steve estaba seguro de que su corazón explotaría de tantos sentimientos y emociones.

Con su sonrisa imborrable, llegó al fraccionamiento donde Tony vivía. Entró y recorrió las calles. Todo en ese lugar le recordaba a Tony. Le encantaba cuando el castaño lo invitaba a jugar videojuegos, a pasar el rato en el pequeño parque o simplemente él tomando de pretexto no entender alguna tarea para visitar a su amor platónico.

Y hablando del pequeño parque, al pasar en frente de él, se topó con una escena que le rompió el corazón en mil cachitos: Tony estaba ahí, sentado en uno de los columpios, con la mirada al suelo y derramando algunas lágrimas. Se acercó a él sin que el castaño lo notara. Pudo escuchar los murmullos que salían de su boca:

—Estoy solo... Estoy solo... Estoy solo...

—Tony —lo llamó con voz dulce, pero denotando preocupación—. ¿Qué ocurre?

El castaño dio un respingo al escuchar la voz de Steve. Se incorporó casi al instante y secó sus lágrimas.

—Oh, Steve. Me asustaste —dijo, acompañado con una muy obvia sonrisa fingida.

Steve no dijo nada más. Se acercó a él y lo abrazó. Tony dudó al principio, pero terminó correspondiendo al abrazo.

Fue en ese momento, abrazando a Tony mientras éste lloraba en su hombro, que Steve descubrió un secreto del castaño: mientras estaba con sus amigos, Tony mostraba sólo un lado de él, o más bien, ocultaba uno. Ahora entendía que todas esas sonrisas, risas y alegría que el castaño denotaba eran simples máscaras para ocultar su sufrimiento. No sabía qué o quién causaba tanto dolor en Tony, pero eso no importaba realmente, al menos no en ese preciso momento.

Mi Amanecer (Stony - Winterwidow)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora