CAPÍTULO 34

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Arrugo mi frente, sintiendo cosquilla en mi mejilla. Meneo una de las manos por el aire, apartando la cosa molestosa y escuchando un chillido de animal. De mala gana, abro los ojos, encontrándome con un chico de cabello largo, el cual, lo tiene amarrado a un lado, con su traje blanco tan pulcro. Han pasado cinco meses, desde que Belicar se ha ido al infierno con Klaus. Nanael ha estado visitándome todos los días con Morfeo, quien siempre quiere estar junto a mí.

—Nanael.

—Ya son las siete de la noche —informa sonriendo—. ¿Aun sigues durmiendo a estas horas?

—Me he acostumbrado hacerlo. Debo de disfrutar el tiempo de vacaciones. No falta mucho por entrar a la universidad —digo, levantándome con Morfeo en mi hombro—. ¿Por qué siempre Quesito está a mi lado?

—Le pareciste interesante —contesta sencillo, apartando un mechón de mi rostro—. Debería de despedirme. No sé cuando aparezca enfrente de ti. ¿No estarás sola?

Cierto. Él es un ángel.

—No soy una niña pequeña. Quizás, te vea en mi lecho de muerte —pronuncio sonriendo—. En todo caso, muchas gracias por ayudarme en este trayecto extraño de mi vida.

—Solo cumplía con mi deber de ángel —dice, sonriendo risueño—. ¿Te cuidarás y no la pasarás viendo la ventana todas las noches?

Me ha descubierto.

Desde que se fue Belicar, la he pasado viendo por la ventana. O por las calles cuando salgo. Siento que aparecerá y saludará gallardo, como lo solía hacer.

Solo puedo verlo en mis recuerdos.

—No la paso viendo por las ventanas.

—Sé cuándo mientes —suelta una risa, mientras Morfeo va a él, brincando hasta estacionarse en su hombro—. Sigues teniendo esperanza de ver al exduque infernal.

Sonrío leve y toco el collar que hice con una de las plumas de Klaus. La que me dio Belicar antes de irse al infierno.

—Belicar fue un idiota; sin embargo, tenía sus lados......—Busco la palabra correcta para descubrirlo, pero solo me llega recuerdos oscuros—. Mejor olvida lo que dije.

Él ríe divertido.

—¿Puedes describirlo? Quiero oír la imagen que tienes de él.

¿La imagen que tengo de él?

—Fue un tipo que no sabía la palabra "sutileza". Siempre decía las cosas sin fijarse en los sentimientos de la otra. Cada vez que estábamos teniendo una conversación seria, se iba por las ramas y destruía el ambiente —expreso a medida que lo recuerdo—. Le gustaba contar sus anécdotas sexuales. Cosa que odiaba. ¡Era asqueroso imaginármelo con diablas!

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