14: Cuando competimos

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—¿Por qué no podemos ser una pareja normal?

Cuatro de la mañana.

—No lo sé, ¿por qué te ríes mientras tenemos sexo?

¿Cómo arruinar el ambiente en menos de cinco minutos?

Pregúntale a Hinata Shoyo, quien en medio de lo que estaba pasando, comenzó a reír entre lágrimas.

—¡Me puse nervioso cuando me dijiste que me amabas!

—¡Siempre te digo que te amo!

—¡Aún así!

Y volvió a reír. Yo negué sonriente, acariciando su espalda.

—Arruiné todo.

No sonaba arrepentido

—No te mentiré: lo hiciste. Pero todavía te amo.

Me miró con los ojos bien abiertos y negó, escondiendo su rostro otra vez en mi cuello.

—¡Eso sí me da vergüenza!

—¿En serio? —reí, trazando líneas imaginarias en su espalda—. ¿Te da vergüenza que te diga que te amo pero no te da vergüenza meterte a la-

—¡Oye no! —tapó mi boca y me miró sonrojado—. ¡No seas vulgar!

Alejé sus manos.

—¡No soy vulgar! ¿Por qué eres tan vergonzoso en momentos como estos pero tan normal momentos antes?

—¡No lo sé!

Y volvió a reír.

Es un idiota.

—Eres un idiota.

Pellizcó mi costado y chillé.

—¡Pero te amo!

—¡Basta!

Solté una carcajada. Simplemente la situación es muy extraña.

Básicamente estábamos a nada de… Bueno, ya saben, y él simplemente empezó a reír y yo tuve que parar porque realmente me confundí. Fue extraño pero cómico, incluso se disculpó pero no podía parar de reír.

—En serio no puedo creer que todavía te pongas nervioso después de once años.

—¡Lo siento! —me miró con un puchero y yo tomé su mentón—. Simplemente soy así.

—Lo sé, por algo estoy casado contigo.

Y dejé un beso corto sobre sus labios. Hinata sonrió y negó.

—¿Recuerdas cuando… —tragó duramente, sus mejillas enrojeciéndose— éramos más jóvenes y descontrolados?

—Oh sí, las millones de veces que Yamaguchi nos buscaba en los baños.

—¿Crees qué algún día podremos volver a ser así?

Negué tranquilo.

—Casi imposible si sigues riéndote en medio.

Hinata golpeó mi pecho y solté una risa adolorida.

—Ya, ya, lo siento. Pero no creo que volvamos a ser así, somos como una pareja de grandes ya. Supongo el sexo ya no nos importa tanto.

—Supongo —Hinata suspiró y descansó su cabeza en mi pecho—. Oye, Kageyama —yo lo miré—. ¿Dónde aprendiste a hacer eso?

—¿Qué cosa?

—Ya sabes… eso.

—Oh… no lo sé. Simplemente quise probarlo.

—¿En serio?

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora