68: Cuando aconsejamos

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—Akira...

—¡Déjenme en paz! —gritó, observándonos desde la cama.

Kageyama y yo estamos parados en la puerta de su cuarto.

—¡Ustedes no saben qué es lo que yo siento!

—¿Ah no?

El hombre a mi lado da un paso y yo lo sigo, intentando lucir igual de intimidante que él. La puerta es cerrada lentamente y Akira nos mira peor.

—¿Acaso no sabías que tu padre y yo estuvimos exactamente en la misma situación? —preguntó con una ceja alzada—. ¿Que tambien terminamos por una lesión?

—¡Igual-

—¡Igual nada! —exclamó—. Escúchanos dos segundos, por favor...

—Cariño —me acerqué—. Podemos entender cómo te sientes, hablo en serio, pero... ¿Tú quieres a este chico?

—¡Obviamente! —exclamó ahogada en llanto.

—¿Entonces por qué lo alejas?

—¡Porque no quiero que termine soportando todo lo que yo estoy sintiendo ahora!

Kageyama y yo nos miramos.

Suspiramos.

—Eiji te quiere mucho —Kageyama le entregó un conjunto de fotos, creo—. Se notó cuando vino a buscarte.

—Pero-

—Si tú lo amas realmente, te recomendaría que lo llamaras ahora mismo y le dijeras la verdad.

Kageyama se acercó, arrodillándose y tomando sus manos. Ella tembló y yo decidí mirarlos en silencio.

—Se nota que ese chico te soportará en todo. Y que te quiere tal y cómo eres —sonrió acariciando sus manos—. Sé que no quieres perderlo y que tienes miedo de arrastrarlo en la situación en la que estás porque, cariño, es una mierda lo que te pasó.

Ahora yo quiero llorar.

—Pero hablo en serio cuando digo que no lograrás nada si te guardas todo y no te comunicas con él.

Kageyama me miró. Yo sonreí orgulloso, enamorándome otra vez.

—Tu padre y yo lo aprendimos gracias a eso —dirigió su mirada a ella—. Aprendimos que si no somos sinceros el uno con el otro... si no nos abrimos y expresamos realmente qué es y cómo nos sentimos, no llegaremos a nada.

Akira hipeó.

—Y logramos superar todo porque... porque nos amamos —sonrió enternecido—. Seguramente como tú con el molesto hijo de Oikawa.

—Él no es molesto... —soltó una risa triste.

—Entonces llámalo y dile —Akira asintió, apretando sus labios—. Dile todo lo que sientes y si te entiende... es el indicado, cariño.

—Gracias, papá... —se tiró a abrazarlo.

—No es nada, cariño...

Akira estiró su mano en mi dirección y confundido la tomé. Ella no tardó en tirar de mí para unirme al abrazo.

Obviamente cuando salimos del cuarto (¡Nuestra niña se llenó de valor y llamó a Eiji!), tiré de la mano de Kageyama y nos encerré en nuestro cuarto. Solo bastó empujarlo para que cayera a la cama y yo me subiera sobre él.

—¿Qué pasó? —preguntó asustado.

—Te amo —dejé un beso en su frente—. Te amo —luego en sus párpados, robándole una risa—. Te amo tanto, mierda —Y en sus mejillas.

—¿Por qué? —rió—. ¿Qué hice?

—Por todo, te amo por absolutamente todo —terminé abrazándolo, él correspondió acariciando mi espalda—. Fue muy lindo lo que dijiste ahí.

—Con el tiempo maduré.

—Te tardaste —reí.

—Pero me esperaste —tomó mis mejillas, acariciándolas. Sonreí—. Y eso fue lo mejor de todo.

—Ya bésame.

Murmuré y él soltó una risita, acercándome para unir nuestros labios. Supongo que el amor que le tengo es realmente grande, porque siento las mariposas en mi estómago convulsionar cuando nos besamos. Realmente amo esto.

Muerdo su labio inferior y tiro de este, uniendo nuestros labios una vez más. Kageyama abre su boca, dejando que nuestras lenguas se encuentren y una increíble sensación se apoderara de mi cuerpo. Simplemente decidí acomodarme entre sus piernas, acorralándolo y dejando que una de sus manos suba hasta llegar a mi cabello, tirando con fuerza de él.

Yo jadeé sobre sus labios y me alejé mínimamente, observándolo.

—¿Y eso?

—¿Te molestó?

—No realmente.

—¿Te gustó?

Asentí, mirando sus labios y él fue quién volvió a unirlos. Yo no pude evitar sonreír en medio del beso, relamiendo sus propios labios y acomodándome mejor sobre él.

—¡Papá!

Nos separamos de golpe.

Kageyama dejó caer su cabeza en el colchón, soltando un quejido.

—Cierto que tenemos hijos...

—¡Papá, ayuda! —Akiro gritó otra vez—. ¡Haru es un imbécil!

—¡Tú eres un imbécil!

—¡Ya cállate!

Intercambiamos miradas y no pudimos evitar suspirar.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora