Dos meses se pasan volando.
Akira todos los días se levanta de mal humor. Hay mañanas que nos ignora, tardes que llora en nuestros brazos y noches que no duerme porque solo quiere ver partidos.
Las peleas se intensifican. Ella comienza a ir al psicólogo pero sigue cerrada ante todo: está enojada, ¡nos odia a todos! No quiere saber nada con nadie. Está más irritada de lo normal y llora ante cualquier cosa.
Pero eso no es poco. ¡Eso no es nada! Porque mientras intentamos calmar las lágrimas de Akira y cuidamos de Kira, nuestro par de gemelos comienza a pelearse.
—¡Te voy a matar!
—¿¡Ah sí!? —gritó Akiro, entrando a casa—. ¡Inténtalo!
El primero en entrar es Haru. Tiene un parche en la mejilla y benditas en los brazos, piernas y cara. Akiro, a su vez, tiene una ceja con una pequeña gasa y dos benditas con corazones en la cara.
—¡Ya cállense los dos y vayan directamente al sofá porque vamos a hablar!
Un tercer grito. Hinata está enojado.
Suspiré.
—¿Qué pasó?
—¡Que te cuenten ellos! —dijo cerrando la puerta—. ¡Yo me iré con las niñas!
Akira estaba en su cuarto, así que Hinata alzó rápidamente a Kira y los miró.
—Y ustedes dos, ¡más les vale decir la verdad!
Y se fue.
Yo apreté mis labios, mirándolos. Akiro en una punta, Haru en la otra.
Bien... supongo que tengo que ser el papá estricto porque Hinata se cansó. Pobre mi marido, luego le haré masajes.
—¿Quién va a empezar?
Solamente bastó para que preguntara, parándome en medio para escuchar las quejas del par.
—¡El imbécil de tu hijo me golpeó cuando yo no dije ni hice nada!
—¡Y él solamente me gritó que era un imbécil cuando ni siquiera debía meterse!
—¡E hizo llorar al chico y yo me enojé porque es mi amigo!
—¡Pensó que lo hice llorar pero obviamente es mentira porque no tiene corazón y-
—¡Ya paren! —alcé la voz, hastiado. Los dos me miraron—. Cálmense y expliquen la situación de manera civilizada porque no les entiendo nada.
—¡tú hijo —Haru se levantó, señálando a su hermano pero mirándome a mí—, hizo llorar a tú sobrino!
—¡No fue así! —Akiro se defendió.
—¡Claro que fue así! —Haru se acercó rápidamente y yo, por el susto, lo agarré del cuello de la camiseta—¡Ah, me ahorcas!
—Entonces aléjate de tu hermano.
Bufó, volviendo hacia atrás. Yo lo solté.
—Sigue con la historia.
—Akiro... ¡Ah, es que no puedo, el imbécil de Akiro le dijo un montón de cosas a Akemi y terminó llorando en el baño entonces yo tuve que consolarlo y como me dijo qué le dijo, fui a golpearlo porque se lo merece!
—¡No me lo merezco! —Akiro devolvió el grito—. ¡¿Por qué te metes si ni siquiera es tu tema!? —chilló—. ¡Akemi seguramente no te dijo ni la mitad de las cosas que hablamos!
—¡Fue suficiente para golpearte! —Haru gritó más alto—. ¡Papá! —me miró—. ¡No me arrepiento de lo que hice!
—¡Bien por ti! —exclamé sarcástico—. Estás castigado de todos modos.
Haru bufó, tirándose al sofa y cayendo sentado. Akiro pasó sus manos por su rostro, molesto.
—La razón por la que se pelearon no justifica los golpes, par de idiotas —me crucé de brazos, ganándome sus miradas—. Son hermanos, no tienen que golpearse.
—¡Es la primera vez que pasa! —Haru exclamó indignado.
—¡Y nunca debió pasar! —alcé la voz, tranquilo. Él desvió la mirada, volviendo a cruzar sus brazos—. No quiero ver que esto se vuelva a repetir, ¿entendieron?
No me contestaron.
Puse los ojos en blanco.
—¿Entendieron? —repetí, más alto y serio.
—Sí, papá. Entendimos.
Respondieron a la vez.
—Bien. Ahora vayan a su cuarto.
Hicieron caso sin dudarlo, pero antes de subir, volví a hablar:
—Y no quiero escuchar que se pelean en el cuarto, porque el reto será peor.
Solo me miraron, casi matándome, y subieron.
La casa quedó en silencio.
Solo por dos segundos.
El timbre sonó y yo suspiré, yendo a la puerta a abrir.
Una cabellera castaña, un rostro jóven y unos ojos marrones son suficientes para darme cuenta quién está parado frente a mí.
—Tú eres el hijo de Oikawa.
—A-ah, hola... Kageyama-san.
Automáticamente me cae mal.
Lo miré con una ceja alzada.
—¿Qué necesitas?
—Uh... soy Eiji. Venía a ver a su... hija.
—¿Por qué?
—Quisiera hablar con ella.
—¿De qué?
Mordió su labio inferior. Noté que su cabello es igual que al de su —detestable— padre durante la secundaria.
—¿Qué haces aquí?
—¡Akira!
Sus ojos se iluminaron al verla.
Me indigné.
—No te quiero ver —me moví a un lado, dejando que a duras penas Akira se acercara con férula envolviendo su rodilla—. Vete.
—Tenemos que hablar, p-por favor...
—¡No quiero hablar con nadie! —gritó sin voz. Yo apreté mis labios—. ¡Solo vete!
—N-no contestabas mis mensajes ni mis llamadas... estuve preocupado toda la semana, Akira, yo-
—¡No quería ni quiero hablar con nadie, vete, mierda!
Ya estaba llorando.
—Bien, ¿sabes qué? —miré a Eiji—. Creo que deberías hacerle caso a la chica. Sé de lo que hablo.
Eiji apretó sus labios y terminó asintiendo, bajando la mirada.
Akira se dio vuelta, tapando sus ojos.
Yo solo suspiré y seguí a Eiji, incluso cerré la puerta detrás de mí.
—Kageyama-san.
—¿Si?
—¿Podría darle esto a su hija? —preguntó apenado.
Tomé lo que me ofrecía. Eran muchas imágenes de ellos juntos envueltas en un listón rojo.
—Las hice para que... para que no se olvide de cuánto la quiero —apretó su labio inferior—. ¿Podría dárselas, por favor?
—Sí... seguro... —murmuré.
Eiji solo asintió.
—Que tenga buenas noches, Kageyama-san.
Vaya.
Esto...
Esto se siente como un déjà vu.
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Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina
Hayran KurguTERCER LIBRO DE "CRÓNICAS DE..." KAGEHINA. EL ANTERIOR ES "CRÓNICAS DE UNA PAREJA PRIMERIZA". -Kageyama y yo hemos crecido. ¡Y vaya que sí! Ahora tenemos una casa, un auto, un gato y sueldos estables. -Por eso mismo, decidimos adoptar un niño. -Que...