Extra 3: Cuando un Dios griego narró

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—¡Necesito consejos!

Ay, hola. Aquí el más apuesto de los gemelos Kageyama: Haru Hinata. El mejor chico de todo el mundo, él más atractivo, el favorito de toda la familia. Ese, exactamente ese.

Sin embargo, todos los dioses griegos como yo tenemos problemas.

¿Y qué mejor que pedirle consejos a mi lado malvado y salvaje?

Sí, me refiero a Akiro.

Apenas abro la puerta y entro al cuarto, Akemi cae de la cama y Akiro, que no tiene camiseta, suelta un grito.

—¡Golpea antes de entrar, pedazo de imbécil!

—Sí, sí, lo que digas. Solo tápate.

Ahora vivimos en una nueva casa. También fabricada por la millonaria empresa del tío Kuroo. Como nuestros papás se han dado cuenta que hemos crecido y necesitamos nuestro espacio, ahora tenemos habitaciones para cada uno. Al fin, odio tener que entrar y ver a estos dos besándose o haciendo cosas de novios. Los odio...

O quizás los envidio.

—Necesito consejos.

Repito, tirándome en el puff de Akiro. Definitivamente no pienso tocar esa cama cuando seguramente ellos han hecho mucho más que solo besuquearse ahí.

—¿Y por qué de nosotros?

Pregunta Akemi confundido, subiéndose a la cama para meterse debajo de las sábanas al igual que Akiro.

—Porque no quiero que papá Tobi y papá Sho se enteren.

Ruedo los ojos.

—¿Qué hiciste esta vez?

Akiro pregunta en un suspiro, poniéndose una camiseta que probablemente no es de él.

—Embaracé a alguien.

—¿¡Qué tu qué!?

Gritan a la vez, asustándome.

Saben, esta pareja después de dos años juntos (¡Sorpresa! Akiro y yo ya tenemos diecisiete) parece que me adoptaron como si fuera su hijo. Me llevan a todos lados con ellos y cuando les pregunto si los molesto, ¡me regañan! Y siempre me dejan en vergüenza frente a alguien importante o se encargan de corregirme en cualquier momento. Son mis segundos padres, hablo en serio.

—¡Es broma, es broma! —exclamé y ellos suspiraron.

—¿Cómo puedes bromear con algo como eso? —Akemi pregunta con una mano en su pecho.

—No vuelvas a hacerlo.

Akiro me amenaza. Yo asiento.

—Ahora sigue contando.

—Bueno, la verdadera ayuda que necesito es cómo hago para que Amaya no se entere que estoy saliendo con una de sus amigas.

Porque hasta los increíbles dioses griegos como yo, sufrimos por amor. Y más cuando no es correspondido.

—¿¡Estás saliendo con una amiga de Amaya!?

—Ella probablemente ya lo sabe —Akiro acota. Yo suspiro—. ¿Por qué no le dices que le gustas y ya? Te aseguro que ella te va a decir que le pasa lo mismo.

—No todos tenemos tanta suerte como tú.

Akiro me mira indignado.

—Estás equivocado. Tuve que esperar ocho años para que este tipo —señala a Akemi y yo hace una mueca—. Aceptara que le gusto también. ¿Por qué a ti no te podría pasar lo mismo?

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora