18: Cuando todo se arregló

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—¿Tiene algún consejo?

Mahiro-san suspira y alza la vista.

—Solo intenten hablar hasta que lo calmen. Akiro siempre fue así de impulsivo.

Consejo de mierda.

—Gracias.

—Aún así, la hora ya se me pasó. Así que debería irme.

Hinata muerde sus uñas.

—¿Aprobamos lo que sea que estaba escribiendo?

Mahiro-san soltó una risa.

—Lo que estaba escribiendo era un informe sobre ustedes. Nada malo, en realidad. Solo qué pasó esta tarde.

—Lo que pasó no fue nada bueno. ¿Me... Nos quitarán a los niños?

—No, no, claro que no —rió—. Como les dije, es normal esto en las familias nuevas. No se preocupen, por favor.

Él se relajó, dejando salir un gran suspiro.

—¿Volverás?

—Seguramente a fin de año. Es depende de lo que diga la agencia de adopción.

Luego de despedir de Mahiro-san, Hinata se dejó caer en el sofá y pasó sus manos por su rostro. Yo, literalmente, volví a respirar.

—Y ahora tenemos que ir a hablar con Akiro.

—Hazlo tú —él dijo—. Yo ya no puedo más con él.

Solté una risa y asentí.

—Está bien.

Antes de entrar al cuarto de los niños, respiré hondo. Entreabrí la puerta y lo vi sentado en el suelo, jugando con una hoja de papel porque no tenía juguetes. Haru ya estaba durmiendo.

—Hola...

Akiro me miró y bufó.

—Oye, no hagas eso... estás enojado con papá Sho, no conmigo.

Akiro desvió la mirada.

—¿Quieres que hablemos de lo que pasó en la mesa? —entré al cuarto y me senté a su lado en el suelo. Akiro no me contestó y sonreí de lado—. Sabes que lo haremos igual, ¿no?

Seguía sin responderme.

Suspiré.

—Sabes, tu padre, Shoyo, te quiere muchísimo. Y siempre hace todo por ti y por tu hermano.

—No parece.

—Pero es porque no lo notas —acaricié su cabello y Akiro hizo una mueca—. A pesar de llegar cansado del trabajo, se queda jugando contigo. ¿O no?

—Sí...

—¿Y quién es el que siempre te ayuda con tus tareas?

—Papá Sho...

—¿Y quién siempre deja que veamos tu película favorita a pesar de que sería la quinta vez en la semana que la vemos?

Akiro suspiró.

—Sí, sabes que él. Y también sabes que lo que dijiste está mal.

—Pero es que... solo estoy enojado.

—Lo sé —sonreí.

—Papi, creo que soy un idiota...

—Ey, la boca.

—Perdón —hizo una mueca—. Pero... ¿crees que papá me perdone?

—Claro que sí. Te ama, ya te lo dije. Una pelea como esta no cambiará su opinión.

Akiro asintió.

—¿Me pasas la caja de colores?

—No. Sigues castigado —Akiro soltó una queja mientras yo me levantaba—. Cuando te sientas listo para ir y hablar con él, estaremos en nuestro cuarto.

—Bien...

Cuando salgo del cuarto, no me sorprendo cuando lo encuentro escuchando detrás de la puerta.

Incluso rio y tomó su mentón, impidiendo que diga algo.

—¿Vamos a dormir?

Hinata cae rendido en mis brazos treinta minutos después de acostarnos y yo me quedo despierto, viendo televisión.

El tiempo se me pasa volando y cuando vuelvo a ver el reloj, son las dos de la mañana.

—¿Papi?

Medio adormilado, prendo la lámpara. Akiro está en la puerta de nuestro cuarto, observándome aterrorizado.

—¿Papi Sho está durmiendo?

—Sí. ¿Qué pasa?

—Es que...

Corre hacia mi lado de la cama y alza la hoja de papel que tiene en manos. Es un dibujo mal hecho con lapicera negra porque, como dije antes, no tiene colores.

—Le hice un dibujo para que me perdonara.

Sonreí.

—Oye, Shoyo...

Lo moví un poco para que se despertara y al verlo abrir sus ojos, murmuré:

—Mira quién está aquí...

Se sienta en la cama y observa a Akiro.

—Cariño, ¿qué pasa? ¿estás bien? —Se preocupa al instante y nuestro hijo niega—. ¿Tuviste una pesadilla?

—No, papi. Solo... toma.

Frunció su ceño y tomó la hoja.

Se quedó unos segundos viéndola y después sonrió adormilado.

—¿Me perdonas, papi? —Akiro se trapa en la cama.

Pisó mis piernas y me hizo doler pero ey, es más importante la reconciliación.

—Perdón, papi, dije idioteces...

—Lenguaje.

—Dije tonterías —corrigió tirándose a sus brazos y abrazándolo. Hinata suspiró y acarició su cabello—. Perdón, perdón, soy un tonto, papi, perdóname.

—Está bien, tranquilo, te perdono pero no llores.

Akiro se abrazó con más fuerza a Hinata y yo sonreí, acariciando su espalda. Él clavó sus ojos en mí y me sonrió con sus ojos cristalizándose.

Qué linda es mi familia.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora