41: Cuando mamá se enojó

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No puedo dejar de llorar.

No sé cómo detenerme.

Mis manos tiemblan y mi corazón está destruído en el suelo. Solo hay piezas que jamás volverán a ser unidas. Estoy solo, no tengo a nada ni a nadie. No soy nadie.

Mi vida se ha derrumbado. Ya no hay un punto de regreso, ya no puedo volver el tiempo atrás. Arruiné todo, arruiné mi propio mundo.

—M-mamá...

Lloré en sus brazos cuando terminé con Shoyo —vaya, ahora digo su nombre—, por primera vez. Fue una calidez increíble.

Y la necesito ahora.

Por suerte ella me sigue amando a pesar del imbécil que soy y me toma en sus brazos, haciéndome entrar a casa y dirigiéndome confundida al sofá. Nao está ahí sentado, mirándome sorprendido y preocupado.

Termino sentado en medio de ellos dos. La escena me recuerda el volver a casa con diecisiete años, temblando y sollozando, dramatizando con que perdí al amor de mi vida con Miwa en la izquierda y mamá en la derecha. Pero claro, mi hermana ya tiene otras responsabilidades más importantes que el estúpido que tiene por hermano.

—M-mamá, lo perdí —dije de manera ahogada, tomándola de los brazos. Ella me mira apenada—. M-mamá, soy un idiota, por favor, mátame... ¡No quiero vivir más!

—No digas eso —Ella murmura negando—. Explícanos qué pasa, por favor, Tobio. Me estás asustando.

—Perdí a Hinata, para siempre.

—Pero...

—Dije cosas malas. Lo hice llorar, mamá, soy un imbécil —tiro de mi cabello ahogándome con mi propio llanto—. Se sacó nuestro anillo, se cansó de mí...

—Tobio...

—Me fui de la casa —Ahora miré a Nao, quien acariciaba mi espalda—. Él me lo pidió y yo lo hice porque tiene razón, Dios, lo volví a lastimar. ¿Por qué soy tan idiota...?

—¿Pero qué hiciste?

—¡Una estupidez! Dije cosas estúpidas, arruiné todo, mamá.

—Bien, Tobio, cálmate.

Nao toma mis hombros, apretándolos suavemente. Yo lo miré en silencio, sintiendo mi garganta arder y mi pecho doler. Me duele todo.

—Tu madre y yo no estamos entendiendo nada y necesitamos que te calmes para ayudarte, ¿si? Respira.

Y de un segundo al otro, inhalo y exhalo a la par que él.

Creo que ya no estoy llorando.

—¿Ahora nos podrías decir qué pasó?

Muerdo mi labio inferior. Esto es inútil, voy a volver a llorar.

Paso mis manos por mi rostro.

—Dije cosas malas.

—¿Qué, exactamente?

—Que quería estar con Atsumu en vez conmigo.

Y escondí mi rostro en mis brazos, apoyándome en mis piernas. Escuché a Nao suspirar y luego a mamá golpearme en la nuca.

—¡Mamá!

—¿¡Cómo puedes pensar eso después de tanto!? —me miró incrédula y yo sollocé más—. Tobio, por Dios, eres tonto.

—P-pero es que...

—Pero es que nada. Sabes que ese chico te ama, que tuvo hijos contigo, que incluso se fue a vivir contigo a pesar de lo insoportable y desordenado que eres —Mamá suena indignada—. ¡Y con Atsumu! ¡Atsumu, Kageyama Tobio! Lo conocí de pequeño porque tu marido me lo presentó y ya estaba en una relación o algo así, así que probablemente ahora está casado, ¿o no?

—S-sí...

—¡Y tú dices que a pesar de todo eso, Hinata Shoyo, la persona más fiel, dulce y cariñosa del planeta, quiere estar con un hombre casado que no es Kageyama Tobio! Eres increíble, en serio.

—¿A dónde vas?

Mamá se levantó del sofá y Nao le preguntó preocupado, todavía acariciando mi espalda.

—¡A buscar a Shoyo, claro está! —exclamó, tomando su abrigo—. Que este tonto de aquí reflexione un poco y se dé cuenta de las consecuencias de sus actos.

—¡Pero y-yo soy tu hijo y no él!

—¿¡Quién es el imbécil de turno que armó una escena de celos por alguien que está casado!?

Desvié mi mirada.

—¡Sí, eso pensé! —alzó la voz molesta—. ¡Nao!

Saltó en su lugar, asustándose también.

—¿Sí, cariño?

—¡¿Vienes conmigo!?

—No... déjame quedarme con Tobio un poco más, ¿si? Tú ve con Hinata...

—¡Bien!

Cinco minutos después, se escuchó un portazo.

Mamá está enojada conmigo.

Empiezo a sentirme el Kageyama de diecisiete otra vez.

Muerdo mi labio inferior y miró a Nao, quien ha vuelto de la cocina para traerme un vaso de agua y unos pañuelos.

—Oye, Tobio...

Yo no lo miro, en realidad, me estoy sonando la nariz.

—Y-yo sé que no soy nadie de tu familia y que nuestra relación no es la mejor de todas... pero... si quieres que hablemos de tu situación y busquemos formas para resolverla... podemos hacerlo, ¿si? Solo si quieres...

Lo miré en silencio.

Parpadeé.

—¿En serio?

Recuerdo a Miwa preguntándome si quería a Shoyo todavía cuando habíamos terminado.

Déjà vu.

—Sí... pero si sientes que no soy yo quien debería ayudarte, puedo llamar a Miwa y-

—No... —murmuré—. Gracias, Nao... contigo... contigo estaré bien.

Él me sonrió de lado apenado.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora