69: Cuando Akiro dijo la verdad

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—¡Papi!

—¿Qué pasa, cielo?

Hinata suspira a mi lado.

—Dios bendiga el día que empezaste a usar apodos —dijo cruzado de brazos con una sonrisa, observándome alzar a Kira.

—Eso —dijo ella, sonriéndome—. 'E papi habla bonito cuando me dice atí.

Yo solo sonreí y dejé un beso en su frente.

—¡Que me dejes, imbécil!

—¡Entonces ayúdame!

Hinata, Kira y yo suspiramos, dándonos vuelta.

Bajando las escaleras, un par de gemelos de quince años se acercan a nosotros mientras se tironean.

—¿Y ahora qué pasa? —preguntó Hinata cansado.

—¡Pasa que este idiota no me deja en paz!

Haru exclama, mirándonos.

Al fin tienen quince años, sin embargo siguen siendo tan tontos como siempre. Físicamente están altos, la última vez que los medimos, Haru llegó al 1,79 mientras que Akiro mide 1,77. ¿Por qué? Cosas de gemelos, suponemos. Bokuto y Akaashi nos dijeron que a sus hijos les pasa lo mismo: El mayor de sus gemelos le saca dos centímetros al menor. Justo como pasa aquí.

¿Qué?

¿No sabían que Haru era el mayor?

Por eso, cuando pelean, Akiro siempre sale menos lastimado. Haru se niega a golpear mucho a su «hermanito menor», haciéndolo enojar todavía más.

Y bueno, supongo que su cabello por fin tiene un peinado. Desordenado.

¿Eso cuenta como peinado?

En fin...

Kira es tan bonita como siempre. Nariz pequeñita, ojos siempre bien abiertos y avellana. Es como Hinata, solo que con cabello largo y bien lacio.

—Papá, dile al imbécil de Haru que me acompañe al parque el viernes, a la tarde.

—¡No quiero! —exclamó molesto, pasando de nosotros hacia la cocina.

—¿Por qué quieres ir al parque el viernes?

—Podríamos acompañarte nosotros.

Akiro nos miró unos segundos y luego hizo una mueca.

—No. Simplemente no...

Se fue a sentar.

Nosotros lo seguimos.

—¿Por qué? —Hinata preguntó.

—Nada importante...

Dijo desganado.

—Porque el idiota va a reunirse con el idiota que le gusta.

Haru salió de la cocina con un vaso de agua. Akiro lo miró.

—Listo. Estás muerto, idiota.

—¡Akiro!

Mi marido gritó pero lo ignoró, levantándose rápidamente para golpear a su hermano, quien corrió hacia mí, escondiéndose atrás mío.

—¡Papi, ayúdame!

Kira miró a Haru molesta y golpeó su cabeza.

¡No totes a mí papi, tontito!

—Ya, ya —palmeé la espalda de la niña con el ceño fruncido—. ¿Qué les pasa? A los dos.

—¡Es tu hijo el problema, no yo!

Haru exclamó todavía atrás mío.

—¡El problema serás tú cuando tus sesos estén en la pared! —gritó molesto.

Hinata rodó los ojos.

—Voy a contar hasta tres, Kageyamas —dijo, ganándose la atención de los cuatro—. Y más les vale que todos estén sentados porque si no, yo me levantaré y les irá mal, así que uno...

No hizo falta llegar al dos.

Nos sentamos rápidamente.

Espera, ¿¡y yo por qué me siento!?

—Gracias —sonrió, quizá molesto—. Ahora, ¿por qué tú no lo puedes acompañar?

—¡Porque siempre soy el mal tercio!

—¡Pero si ni siquiera la conoces! —Akiro exclamó confundido—. ¡Ni siquiera yo lo conoz- Oh.

—Ah... eres tan imbécil.

Hinata y yo miramos a Akiro, ignorando la queja de Haru.

—¿Entonces cómo se supone que se van a juntar si no se conocen? —fruncí mi ceño.

Akiro apretó sus labios y dejó caer su cabeza contra la mesa.

Su hermano a mi lado rió.

—Explícate, vamos —se cruzó de brazos sonriente.

—Oye tú —lo miré—. ¿Quieres calmarte?

—¿¡Por qué me retas a mí!? —chilló.

—No te estoy retando.

—Akiro —Hinata lo llamó—. ¿Cómo conociste al que te gusta?

—Técnicamente no lo conozco —suspiró, alzando la mirada—. Pero a la vez sí... es de internet.

Hice una mueca.

—No. Ni siquiera lo pienses —Hinata se levantó—. Tú no te juntaras con un desconocido. No pienso permitir que te secuestren.

—¡Escúchame! —dijo mirándolo—. No hemos visto nuestras caras ni hemos hecho llamadas pero hace un año venimos hablando. Descubrimos que vivimos en la misma ciudad, papá, por favor...

—¿Te estás escuchando? —Hinata se acercó, apoyando sus manos en la mesa—. ¡Akiro, podría ser un asesino!

—¡No lo es! —exclamó negando—. ¡Te juro que no lo es!

—¿¡Y cómo sabes eso!?

—¡Yo- eh... —sus mejillas se enrojecieron. Yo fruncí mi ceño—. ¡Solo confía en mí!

—¡Kageyama, dile algo!

Yo los miré a todos y luego a Akiro.

—Bueno... podría ser un secuestrador, asesino o el jefe de una trata de niños de pelo negro y ojos celestes —dije mientras Kira asentía—. O quizá podría ser un chico normal.

Hinata me miró indignado.

—Podrás conocerlo, pero tu padre y yo iremos.

—¡Pero!

—Pero nada —me levanté, bajando a Kira—. Suficiente con que te dejemos conocer a alguien a quien no le has visto la cara —lo miré y él bufó—. Incluso estaremos ahí cuando esté frente tuyo.

—¡Qué vergüenza!

—Deberías preferir eso antes que te secuestren.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora