57: Cuando conocimos a Akira

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Bien, un año.

Ha pasado un año desde que Hinata y yo volvimos.

Lo que significa, catorce años juntos y dos con los niños.

Ahora mismo estamos sentados uno frente al otro.

Saori-san en medio.

—Uno...

—Dos...

—Tres...

—¡Piedra!

—¡Papel! —Hinata gritó—. ¡Já, te gané!

Chasqueé la lengua molesto.

—Entonces... ahora que... Hinata ganó —Saori acercó unos papeles en dirección a mi marido—. Supongo que ya pueden empezar.

—Saben, no me gusta escoger niños así —dijo mirando las fotos. Yo suspiré—. Prefiero ir a conocerlos y que ellos nos escojan.

—No puedes ir y pedirle a un bebé que te escoja —acoté y él me miró mal.

—Ya sé, tontoyama. Pero te gané, así que no tienes voz ni voto.

—No es como si estuviera en desacuerdo —me crucé de brazos—. Te seguiría en todas tus ideas locas pero siento que esta... esta es la peor.

—¡Es la mejor!

Los ojos de Saori iban y venían de él hacía mí.

—Habíamos quedado en que iban a ser tres.

—Cuatro es mejor —arrugó su nariz.

—No son perritos, Hinata Shoyo.

—Ya te dije que ya lo sé, Kageyama Tobio —dijo en el mismo tono—. Pero tú tienes que confiar en mí.

—¿Y si no sabemos cuidarlos?

—Si pudimos con los psicópatas energéticos de Akiro y Haru, podremos con nuestros próximos dos hijos.

Yo suspiré y me le quedé viendo. Terminé sonriéndole. Tengo que confiar en él...

—Genial, entonces Saori-san —dirigió sus ojos hacia la mujer—. ¿Cuándo podríamos ir a ver a los niños?

—¿No elegirán por foto?

Negué y Shoyo hizo lo mismo.

—Supongo que mañana, en el mediodía...

Nos retiramos del edificio de adopción energéticamente. Hinata salta de la emoción y yo le sonrío.

Probablemente no están entendiendo nada, así que explicaré lo que está sucediendo.

Todo empezó por Kuroo y Kenma. Un día nos llamaron y nos dijeron que fuéramos a su casa: ahí nos enteramos que la familia de nuestros mejores amigos se había expandido sorpresivamente. Kuroo y Kenma habían adoptado a tres niñas más; unas hermanas de doce, nueve y seis años. Y ellos ni siquiera lo tenían planeado, simplemente el hombre que los había ayudado con Kazumi los había llamado para ofrecerles esto. Eran niñas desamparadas y necesitaban un hogar con urgencia ya que el orfanato al que las habían mandado, no recibían hermanos y no querían separarlas. Kuroo y Kenma lo discutieron en llamada en menos de dos segundos y terminaron aceptando.

Hinata quedó tonto por eso. Y me dijo:

—Ey, Kageyama, ¿qué tal si en vez de un niño más adoptamos dos?

¡A las cuatro de la mañana!

¡Me despertó en la madrugada para preguntarme eso!

Yo, adormilado y sin entender, dije que sí.

Y al otro día, él volvió a tocar el tema. Yo estaba confundido pero terminé aceptando; su idea no sonaba mal, sin embargo tenía miedo porque, cielos, ¡son dos! Es un peligro, más con el par de gemelos que tenemos en casa quienes ahora están emocionados pero sé que dentro de dos meses querrán matarnos.

Así que mañana tendremos que venir al orfanato y visitar a muchísimos niños. Qué mal la estoy pasando y ni siquiera llega el día.

***

Ah... esto fue mala idea.

Hinata quiere llorar porque le da muchísima pena la vida de los niños y yo también porque, ey, esto es triste.

Por suerte logró distraerlo y caminamos por el gran jardín, viendo niños de todas las edades jugar. Hinata, quién está a mi lado y ya se le ha pasado la tristeza, toma mi brazo y lo aprieta.

—Kageyama.

—¿Ah?

—Esa —dice mirando un punto fijo—. Ella es, Kageyama. Es ella.

Yo buscó con mi mirada. Termina en un grupo de adolescentes. Mierda...

—¿Cuál de todas?

—¡La que tiene el mismo color de cabello que yo! —exclama tirando de mi brazo—. Es ella, Kageyama. Tenemos que adoptarla, por favor.

—Pero ni siquiera nos conoce...

—Lo hará. Seremos sus padres, ¡vamos!

Sin vergüenza alguna, nos comenzamos a acercar. La niña, que parece tener doce o trece años, nos visualiza y alza una ceja.

—¡Hola! —Hinata saluda y ella solo sonríe—. ¿Cómo te llamas?

—Akira.

Cielos, Akiro va a querer matarse cuando escuche su nombre.

—Es un placer, Akira. Yo soy Shoyo y él es Tobio.

—Hola —murmura, tímida.

—¿Qué edad tienes? —Sigue preguntando. Yo solo la miro a ella.

—Catorce...

—Oh, genial —sonríe y Akira asiente—. Y dime, ¿qué te gusta hacer?

—Bueno... jugar al vóley es una de mis cosas favoritas.

Hinata y yo nos miramos. Estoy seguro que de nuestros ojos salen estrellas.

—Qué casualidad —dice mirándola—. Nosotros también, realmente lo amamos... ¿Te parece ir a jugar un rato a la cancha comunitaria?

—¡Sí, por favor! —alza la voz con emoción y yo la miro sorprendido. Ella, al notarlo, cierra la boca con sus mejillas enrojeciendo—. Ah, lo lamento...

—No hay problema, nosotros también solíamos emocionarnos así de pequeños —sonrío de lado—. ¿Vamos?

Asiente, otra vez tímida.

Entonces llegamos a una cancha con Saori-san a nuestro lado. Yo pico mi pelota con una sonrisa.

—¡Bien, bien, somos tres así que Saori-san, venga con nosotros! —grita Hinata llegando al medio de la cancha.

—¡P-pero no se jugar!

—¡Aprenderá, vamos!

Supongo que tendré que hacer pareja con Akira, así que le lanzo la pelota a Hinata y camina al lado de la red, pero ella se apresura y llega antes.

Yo parpadeó atontado. Akira también.

—¿Eres armador?

—¿Eres armadora?

Preguntamos a la vez.

Ahora nos miramos con sorpresa.

—El armador es el más importante porque... —empiezo yo.

—Es quien dirige todos los ataques.

—Y...

—Es literalmente la razón por la que el equipo puede anotar puntos.

Sonrío y ella también. No hace falta decir nada.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora