25: Cuando hablé con mamá

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Nunca había sido testigo de la muerte tan cercana. Simplemente jamás se me pasó por la cabeza que mis padres, en algún momento de mi vida, morirían. Nunca lo creí y quizás eso fue lo que me tomó desprevenido, lo que me lastimó mucho más.

Al llegar a casa —la de mis padres—, Natsu abrió la puerta y se tiró sobre mí, sollozando mucho más fuerte, haciendo que mi mundo cayera en pedazos otra vez. Aunque intenté no llorar, terminé sollozando mientras Kageyama nos hacía entrar a casa. Ahora lucía todo más triste, más vacío y sin la energía de papá.

Esto es difícil de explicar.

—Mañana será el velorio —dice mamá con la mirada perdida en la cocina. Yo estoy hecho un ovillo en la silla y Natsu abraza a Kageyama—. Sus... sus tías lo organizaron... d-deberíamos de agradecerles.

—¿Agradecerles? —suelto con una ceja alzada. Kageyama me mira—. No les voy a agradecer una mierda. Años estuvieron ausentes y ahora aparecen para llorar a alguien que pocas veces vieron —chasqueé la lengua.

Problemas de familia. No tengo ganas de explicar.

—No es momento para eso, Shoyo.

—Claro que lo es —sorbo mi nariz, observándola molesto—. Ni creas que lo haré.

—Lo harás —sentenció.

Tengo dos hijos y un marido, mamá —escupí irónico. Ella cerró la boca.

Ahora el ambiente estaba mucho más tenso de lo que estaba horas atrás. Kageyama cocinó y nosotros comimos en silencio. Se supone que deberíamos hablar, quizá recordar a papá pero se siente estúpido todo.

Bufé.

—Quiero ir a casa.

—¿Para qué? —Kageyama me observa del otro lado de la mesa.

Mamá está en su cuarto. Natsu está bañándose.

—Quiero estar con los niños.

—Están en la escuela.

—Quiero ir a buscarlos.

—¿Por qué?

—Quiero verlos.

Suspiró.

—¿Qué tal si vas a hablar con tu madre?

—No. ¡Quiero ir a ver a mis hijos!

Alcé la voz sin querer.

La mirada de Kageyama se profundiza sobre mí pero yo solo lo puedo mirar molesto. Sí, ya sé que estoy enojándome con él sin razón alguna pero ¡déjenme en paz!

—Lo que quieres es distraerte porque no quieres afrontar a tu madre —soltó sin titubear. Yo apreté mis labios—. Entiendo que estés enojado porque tu padre los dejó sin avisar y sin que pudieras despedirte... pero no tiene sentido enojarte con alguien que no tiene la culpa.

—¿Estás diciéndome que me enojo por cualquier cosa?

—Estoy diciéndote —se levantó y caminó al refrigerador—, que todos intentamos hacer un duelo y lo mejor es estar juntos, a pesar de tener problemas los unos con los otros.

Bueno, tiene razón. Punto para él.

Sus palabras quizá me hacen reflexionar y por eso mismo, cuando él no me está viendo, me escabullo al cuarto de mamá.

Ignoro las pertenencias de papá por mi propia salud mental y me siento a su lado. Ella tiene una foto en manos y parece lamentarse en silencio.

—Lo siento —murmuró.

Apreté mis labios sintiendo mis ojos arder y la abracé por los hombros.

—Solo... —respiró hondo—. Solo estoy abrumada con la situación y dejé que tus tías se hiciesen cargo porque simplemente no sé cómo seguiré de ahora en adelante.

—Con nosotros —murmuré con la voz rota—. Quedamos nosotros dos, mamá.

—Lo sé —Ella toma mi mejilla y me sonríe, destruyendo mi corazón—. Pero no es lo mismo, cariño.

—Mamá...

—Lamento haber discutido contigo en la mesa, cielo —yo niego—. Quiero que sepas que... que te quiero mucho. Te amo.

—Yo igual.

Mi labio inferior tembló y la mirada de mamá de suavizó. Fue imposible no tirarme en sus brazos, rompiendo en llanto por tercera vez en el día.

Algo que ya no sé es la hora. No sé que hora es y tampoco me importa mucho. Pasamos a buscar a los niños a la escuela pero no les hablo, no quiero que vean lo destruído que estoy porque no quiero que ellos también sufran, así que apenas llegamos a casa, me encierro en nuestro cuarto y dejo que Kageyama, por un día más, se encargue de ellos.

Pero mi opinión cambia cuando abro un poco la puerta y escucho la conversación entre los tres.

—Papi está enojado con nosotros —La voz de Akiro suena rota.

—No, no. No es eso-

—Papi Sho nos odia.

¡No, no lo hago!

—¡No quiero que esté molesto con nosotros, papá!

—Es que no lo está-

—No nos habla, no nos mira... ¡Nos ignora! ¡Nos odia!

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora