37: Cuando tuvimos una gran discusión

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—Niños.

Probablemente me comporté como un increíble imbécil durante el almuerzo con los Miya. Quizá también les deba una gran disculpa.

Pero...

No lo sé. Estoy molesto por todo y odio el simple hecho de que Hinata no me entienda.

—¿Podrían ir a su cuarto? —pregunta Hinata con una sonrisa forzada. Haru y Akiro nos miran confundidos—. Papá Tobi y yo tenemos que hablar.

—Pero...

—Vayan.

Bufan a la vez y se van a su cuarto.

—¡Cierren la puerta y vean la televisión!

Hinata me matará.

En parte me lo merezco.

Desde hace tiempo vengo actuando como un completo idiota.

Cuando escuchamos que el cuarto de los niños es cerrado, siento mi sangre congelarse ante la mirada enojada de Shoyo.

—No puedo creer que hayas hecho eso.

Me miró fijamente.

—¿Me culpas?

Lo miré de igual forma.

No me gusta pelear con él. Odio no poder hablarle y hacerlo sufrir. Pero quizá en momentos como este necesitamos descargarnos porque llevamos aguantando mucho en silencio.

—¡Te iba a besar!

—¡Está casado, Kageyama! —señaló su propio anillo—. ¡Casado!

—¿¡Y eso qué!? —exclamé—. ¡Solo... solo deberías admitir que te gustaría que te besara!

—¿¡Estás escuchándote!?

—¡Desde que Atsumu llegó, lo único que haces es pasártela con él!

—¡Porque hace muchísimo tiempo no lo veo!

¿En qué momento alzamos la voz?

—¡Pero aún así! —puso sus manos en la mesa—. ¿¡Tiene sentido hablar de esto cuando en realidad deberíamos hablando de lo idiota que eres!?

—¿¡Idiota!?

—¡Sí! —Las mejillas de Hinata comenzaban a enrojecerse—. ¿¡Cómo puedes ser capaz de haber dicho lo que dijiste en la mesa sin siquiera titubear!?

—¡Era la verdad!

—¡No era la verdad! —golpeó la mesa, como si estuviese haciendo un berrinche—. ¡Nadie quería acostarse con nadie, es tu propia cabeza mal funcionando!

—¡¿Por qué te cuesta tanto admitirlo!?

—¡A ti, Kageyama... —me señaló—, a ti ¿qué te cuesta admitir que estás celoso!?

—¡Estoy celoso, Hinata!

Mordió su labio inferior y bajó la mirada. Yo me apresuré en acercarme a él y tomarlo de los brazos.

—¡Estoy celoso, felicidades! ¿¡Eso es lo que querías oír!? —exclamé mirándolo incrédulo y sarcástico.

Él de un manotazo me alejó.

—¡Y antes de que digas algo...¿Cómo quieres que no lo esté!? —Él negó, mirándome cada vez más molesto—. ¡Atsumu esto, Atsumu aquello!

—¡Estás repitiendo lo mismo que hiciste hace años! —gritó y yo cerré la boca—. ¡Lo hiciste con Kenma, ¿Y ahora con Atsumu!?

—¡Bueno... te casaste sabiendo que iba a ser así!

—¡Me casé contigo porque te amo, imbécil! —me miró incrédulo—. ¿¡Y tú qué!? ¡Tú actúas como un estúpido, haciéndome escenas de celos después de cuánto... ¿doce años!?

—¡Estoy en mi derecho!

—¡No lo estás! —negó—. ¡No-lo-estás, Kageyama! ¡¿Por qué sigues dudando de mí después de todo lo que pasamos!? —se acercó, mirándome desesperado. Yo apreté mis labios—. ¡Esto no es la primera vez que pasa, así que dime, por favor, porque necesito saber la razón por la que no confías en mí!

¿Siquiera hay razón?

—¡¿Es que acaso he sido un mal marido!?

Sus ojos ya no lucían molestos, solo tristes. Desesperados.

—¡¿He sido un mal mejor amigo, un mal novio!? —Yo no sabía qué responder—. ¡Vamos, dime, por favor!

Nos quedamos en silencio. Él me miraba expectante de una respuesta.

Y yo no se la podía dar. No habían palabras.

Sus ojos me intimidaron. A pesar de comenzar a enrojecerse y cristalizarse, su mirada me hacía desviar la mía. Era penetrante y persistente, robándome el aire.

Tengo miedo de no responder pero a la vez siento que se me acaba el tiempo.

Hinata, sin decírmelo, me demuestra que mi tiempo está corriendo.

—Estás haciendo lo mismo que hiciste cuando rompimos —dijo después de un eterno silencio. Yo sentí mi estómago convertirse en un nudo—. No hablas, ignoras lo que digo, no sabes qué responder.

Me quedé congelado en mi lugar. Él se echó hacia atrás, abrazándose a sí mismo.

—¿Ahora qué dirás? —sonrió—. ¿Que no te entiendo? ¿Que no he estado en tu lugar?

Negué.

—Dime, ¿alguna vez te hice una escena de celos con Mika?

Negué.

—¿Con Kuroo, después de casarnos?

—No...

—¿Crees que tengo derecho a hacerlo después de todo lo que hemos pasado?

—No...

—Claro, pero tú sí.

—Tengo... tengo mis razones.

—¿Razones? —me miró incrédulo—. ¿Qué razones, Kageyama? Dios mío...

Mordí mi labio inferior.

—Simplemente no se puede tener una conversación contigo —negó—. No piensas, no piensas en mí.

—¡Sí pienso en ti!

—¡¿Entonces por qué sigues desconfiando!?

—¡No es que no confíe en ti!

—¿¡Entonces qué es, Kageyama!? ¿¡Qué es!?

Sus ojos volvieron a desesperarse.

Mi corazón volvió a romperse.

Abrí la boca para decir algo pero mi teléfono sonó.

Sin pensarlo lo saqué de mi bolsillo. Y contesté al ver que era del trabajo.

Seguí con mis ojos a un frustrado Hinata, quien negó decepcionado y tiró de su cabello, alejándose.

—¿Mika-san? —murmuré suspirando.

¡Tobio-san! El jefe lo llama con urgencia al trabajo. Necesita que venga sí o sí.

Miré a Hinata.

¿Debería irme?

Apreté mis labios.

—Ahora voy.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora