45: Cuando llegaron los papeles

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Un mes.

Un bendito mes sin vivir con Shoyo y los niños.

Mi estado mental ya no da para más. Sé que he bajado de peso y que soy un asco pero no puedo ni verme a mí mismo. Me siento incompleto y feo sin mi familia.

Y sí, sigo viendo a los niños pero ¿a Shoyo? ¡Já! Ojalá. Me ignora, no me mira y huye de mí. Cuando llego a casa, él ya se fue y cuando vuelvo, él «dentro de cinco minutos llega». Me evade y me destruye, obviamente.

Aún así sigo sobreviviendo. Vivo con mamá y los niños son felices quedándose con la abuela. Todavía no puedo hablar con Kuroo, quien me dijo que no me acercase a su casa porque Kenma afiló un cuchillo. No sé qué significa pero supongo que debería hacerle caso.

Así que ahora me considero una persona solitaria. No tengo amigos y mi esposo me ignora. Solo tengo a mis hijos.

—¡Correspondencia!

Salgo de casa recién despierto, bostezando. Son las ocho de la mañan y me tengo que levantar para ir a trabajar. Hablando de eso, Mika, mi secretaria, es la que más apoyo me da en esto.

—Buenos días. ¿Aquí vive Kageyama Tobio?

—Ah, sí. Soy yo.

—Firme aquí, por favor.

Hago caso y el hombre me da un sobre de cartón. Yo le agradezco y cierro la puerta mientras lo abro, preguntándome qué hay adentro.

¿Quizá un regalo?

Sacó unos papeles del sobre y leo.

Mi sangre se congela.

—¿Qué?

Es lo único que puedo preguntar. Rápidamente me dirijo a la cocina para sentarme porque siento que me voy a desmayar y leo lo que no puedo terminar de creerme.

Papeles de divorcio.

¿¡Qué!?

Siento como todo a mi alrededor comienza a distorsionarse mientras mis ojos vagan por la hoja. La presente solicitud de divorcio entre Hinata Shoyo y... bla, bla, bla. ¿¡Qué!?

No puedo creerlo.

Me niego a creerlo.

Los papeles dicen la verdad, hay una firma y es una solicitud de divorcio por parte de Hinata Shoyo.

Tiro las cosas sobre la mesa y tomo mi teléfono, marcando su número. Solo pasan segundos para darme cuenta que no me va a responder porque, claro, me está ignorando.

¿¡Cómo es simplemente esto posible!?

No pienso quedarme aquí y aceptarlo. ¿Shoyo me ha estado ignorando desde hace un mes y ahora me sorprende con esto? Bien, yo lo sorprenderé yendo a buscarlo porque necesito una explicación.

O quizá necesito verlo y...

No lo sé, solo sé que diez minutos después estoy saliendo de casa mientras termino de arreglar mi camiseta. Tomo los papeles de la mesa y salgo de casa, asustando a mamá que acaba de despertar.

—¡Tobio, ¿a dónde vas!?

Pero ni siquiera contesto. Doy un portazo y me largo, abriendo la puerta de mi auto y apretando los papeles en mi mano.

No sé si estoy enojado o desesperado. No tengo ni la menor idea de lo que estoy haciendo, pero solo necesito hablar con Shoyo porque realmente siento que me dar un ataque de pánico. Simplemente no puedo imaginarme un divorcio entre Hinata y yo, no sobreviviré y no m importa lo dependiente que estoy sonando ahora. Hace doce malditos años estoy con él y me niego a perderlo otra vez.

Así que cuando llego a casa, saco mis llaves y me sorprendo cuando la puerta está sin llave, así que la abro sin más.

—¡Hinata! —grité.

Pero no me encuentro con él. Solo hay una cabellera rubia y una sudadera verde.

—¿A dónde está Hinata?

—Fue a comprar algo con los niños —respondió Atsumu mirándome de manera despectiva.

Bueno, en parte tiene derecho.

—¿Y por qué estás tú aquí?

—Bueno, necesitaba ayuda en algo. ¿Qué haces tú aquí?

Alcé los papeles.

—Divorcio. Vengo a buscar respuestas.

—Oh, te llegaron... —murmuró sorprendido.

—¿Sabías de esto?

Me acerqué a él y Atsumu, sin inmutarse, negó alzando una ceja.

—Hablé con Shoyo pero no pensé que tomaría esa decisión.

Apreté mis labios.

—¿O sea que tú le diste ideas? —me crucé de brazos y Atsumu suspiró—. ¿Querías que llegáramos a esto, acabar con nuestro matrimonio?

—No, Kageyama. Claro que no...

—Probablemente querías que pasara —bufé.

Atsumu negó.

—Eres un idiota.

Lo miré mal.

—En serio —me miró indignado—, intento ser amable contigo pero ahora que no está Shoyo, puedo decirte en la cara que eres un completo imbécil, por Dios.

—¡Oye!

—¡No, oye tú! —me dio un empujón y yo lo miré mal—. ¡Escúchate a ti mismo!

Apreté mis manos en puños.

—¡Lo hago!

—¡No, no lo haces! Crees que tu forma de pensar es la única que está bien aquí pero, ¿sabes qué? Estoy casado y Shoyo no me interesa, pedazo de imbécil.

—Eso dijiste más de joven y-

—¡Y me importa una mierda! —exclamó, dándome otro empujón—. ¡Y a ti también debería, mejor céntrate en que te dieron una maldita carta de divorcio en vez de mí!

—¡Tú fuiste la razón de esto!

—¡No, tú fuiste! —tomó los papeles y los apoyó bruscamente en mi pecho—. ¡Tú hiciste que las cosas terminaran así porque no confías en él, idiota, no lo haces!

—¡Sí confío en él!

—¡Entonces demuéstralo, cielos! —me miró incrédulo—. ¡Si confías en él y tanto te importa como pareces demostrarlo, no vengas con aires de grandeza e intentes hacerme algo a mí cuando deberías estar buscando una solución a esto!

Apreté mis labios y terminé alejándome, bajando mi mirada.

—¿Kageyama?

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora