21: Cuando los perdí

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La casa sin los niños se sentía aburrida. Por eso mismo odio no trabajar en las tardes. Sin  Kageyama y los gemelos, la casa es pura paz. No hay gritos ni quejas, solo tranquilidad.

Y eso hace que me dé mucho sueño. En serio, ni siquiera la televisión me entretiene.

Decido ir a la cocina y buscar algo para comer. En la heladera me encuentro con la lista de cosas que hay que comprar para ir al cumpleaños de Akemi. Los niños están emocionados por ir a hacer las compras... y eso también es aburrido.

Se supone que haremos todo cuando Kageyama vuelva de trabajar y las dos pequeñas bestias terminen la escuela. El sábado es el cumpleaños de nuestro sobrino y hoy es viernes.

Sí o sí hay que comprar.

Como algo y veo televisión, intentando entretenerme con las caricaturas —de mierda— que ven Akiro y Haru. Es un espía que salva a una princesa o algo así y la verdad es que lo odio.

Aunque no voy a negar que es atractivo.

En fin, ¡salto de tiempo!

—¡Estoy feliz! —exclamó Akiro mientras unía los botones de su guardapolvo azul—. Amo ir de compras.

—Akiro Kageyama —lo tomé de los hombros y él clavó sus ojos en mí—. Compórtate en el supermercado o si no no saldrás más.

—Está bien, papi.

—Haru, tú también —acotó Kageyama llegando con un carrito.

—¡Pero si yo soy el que se comporta mejor!

—No importa. Les advierto igual.

Haru soltó un quejido y se metió en el carrito con dificultad y se sentó en medio con los brazos cruzados. Kageyama rodó los ojos y entró al mercado, siendo seguido por mí y por Akiro.

Aunque le haya advertido al salvaje que tengo por hijo que no lo traeríamos más si hacía algo, Akiro salió corriendo al instante que sus pies tocaron el mercado. Se perdió entre los pasillos y yo solo suspiré.

—Ese niño nunca aprende.

Kageyama rió.

—Suenas como un padre.

—Soy, literalmente, un padre.

—Ah... cierto.

Haru rió ante la estupidez de Kageyama.

Comenzamos a caminar llevando el carrito y cargando cosas. Akiro acotaba que podríamos comprarle algo que traía a mostrarnos y como le decíamos que no, se quejaba y devolvía la cosa a su lugar para luego tomar otra y repetir lo que hizo un millón de veces más.

Haru iba leyendo un cuento que Akiro le había dado pero que a la hora de pagar no lo compraríamos.

Kageyama leía los precios mientras que yo echaba cosas cuando él no me prestaba atención. De vez en cuando también lo hacía cuando yo le decía a Akiro que dejara de correr.

—Iré a preguntar por el precio de esto. Ya vengo.

—Está bien.

Kageyama se alejó observando confundido una bolsa de comida para gatos. Yo observé a los niños y luego miré el mostrador a mi lado: Toallas femeninas.

Oye, están carísimas. ¿Cuando tengamos nuestra hija tendremos que comprar esto? Cielos, tendremos que trabajar mucho. Lo peor es que las mujeres la usan una vez al mes y creo que si tienen mala suerte, dos... qué traumático, menos mal que nací hombre.

Suspiré y volví mi vista a los niños.

Los niños.

Los niños no están.

A dónde mierda están mis niños.

—¿¡Haru!?

No estaba en el carrito.

—¡Akiro!

No estaba revoloteando por el pasillo.

Dejé el carrito y caminé hasta el medio, pero no, no estaban. No había rastro de ellos.

Perdí a mis hijos.

Kageyama me va a matar.

—¡Niños! —exclamé metiéndome en la sección de verduras—. ¡Akiro, Haru! ¡Niños!

¿¡Cómo puede ser que hayan desaparecido si solo estuve dos minutos viendo las toallas!?

—¡Niños!

Bien, comienzo a desesperarme. Esto no es nada bueno.

Los voy a matar cuando aparezcan. Cielos.

—¡Akiro, Haru!

¡Es que no los encuentro! ¡No aparecen!

Muerdo mi labio inferior y ya estoy sintiendo mis ojos cristalizarse. Es que soy el peor padre del mundo, merezco la muerte. ¿Cómo voy a perderlos?

Tengo que avisarle a Kageyama.

Sí, eso haré. ¡Que sea lo que Dios quiera!

Volví a donde el carrito rápidamente, ya pensando qué decirle a mi marido y cómo evitar que me regañe aunque me lo merezco más que nadie en el mun-

Hijos de puta.

—¡Niños!

Akiro está sosteniendo una bolsa de pan y Haru está mostrándole un cuaderno de dibujos a Kageyama.

—¿¡A dónde estaban!?

—Fuimos a buscar a papá —respondió Akiro confundido.

Tomé mucho aire y parpadeé rápidamente, sintiendo mi corazón volver a latir.

—No vuelvan a hacer eso en sus vidas, por favor.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora