Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina

66: Cuando... no lo sé

—Me quiero suicidar.

—No, Akira. No digas eso.

—Nueve malditos meses, papá.

—¡Un embarazo! —exclamó Akiro desde un costado. Yo le tapé la boca.

—Me voy a matar cuando ustedes no me vean.

—¿Qué es lo que tenía? —Haru preguntó a un lado de Akemi.

—Lesión del ligamento cruzado anterior  —dijeron Akira y Kageyama poniendo los ojos en blanco. Qué miedo.

—Tuve un déjà vu —Toshio y Miwa dijeron a la vez.

—Oh mierda, el año siguiente después de la lesión de Tobio nació Akemi. Mierda.

—Mierda.

Los miré incrédulo.

—Estoy aquí —dijo su hijo mayor alzando la vista de su teléfono.

—¿Y qué? —Miwa lo miró alzando una ceja—. ¿Qué no sabes cómo naciste?

Rodó los ojos y guardó el aparato.

—Oh.

Miré a Akiro, quién había encendido su teléfono.

—Tengo que... irme.

—¿A dónde?

—Al pasillo —pegó el teléfono a su pecho, sonriendo nervioso.

Fruncí mi ceño.

—¿Por qué? —Akemi preguntó.

Akiro lo miró.

—¿Por qué te importa?

Bufó.

Akiro se fue rápidamente del cuarto.

Todos miramos a Haru.

—Esta vez no tengo idea de qué le pasa.

—Usen su conexión de gemelos —Miwa acotó.

—No la tenemos —suspiró.

—¡Hola, yo soy la importante no Akiro!

Reí y dirigí mi mirada hacia Akira.

—¿Cómo estás, hija?

—Ya les dije. Quiero morirme.

¡Salto de tiempo!

No es mucho en realidad.

Solo cuando llegamos a casa.

Akira llora mientras Kageyama la carga hasta el sofá. Akiro y Haru entraron angustiados y Kira con un caramelo en la boca. Los niños simplemente se fueron a su cuarto con la bebé y nosotros nos quedamos con ella.

—¡No voy a poder jugar más! —sollozó, entre medio de nosotros.

—Claro que sí, no digas eso...

—¡Si no me cuido bien, me quedaré sin rodilla, papá!

—Te vamos a cuidar, cariño —acaricié su espalda y Kageyama acarició su cabello—. No seas negativa, ¿si? Te vas a mejorar y vas a seguir jugando porque eres fuerte.

—Exacto.

—¿Tú pudiste seguir jugando después de tu lesión?

—Claro que sí. Y tú también lo harás.

Ella limpió sus lágrimas, mordiendo su labio inferior.

—¿Ya estás más calmada?

Me miró unos segundos...