31: Cuando pasaron cosas en el auto

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—Ah, Kageyama. E-espera...

Cuando baja del auto y me ve, no tarda en caminar hacia mí y besarme miles de veces. Sus labios picotean los míos y aunque me gusta, me pone nervioso y hace que me de vergüenza, a pesar de que no hay nadie viéndonos.

—¿Q-qué te pasa?

—Nada —dice en medio de los tantos besos—. Solo te extrañé.

Besándonos, comenzamos a dar pasos para atrás y mi espalda terminando chocando contra la ventana del auto. A Kageyama parece no importarle ni en lo más mínimo.

—¿Y los niños?

—En la casa de Miwa. ¿Subimos?

—S-sí, sí. Supongo.

En el auto, Kageyama va en silencio y su mano aprieta mi muslo. No tengo idea de qué —mierda— le pasa o está pasando pero, ey, si consigo besos de su parte o su toque, no me molesta.

La tarde con Atsumu fue divertida, por cierto. Conocí a sus hijos, una niña y un varón excesivamente dulces y divertidos. Podrían llevarse bien con nuestros niños e incluso le propuse que nuestras familias almorzaran un día juntos, él aceptó emocionado. ¡También hablé con Kiyoomi! Igualmente de tranquilo y silencioso como siempre.

Fue una tarde divertida. Jugamos un rato al voley y charlamos de la vida.

—¿Por qué paramos aquí?

Estamos lejos de donde me recogió. Parece un descampado.

—Kageyama, ¿planeas matarme? —pregunté divertido.

Él negó y desabrochó mi cinturón. Yo lo miré confundido.

De un segundo para el otro, yo estaba sentado en su regazo.

—¿Kageyama?

—Dime que me amas.

—¿Ah?

—Dilo.

—Te amo —acaricié su nuca—. ¿Qué está pasando?

—Ahora di que soy mejor que Atsumu.

Santo cielo.

¡Qué insoportable!

—¿Otra vez? —lo miré molesto.

Pero no le importó. Tomó mi mentón y lo apretó suavemente, obligándome a verlo en los ojos.

—Dilo.

—Eres mejor que él —puse los ojos en blanco.

Quería decir algo más pero fui interrumpido por sus propios labios. Kageyama me calló con un beso y yo correspondí sumiso, relajándome bajo este e incluso suspirando.

Siento la brusquedad en sus movimientos y aprieto su piel, permitiendo que él meta sus manos en mi pantalón y acaricie mi parte baja como quiera.

—¿Sabes que esto está mal, cierto?

Pregunté seguido de un jadeo. Kageyama, ignorándome y jugando con la hebilla de mi bóxer, bajó sus besos hasta mi cuello. Yo, sin pensarlo, me levanté un poco y miré al techo, dándole más espacio para moverse.

Ah, soy débil cuando se trata de este hijo de puta.

—Deberíamos hablar de t-tu problema con Atsumu...

Kageyama alejó sus labios de mi cuello y me observó, apretando mi piel. Yo mordí mi labio inferior al notar su mirada seria.

—É-él está casado y tiene hijos y... Y se supone que primero se habla y después se tiene sexo.

—Bien, habla.

Kageyama sacó sus manos debajo de mi pantalón y estiró su izquierda para no sé qué.

A este punto, ya estoy temblando.

—Me parece estúpido que sigas sintiéndote celoso cuando- Ah...

Es rápido para mover sus dedos. Este hijo de puta no solo es veloz cuando se trata de hacer colocaciones, en momentos como este, siempre me sorprende, como ahora mismo, que volvió a meter sus manos debajo de mi pantalón y las colo por mi ropa interior, rozando con uno de sus dedos mi entrada.

—Vamos, sigue hablando —dice aún serio y yo empiezo a estremecerme cuando el líquido frío en los dedos de Kageyama comienza a adentrarse en mí.

—Sabes que t-te... Ah, que te amo a ti, ah.

Lentamente adentró un dedo en mí. Y sin dejar que me acostumbre, comenzó a moverse, obligándome a gemir y removerme en mi lugar.

—A-Atsumu es solo un amigo, por favor —gimoteé.

—Hueles a él.

—Porque me abrazó antes de irse —clavé mis uñas en sus hombros cuando sacó su dedo y lo metió otra vez rápidamente.

—Me imagino cuánto tiempo fue para que su olor te quede impregnado.

Su sonrisa socarrona me hace temblar y sin pensarlo, muevo mis caderas.

—E-eres el único hombre en mi vida —murmuré.

Él sacó su dedo y me alzó, bajando mi ropa. Yo lo observé avergonzado pero tampoco pareció importarle, porque volví a acomodarme e ingresó no uno, sino dos, benditos dedos en mí y sin poder evitarlo, solté un grito.

—¿Qué dijiste? —preguntó divertido.

—Eres el único, Kageyama. Por favor —Ya sentís el sudor correr por mi frente.

Él movió más rápido sus dedos y yo jadeé su nombre.

—Demúestralo ahora.

Lo miré confundido.

Y sus ojos bajaron hasta su pantalón.

Oh.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora