20: Cuando hubieron consejos

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Los labios de Hinata sobre los míos.

Qué suerte tengo.

Hace días intentamos hacer esto, tener intimidad, pero siempre… ¡siempre! Nos tienen que interrumpir.

—¡Papi!

Hinata se detuvo y se separó, soltando un bufido. Yo cerré mis ojos y tapé mi boca, intentando tranquilizarme un poco.

—¡Ya voy!

Ni siquiera nos podemos besar tranquilos.

Esta es la vida de los padres.

—Papi, ayuda. Me gusta alguien y no sé qué hacer.

—Eres pequeño para tener novia, Haru —acotó Hinata mientras salía de la cocina.

Yo me quedé limpiando… nada.

El beso me dejó tonto.

—¡No quiero una novia, qué asco! —hizo una mueca—. Pero quiero saber si yo también le gusto.

Escuché a Hinata suspirar.

—No sé cómo se comportan los niños de nueve años a día de hoy, Haru.

—Papi, no me sirves de ayuda. ¿Papá?

—Tú padre nunca me dio indicios de que le gustaba, así que no tengo idea —acoté encogiéndome de hombros.

—Son los peores con los consejos, papis…

—Bueno, si no sabes si le gustas, intenta gustarle —soltó Akiro desinteresado mientras hacia su tarea.

—¿Y cómo puedo hacer eso?

—Regálale chocolates —dijo sin despegar la vista de su libro—. O bésala a escondidas de todos, como hacen papá Sho y papá Tobi.

Ah… la vergüenza.

—No nos besamos a escondidas.

—Sí lo hacen, los vi cuando fui a buscar agua.

Hinata bufó.

—Como sea, no se besen con nadie. ¡Son pequeños!

Akiro y Haru se quejaron.

En la cena nos encargamos de charlar sobre cómo enamorar a una niña de nueve años. Haru nos cuenta sin vergüenza alguna que la «dueña de su corazón» es una pequeña llamada Mai. Dice que es muy dulce con él y que le presta los colores, por eso piensa que le gusta.

Akiro solo observa la charla en silencio.

—¿Y tú por qué no hablas? —preguntó Hinata divertido. Todos miramos a Akiro y este se encogió de hombros.

—No sé qué decir.

—Cuentanos algo de ti también.

—No tengo nada para contar.

—¿No te gusta nadie?

—Nop.

—¿Y te cae bien Mai?

—No me interesa.

Hinata y yo intercambiamos miradas pero no decimos nada.

Recién hablamos de eso cuando los niños se van a acostar.

—Qué raro el comportamiento de Akiro hoy —acoté lavando los platos. Hinata asintió mientras se colocaba a mi lado.

—Quizás es la edad —subió su mano hasta mi nuca y la acarició. Yo sonreí de lado, relajándome bajo su toque—. ¿Cómo ha estado tu día?

—Bien, supongo. No ha pasado nada interesante en el trab-

Hace once años estamos juntos pero siempre encuentra el momento perfecto para tomarme desprevenido y besarme.

Dejo que el plato se resbale de mis dedos y que mis manos, con espuma y mojadas, tomen sus mejillas para seguir con el beso. Escucho una risita de su parte y no puedo evitar sonreír mientras tiro de su labio inferior.

—He notado que estás muy cariñoso.

—Siempre estoy cariñoso.

—Pero ahora más. ¿Qué pasa?

—Nada —sonrió mientras delineaba mi mandíbula con su dedo índice—. Solo quiero ir a nuestro cuarto.

—Vamos.

—Lava los platos antes.

No pude evitar reír y asentí.

Hinata me soltó y siguió viéndome limpiar.

En realidad, no pasó nada extraño. Solo fueron besos y caricias porque los niños se despertaron por una pesadilla y vinieron a dormir con nosotros.

El otro día nos despertamos con la rutina de siempre y tampoco pasó nada interesante. No hasta la noche siguiente, cuando los niños se fueron a dormir y quedamos Hinata y yo en el sillón, viendo las noticias mientras nos abrazábamos.

—Oye, Kageyama. Quiero hacerte una pregunta.

—Está bien.

Lucía nervioso y yo acaricié su hombro.

—¿Está todo bien? —pregunté preocupándome. Él asintió.

—Sí, sí. Solo que... ¿tú quieres tener otro hijo?

Parpadeé atontado.

—¿Qué?

—Sí... ¿Quieres otro bebé?

—¿No?

—Es que siempre te veo con los niños de nuestros amigos y-

Negué, tapando su boca. Hinata me miró triste.

—Oye, escucha: tu mismo dijiste que todavía no era tiempo y ya. Cuando tú también quieras, empezaremos con los papeleos y todo eso.

—¿Y no te molesta que yo todavía no quiera un niño? —alejó mis manos y negué, atrapándolo entre mis brazos.

—No digas tonterías... esta es una decisión que se toma de a dos —suspiré—. Y a parte dijiste que teníamos que disfrutar a los gemelos un poco más.

—Sí... ¿Ahora estás enojado conmigo?

Fruncí el ceño.

—¿No?

Hinata alzó la cabeza.

—Siempre salgo con temas extraños para hablar.

—Lo sé —sonreí de lado y dejé un besito en su nariz—. Por eso te amo.

—¿Solo por eso?

—También por un millón de cosas más.

—Qué sorpresa. Yo solo te amo por tu belleza.

—La genética —puse los ojos en blanco y Hinata rió.

—Te amo por todo, y lo sabes.

—Claro que lo sé —acaricié su cabello—. Por algo te casaste conmigo.

Hinata hizo una mueca divertido.

—Bueno, quería hablarte de eso... tu madre me pagó para que no terminaras solo.

—¡Ya para!

No pudo evitar soltar una carcajada y tomar mis mejillas, dejando muchos besos en mis labios.

—Ya lo hago, ya lo hago.

—Di que me amas.

—Te amo.

—Mucho.

—Sí, sí, te amo mucho, Kageyama Tobio.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora