43: Cuando tuvimos una pijamada

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—Papi, ¿podemos ver una película?

Los ojos de Akiro brillaron cuando estacioné el auto. Con una sonrisa un poco forzada asentí.

Hice lo que Shoyo me pidió. Me los llevé porque él quiere pensar, quiere estar en paz... Y si tengo que ser sincero ahora mismo, tengo muchísimo miedo.

¿Qué estará pensando como para necesitar silencio?

Con mi cabeza llenándose de pensamientos e inseguridades, bajé las cosas de los niños del auto. Por alguna razón siento que esto, dividirnos los días para estar con ellos, se hará algo común en un futuro.

—¡Abu!

—¡Haya!

Akiro y Haru se tiraron en los brazos de mamá, abrazándola con fuerza. Ella sonrió apretándolos, tan dulce como siempre.

—¿Hoy mis bebés se quedan a dormir?

—Síp —respondió Haru sonriente—. ¡Papá dijo que tendremos una pijamada!

Mamá alzó la mirada, encontrándose conmigo en la puerta, cargando sus bolsos. Su sonrisa siguió siendo tan falsa como desde ayer.

—¿Una pijamada, eh?

—Oigan, niños, ¿qué tal si van a dejar sus cosas arriba? Necesito decirle algo a su abuela.

Buenop.

Por alguna razón, ahora ponen P en todas sus palabras.

Akiro y Haru tomaron sus bolsos, haciendo una carrera por quién llega arriba más rápido. Cuando me aseguré que se perdieran en el pasillo de arriba, clavé mis ojos en mamá. Ella todavía me juzga, cruzada de brazos y notablemente molesta.

—Puedo explicarlo.

—No es necesario. Era obvio —suspiró, haciéndose a un lado para dejarme entrar—. ¿Cómo está Shoyo?

—Bien. Esperé a que se fuera del hospital para llevarme a los niños —cerré la puerta—. Me dijo que tenía que pensar en algo, que necesitaba paz y todo eso.

Mamá se me quedó viendo unos segundos, quizá apenada. Terminó suspirando y asintiendo, confundiéndome un poco.

—Iré a lavar los trastes, Tobio.

—¿Sabes algo? —La seguí y ella negó—. Mamá, ¿qué significó ese suspiro?

¿Será que estoy muy paranoico o hay algo que mamá está ocultando?

—Nada, Tobio. Ve a buscar a tus hijos.

—Pero-

—Solo hazlo.

Qué extraña que es mi familia.

Le hice caso, subiendo las escaleras mirándola confundido. Ella lavó los trastes con una energía muy distinta a la que tenía cuando entramos. Es como si el ambiente hubiese muerto después de lo que dije.

Fui a mi antiguo cuarto, que ahora es de los niños. Akiro y Haru estaban saltando en sus camas, hablando de cualquier tontería.

—No hagan eso, pueden caerse —dije mirándolos con una ceja alzada. Ellos se detuvieron al instante, quejándose—. Bien, vayan a bañarse.

—¿¡Qué!? —Akiro me miró horrorizado—. ¡¿Por qué!?

—Mañana tienen clases, niños.

—¡Nop, me niego a ir!

—¡Eso!

Solté una risa y negué.

—Vayan a bañarse o yo mismo los llevaré.

Akiro me sacó la lengua.

Fingí indignación.

—Oh, ¡se lo buscaron!

Una persecución empezó por todo el cuarto. Haru y Akiro gritaban y reían, saltando por las camas, siendo seguidos por mí.

Terminé agarrando a uno y solo pasaron unos segundos para tomar al otro, cargándolos como bolsas de papas. Son livianos y pequeños por suerte.

—¡No, papi, déjame! —Akiro golpeó mi espalda.

—¡Papiiiii! —Haru chilló pataleando.

—A bañarse, sucios.

—¡No quiero!

—¡Me niego!

—¡Papi, suéltame!

—¡Paaaaapi!

Ignorando sus quejas chillonas, los bajé adentro del baño. Ellos se cruzaron de brazos rápidamente, con un puchero en sus labios y su ceño fruncido. Estaban enojados pero lucían tiernos.

Reí.

—¿Qué? ¿Se ofendieron?

—¡Sí! —Haru golpeó su pie contra el suelo y volví a reír—. ¡No me quiero bañar!

—¡Ni yo!

—Veremos una película si lo hacen rápido.

Haru y Akiro intercambiaron miradas.

Una hora y media después, estamos los tres acostados en mi cama, que es en el cuarto de huéspedes. Akiro y Haru me abrazan a mi costado, chillando y asustándose con la película de terror. A mi también me da un poco de miedo pero tengo que fingir que no así ellos no se desesperan.

Cosas de padres.

—Papi, tengo miedo. ¿Qué tal si viene la señora y me mata?

Reí cuando Akiro me preguntó. Estaba acomodando sus sábanas, tapándolo bien. En sus ojos se veía el miedo puro.

—No vendrá porque no es real. Y en todo caso, si es una señora, es tu abuela que va a verlos dormir —sonreí de lado.

—Pero, papi, ¿y si un demonio me mata?

—Tampoco te matará, no existen —suspiré, dirigiéndome a Haru y haciendo lo mismo.

—¡Eso dijo el chico y mira como acabó!

—En todo caso, yo acabaré muerto, no ustedes.

—¡Ay no! —Haru se levantó y se colgó de mi cuello, haciéndome reír—. ¡Papi no mueras, Papi Sho se va a poner muy triste!

Sonreí.

—No moriré, lo prometo.

Acosté otra vez a Haru y dejé un beso en su frente, acariciando su cabello. Luego hice lo mismo con Akiro, sintiéndome un poco angustiado sin razón alguna.

—Buenas noches, niños.

Caminé hasta la puerta y antes de apagar la luz, Akiro dijo:

—¿Mañana irás a casa, papi?

Apreté mis labios.

La mirada de Akiro y Haru me hacen querer llorar.

Solo apagué la luz y salí del cuarto.

Quisiera decirles que no lo sé, pero no quiero preocuparlos.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora