44: Cuando me replanteé todo

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Me casé con Kageyama.

Supongo ese fue uno de los días más lindos de mi vida. Los colores, el ambiente, la gente, él...

Recuerdo los nervios que sentía, tanto que olvidé mis votos matrimoniales, aquellos que había estudiado la noche anterior hasta quedar dormido sobre ellos. Es gracioso recordar que Kageyama me cargó y yo, adormilado y cansado, le intentaba tapar los ojos para que no leyera las millones de cursilerías que había escrito.

Sentado en la cama, ahora las leo. Es una carta vieja, con años encima. Mi letra, un poco desprolija como siempre y los rayones encima de las palabras. Supongo que el Shoyo de hace años quería que su discurso fuera perfecto y que no conociera los errores, cambiando palabras y buscando sinónimo.

—La gente suele preguntarme por qué te amo —empecé a leer, observando la hoja de papel con una sonrisa triste—. Dicen que eres bruto para esto. Que el amor es algo que no está en ti, pero yo creo que están equivocados... porque, ahora mismo, te estás casando conmigo e irónicamente llevaré tu apellido después de firmar.

Recuerdo nuestra pequeña pelea por quién llevaría el apellido de quién y cómo lo resolvimos.

—Creo que amarte es una de las mejores cosas de m-mi... —aprieto mis labios y niego, cerrando mis ojos—. ¿Qué mierda estoy haciendo...?

¿Puede alguien responderme?

Yo no sé qué estoy haciendo con mi vida. Simplemente no tengo ni la más mínima idea y cielos, ¿en serio estoy pensando en separarme de Kageyama?

No creo que esto sea dramático. Simplemente desde hace meses nuestra relación se siente extraña: no tenemos tiempo el uno para el otro, discutimos por cosas estúpidas y nos besamos más cuando los niños nos lo piden que cuando estamos solos. ¿Y el sexo? Es placentero, no lo voy a negar, pero, ¿cuántas veces nos hemos dicho que nos amamos mientras lo hacemos?

Siento que estamos yendo de mal en peor. Siento que no hay comunicación y que ya no hay amor.

Parece que estar con Kageyama se convirtió en una costumbre. Como si estar con él fuese algo con lo que voy a tener que vivir siempre. Ya no suena interesante ni nuevo, es algo de todos los días. Kageyama, de mala manera, se convirtió en un hábito.

Y no me gusta que las cosas sean así. Mierda, no quiero tenerlo aferrado a mí y hacerlo sufrir. No quiero estar con él y discutir, cielos. ¿Será que casarnos fue una mala idea?

De los niños no me arrepiento. Ellos son lo mejor que me puede haber pasado en la vida, pero ¿los estoy criando con el hombre indicado, con el hombre que realmente amo? Porque, volviendo al tema anterior, ¿cómo sé que lo amo si todos los días es lo mismo? Ya no hay mariposas en mi estómago ni nervios, ya no hay... nada. Kageyama y yo, con el pasar del tiempo, hemos caído en la nada. Y la relación se estuvo manteniendo por los niños.

Pero, claro, él es el hombre que amo.

Pero es mi hábito. Por eso digo que lo amo.

¿Cómo sé que lo amo?

No quiero perder a Kageyama, pero si eso significa que él estará mejor sin mí, supongo puedo hacerlo. A pesar de que mi alma se parta en dos al igual que mi corazón, lo dejaré irse de mi lado si puede estar bien sin que yo esté a su lado.

Pero es que duele tanto... Y es que tampoco quiero que los niños sufran. No quiero que se preocupen ni que se pongan triste porque no estaremos más juntos. Pero es que si seguimos juntos, en una relación tan envenenada por celos, todo terminará peor.

Y me niego a que las cosas acaben así.

Si me separo de Kageyama, significa que me separaré de 12 años llenos de recuerdos. Risas, lágrimas, gritos, besos... todo quedará atrás. Dejaré a Kageyama atrás y se siente extraño decirlo.

Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando mi teléfono vibra sobre mi muslo. No me doy cuenta que estoy llorando hasta que siento mi rostro húmedo y mi vista borrosa.

—¿'Tsumu? —contesto la llamada, sonando mi nariz.

—Shoyo, estamos yendo a tu casa Kuroo, Omi, Bokuto y yo.

—Gracias pero preferiría estar solo.

—¡No nos importa tu opinión, Hinata! —Bokuto gritó del otro lado.

—¡Tampoco nos importará si lloras! —Y ese fue Kuroo.

—Si tenemos que llorar contigo, lo haremos. Solo abre la puerta, será peor el estar solo.

Es obvio que ese fue Kiyoomi.

Apreté mis labios y miré la caja de nuestro aniversario de un año...

—E-está bien, chicos. Iré a abrirles.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora