49: Cuando jugamos por la verdad

1.1K 181 90
                                    

—Bien, esta es la cancha que se utiliza para la fisioterapia y todo eso.

Nashida dice volviendo al gimnasio, empujando un carrito lleno de pelotas. Nosotros ya hemos entrado en calor como nos ha dicho, obviamente hemos buscado las rodilleras del auto y la ropa. ¡Eso nunca falta!

—Bien, ¿qué se supone que haremos? —pregunta Hinata, estirando sus brazos. Yo lo miro y asiento.

—Jugar. Entrar en confianza —dice Nashida mientras me tira una pelota—. Estoy seguro que son buenísimos en esto, así que los quiero ver jugar un poco. ¿Cuáles son sus posiciones?

—Nashida-san, ¿cómo sabes tanto de vóley?

—Mi esposa juega —se encogió de hombros y Hinata asintió—. Bien, díganme.

—Yo soy armador —me señalé—. Y él es opuesto —lo señalo.

—¿De jóvenes jugaban juntos?

—Sí —Hinata responde por mí ya que yo me distraje picando la pelota—. Éramos un buen equipo.

—Bien, entonces jueguen juntos un rato.

Shoyo me mira y yo me detengo.

—¿Empezamos con pases?

Jugar otra vez con Shoyo me hace volver en el tiempo, recordando nuestra juventud... Las nacionales, la fiebre, los besos en el baño durante tercer año, las tontas peleas, las palabras... recuerdo todo lo bueno y lo malo, robándome sonrisas.

Rápidamente entramos en confianza mientras practicamos ataque y defensa.

—Muy bien, ahora que están listos, quiero que me escuchen —dice Nashida y asentimos—. Practicarán armado y remate pero cada vez que fallen, tendrán que decirse una verdad.

—¿Uh? —parpadeé atontado mientras ladeaba mi cabeza lentamente. Hinata hizo lo mismo.

—Como escucharon. Un ejercicio para restaurar la confianza es hablar y estoy más que seguro que ustedes dos entre tantos años de relación, se han guardado muchas cosas que no deberían.

—¿Estás buscando que nos separemos o qué?

—Solo estoy buscando que sean sinceros el uno con el otro —arrebata la pelota de mis manos—. Y vamos, apúrense.

Ahora que me doy cuenta, nunca he dicho cómo es Nashida. Y debo decir que es apuesto: cabello rubio claro y bien peinado, ojos celestes y ni siquiera sé si es japonés. Parece ser alemán o algo así debido a sus rasgos. ¡Y usa gafas! Esas típicas que usan todo los psicólogos de película. Se viste elegante y formal... cielos, ¡qué hombre!

Hinata chasquea sus dedos literalmente en mi rostro.

—Concéntrate, bakayama. Nashida te tiró la pelota y ni te diste cuenta.

—Lo siento —murmuré y negué—. Por favor, una vez más.

Nashida solo asiente y me lanza la pelota. Escucho los pasos de Hinata fuerte contra el suelo y armo la pelota, sabiendo que va a rematar.

Pero no pasa.

La pelota cae a su lado.

Hinata la mira caer con horror.

—Oh, fallaron.

Un silencio horrendo se instaló en el gimnasio. La pelota siguió picando, siendo el único sonido. Yo siento mi sangre congelarse y Hinata probablemente está igual de sorprendido y asustado que yo.

—Fallaron —Nashida dice sin importarle—. Hinata, dile una verdad a Kageyama.

Lentamente alcé mis ojos hacia él y luego miré a mi esposo. Hinata ya tenía sus ojos en mí.

—Lavas mal la ropa.

Eso... no me lo esperaba.

—Muy bien, otra vez —Nashida toma la pelota.

Yo, todavía en shock, asiento.

La situación se repite una y otra y otra vez.

—Odio cómo tiendes la cama —dije yo.

—Y yo odio cómo planchas la ropa —dijo Hinata.

—Me molesta que hayas traído un perro a casa.

—Nunca deberíamos haber adoptado a Kei.

—¿Por qué tienes a los niños más días que yo?

—Detesto que uses el teléfono en la mesa.

Ha llegado un punto en el que ya no jugamos más. Nashida nos observa en silencio mientras que nosotros seguimos escupiendo la verdad.

—¡No me gustaron los colores de nuestra boda!

—¿¡Y por qué nunca me lo dijiste!? —preguntó incrédulo.

—¡No quería molestarte, estabas muy estresado!

—¡Te odié demasiado cuando rompimos por primera vez! —exclamó otra vez.

Esa me afectó, aún así decidí no quedarme callado.

—¿¡Por qué dispusiste de tu humor para volver conmigo al año!? —El cerró la boca—. ¡¿Por qué tuve que esperarte tanto si me dijiste que ya estabas listo!?

Oh...

Eso se sintió bien.

No me refiero a gritarle, más bien me refiero a decirle la verdad. ¿Por cuánto tiempo me guardé eso?

Hinata solo me miró y terminó bajando la mirada.

Nashida carraspeó.

—Volvamos a mi estudio, por favor.

Diez minutos después, estamos el uno sentado enfrente del otro con una mesa de distancia. El silencio es incómodo y nuestros ojos no se pueden apartar.

No sé qué tan buena idea fue esto.

—Bien, primero que nada quiero decir que este ejercicio fue para mejorar la comunicación y la confianza entre ustedes. Pude ver que no les tembló la voz al decirse las cosas en la cara, lo cual me enorgullece. Aún así, los gritos no estuvieron del todo bien y por eso decidí detenerlos y traerlos aquí otra vez; así pueden hablar civilizadamente en base de lo que dijeron en la cancha.

Hinata ahora tiene una mirada más apagada.

—Así que, ¿quién quiere empezar respondiendo?

—¿Puedo volver a preguntar? —miré a Nashida.

—Seguro.

Miré a Hinata.

—¿Por qué te reíste cuando me confesé?

—Te dije que es porque me había puesto nervioso y no sabía cómo reaccionar. Incluso te pedí disculpas —murmura jugando con sus dedos.

—¿Y por qué te tardaste tanto tiempo en volver a estar conmigo? —pregunté aún ya sabiendo la respuesta.

—No lo sé —tomó aire—. Tenía miedo de que todo se arruinara otra vez...

—Pero dijiste que estabas listo de hace tiempo.

—Cielos, ¿por qué te centras tanto en el pasado? —Hinata miró al techo frustrándose.

—¡Porque quiero respuestas! ¿Cómo se supone que progresaremos si no somos sinceros el uno con el otro?

—¿¡Y qué quieres que responda!? —Nashida nos mira interesado—. ¡Quizá dije que estaba listo pero quién sabe qué pasaba por mi cabeza en esa edad!

—¡Recuerdo que dijiste que fue por lo que tu humor disponga!

—¡Era humor! —Hinata alzó la voz—. ¡Y lo dije así porque en realidad no sabía si volver contigo y ¿sabes por qué!? —Se levantó, señalándome—. ¡Porque no sabía si realmente volver contigo porque temía que nuestra relación no durase, porque quizá todo iba a ser sexo y yo no quería eso contigo!

Fruncí mi ceño y antes de contestar, Hinata volvió a hablar.

—¡Y ¿Sabes qué?! ¡Yo también quiero la verdad! Así que, dime; ¿Por qué desconfías de mí, eh? ¿Por qué crees que te engañaré?

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora