17: Cuando llegó la visitadora

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En cualquier momento muero.

Hablo en serio.

Akiro siempre ha sido el rebelde del par. Siempre es el que contesta o tiene comentarios fuera de lugar. No le importa causar revuelo ni tampoco meterse en problemas. Es despreocupado con sus acciones.

Así que al escuchar quién está en la puerta de la casa, se levanta de su asiento y corre hacia ella gritando:

—¡Quiero volver al orfanato, llévame, mi papá es malo!

En ese momento siento como mi mundo se cae. Akiro se abraza a las piernas de Mahiro-san y mis ojos se cristalizan. Me quedo sordo por un segundo y mis piernas flaquean de solo pensar que pueden alejarme de él...

Pero Kageyama llega y toma a Akiro a pesar de sus quejas bajo la expectante mirada de la mujer.

—Akiro Kageyama, vete ahora mismo a tu habitación.

—¡Pero!

—Akiro.

Bufa y sale corriendo.

Yo aprieto mis labios, sintiendo mi corazón romperse. Me siento un poquito dramático.

—Disculpe lo de hace un momento. Akiro está en su etapa de rebeldía y se nos ha ido de las manos —Kageyama habla por mí—. Mi marido no es malo y mucho menos con los niños.

—Puedo entenderlo —A pesar de todo, ella sonríe amable—. Las conductas rebeldes durante los primeros meses de adopción a niños pequeños son más usuales de lo que creen.

Kageyama se hace a un lado para que Mahiro entre y yo cierro la puerta en silencio.

—Oh, Haru, cielo, ¡hola!

—¡Mahi-san, hola!

Toma asiento en un costado de la mesa y Kageyama se sienta frente a ella. Yo me quedo en la puerta, nervioso y angustiado.

—Los reportes a la empresa han sido buenos, así que no tengan miedo.

—¿Esto es algo de rutina?

—Pues sí. Usualmente venimos a las casas sin avisar para tomar desprevenidas a las familias.

—¿Y qué tenemos que hacer?

—Actuar como normalmente lo hacen. Solo finjan que no estoy aquí.

Kageyama asiente y me observa. No duda en pararse y caminar hacia mí.

—¿Estás bien?

Niego.

—¿Qué tal si vas a tu cuarto y te acuestas un rato? Después hablamos con Akiro.

Volví a negar.

—Bien... ¿qué tal si yo preparo la cena y tú ayudas a Haru con su tarea?

—No soy bueno en matemáticas.

—Pero te hará bien.

Solo asentí y respiré hondo al sentir sus labios en mi coronilla.

Tomé aire por segunda vez y caminé hasta el sofá, donde Haru estaba sentado ahora mismo, con una mueca.

—Papi, ayuda.

—¿Qué necesitas? —pregunté acariciando su cabello. Él señaló una cuenta.

—¿Cinco por cuatro?

Sonreí de lado.

—Veinte.

—¿Y cinco por cinco?

—Si cinco por cuatro es veinte, ¿cuánto crees que es por cinco números más?

Haru me miró atontado.

Solté una risa y tomé su mano.

—Cuenta desde veinte tus deditos.

—Veintiuno... veintidós... ¡Veinticinco!

—Muy bien.

Haru chocó los cinco conmigo.

Cuando alcé la vista, vi a Mahiro-san anotando cosas en su libreta. Decidí ignorarlo por mi propia salud mental.

La hora de la cena llegó. No tenía hambre pero comí un poco, piqué algunos vegetales y tragué un poco de carne. No estaba muy interesado de todos modos, mi mirada, de vez en cuando, recaía sobre Akiro, quién se negaba a hablarme. Estaba enojado.

Por alguna razón siento que esto será algo muy usual en el futuro.

—Akiro.

Lo llamo en medio de la cena. Kageyama me mira de reojo mientras Haru sigue viendo la televisión. Hiromi-san está sentada en un sofá; se negó a comer porque está a dieta pero es muy estricta. En fin, ¿a quién le importa eso?

—Akiro, te estoy hablando.

Molesto y apretando sus labios, alza su vista.

—¿Estás enojado conmigo?

—Sí.

—¿Y por qué?

—Porque eres malo.

—¿En serio?

—Y me odias.

—¿Y te odio?

Respira, Hinata. ¡Respira!

Este niño me sacará canas.

—¿Por qué crees eso?

—Porque me quitas mis juguetes —se cruza de brazos, mirándome con las mejillas rojas—. Y me retas. Y me dices que me porto mal cuando no lo hago.

—Te portas mal —me cruzo de brazos al igual que él—. Haces escándalos, te quejas de todo, eres un irrespetuoso. Por todo eso y más te quito tus juguetes y te reto.

—¿Y por qué a Haru no?

—A Haru le hicimos lo mismo.

—Pero lo ayudaste con su tarea. ¡Los vi!

—Porque se lo merece. Porque se ha dado cuenta de sus errores y está mejorando su actitud.

Akiro entrecierra sus ojos.

—A él lo quieres más.

Lo voy a matar.

Kageyama carraspea pero no lo dejo hablar.

Esto es entre Akiro y yo.

—Los amo por igual.

—¡Mentira! Siempre le preguntas cómo está y elijes su comida favorita para hacer, siempre tiene juguetes nuevos y ropa... ¡Lo alzan más! ¡No me quieres, no nos quieres por igual!

Aprieto mis labios, sintiendo mis ojos cristalizarse.

—Les compramos todo por igual y si no lo hacemos es porque tú estás castigado. ¿Qué pasa contigo?

—¡Solo admítelo!

—¡No lo haré!

—¡Mentiroso! ¡Te odio!

Akiro explota en llanto y se levanta de la silla, queriendo correr hasta su cuarto pero lo detengo en medio de su camino.

Me agacho a su altura y lo tomó de los hombros.

—¡No soy un mentiroso, Akiro!

—¡Si lo eres!

—¡No lo soy! ¡Eres mi hijo y te amo! ¡Te amo tanto que soy capaz de dar mi vida por ti así que no digas estupideces! ¡No digas que quiero más a Haru ni cosas así porque es mentira!

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora