33: Cuando pasó algo inesperado

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Sorpresivamente la relación con Hinata sigue dependiendo de un hilo.

Luego de lo que pasó, hablé con él y quedamos en buenos términos. Esa noche nos fuimos a dormir y nos abrazamos todo el tiempo en silencio, sin saber qué hacer realmente porque todavía se sentía incómodo.

El día lunes llega y con ello, tengo que ir a trabajar. Sigo en el mismo lugar de siempre, así que me levanto temprano, me despido de mi familia y salgo de casa dispuesto a seguir con mi vida.

Saludo a todos y me dirijo a mi oficina tranquilo, empezando a leer documentos y otras cosas excesivamente aburridas.

—Ah, Kageyama-san. ¿Puedo pasar?

Una cabellera castaña y unos ojos con rímel se hacen parte de mi visión. Es mi secretaria, Mika, una dulce chica que todas las mañanas me trae un café y me arregla la pila de papeles que tengo que revisar.

—Seguro. ¿Qué necesitas?

—Firme estos documentos, por favor —murmuró quizá avergonzada, acercándose a mi escritorio y dándome los papeles—. Son de su jefe. Alquileres y departamentos...

—Bien —tomé un bolígrafo y leí por encima para comenzar a firmar—. ¿Cómo has estado, Mika-san?

Bien, no soy el mejor conversando ni nada por el estilo pero he llegado al punto de mi vida en el que, cuando hay silencio, me aburro. Todo por culpa de los niños y Hinata.

—Bien, gracias. Anoche tuve una fiesta...

—¿Ah sí? —la observé y ella asintió—. ¿De qué era?

—El cumpleaños de mi hermano mayor. Fue aburrido porque estaba sola...

—¿Y por qué no fuiste con alguien? —pregunté frunciendo mi ceño, dándole los papeles. Mika los tomó y me miró.

—Ah, es que, Kageyama-san, no podía invitarlo. Me dijo que estaba con su familia.

Alcé mis cejas y la miré, sonriendo de lado.

—¿Invitarme a mí? —Ella asintió—. Bueno, quizá si me decías podía hacer tiempo.

—¿En serio vendría a una fiesta si yo lo invito?

Sonó emocionada. Fruncí mi ceño y asentí.

—¿Sí?

—Ah... ¿de qué hablan tanto?

Mi mañana se arruinó.

La insoportable mujer que tengo por hermana acaba de entrar a mi querida oficina. Tiene un estómago gigante y redondo, supongo que ahí duerme mi próxima ahijada.

Sí, es otra niña por si no lo recuerdan.

—Oh, Mika —Su sonrisa se arruinó—. ¿Qué haces aquí?

—Hago mi trabajo.

—Hazlo en tu escritorio —Miwa se hizo a un lado y señaló la puerta. Yo suspiré—. No en el de mi hermano.

Como pueden ver, se llevan mal.

—Sí... mejor me retiro. Gracias, Kageyama-san —Me sonrió y yo solo asentí—. La próxima fiesta, le avisaré.

—Gracias, Mika.

Cuando la castaña se fue, Miwa rodó los ojos.

—«Gracias, Kageyama-san. La próxima fiesta lo invitaré» —imitó burlándose. Yo rodé los ojos—. Que se consiga un hombre sin marido, por el amor de Dios.

—Sigo sin poder entender por qué te cae tan mal.

Miwa se sentó en la silla y me miró incrédula.

—Oye, Tobio. ¿Eres estúpido?

—¿Por qué? —fruncí mi ceño.

—¿Cómo que por qué? ¡Es obvio que está enamorada de ti!

—No lo creo...

—Ah, imbécil tenías que ser. Solo fíjate en su actitud... ¡por poco no te batea las pestañas mientras mastica goma de mascar!

No pude evitar reír.

—No creo que Mika haga eso...

—En algún momento lo hará. ¿Hinata sabe de ella?

—¿No? —tomé unos papeles y los acomodé.

—¿Por qué no?

—¿Porque no es importante?

Miwa suspiró, frustrándose.

—Esa mujer traerá problemas en tu matrimonio, Kageyama Tobio. Te estoy avisando...

Decidí ignorarla.

—¿Cómo vas con tu embarazo?

—Sí, sí, cambia el tema... —suspiró—. Bien, por cierto. Hana es muy activa, vive pateando.

—Quizá está emocionada por salir —sonreí.

—Solo tiene que esperar una semana más.

—Qué emoción. ¿Planeas hacerme tío por cuarta vez después de Hana?

—No —me miró horrorizada—. No quiero saber más de niños por el resto de mi vida.

—Dijiste eso después de Akemi y ahora tienes una hija y otra que viene en camino.

Miwa rió.

—Odio esto de ser mujer.

—Me imagino. ¿Y Toshio?

—Trabajando, como el buen esclavo que es —reí ante sus palabras—. Dejó a los niños en la escuela y se fue. ¿Y tu cariñoso marido?

—Todavía enojado conmigo, creo.

Miwa no contestó, seguro estaba esperando a que siga.

—La semana pasada nos peleamos y...

—Tobio.

—Y realmente se enojó pero creo que lo solucionamos...

—Tobio.

—Aunque sigue sin ser sincero conmigo. Él cree que no lo conozco pero —alcé la mirada y me encontré con el rostro pálido de Miwa—. Cielos, ¿qué pasó?

—Tobio, llama una ambulancia.

—¿Por qué?

—¡Rompí bolsa, idiota!

Ah... mierda.

Crónicas de unos Padres Inexpertos | Kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora