I. Bajo un cielo celeste.

763 87 6
                                    


El cielo azul se alzaba por encima de la ciudad de Yokohama, tan apacible, tan sereno, tan celeste. Unas cuantas nubes delgadas, como si hubieran sido desgarradas, surcaban sus leguas, con tanta tranquilidad que parecían no moverse. Bajo ese mismo cielo, Osamu Dazai colgaba de un puente, sólo aferrado con los dedos de su mano izquierda.

—Maldita sea, Dazai, ¡Sube ahora mismo! —gritó Kunikida Doppo, desde la seguridad del puente.

Algunos automóviles pasaban por ese puente, lentos y calmados. Sólo algunos conductores se atrevían a ver el escándalo que estaba haciendo Kunikida, y pocos se percataban del hombre que pendía de una mano.

—No puedo, Kunikida-kun —decía, alargando el "kun". Su gabardina aleteaba con el viento, y parecía que en cualquier momento se iría volando directo al fondo del río—. Hace mucho calor. Es el clima perfecto para ir a nadar. ¿No quieres nadar conmigo, Kunikida-kun?

—¡Cállate y dame la mano! —exclamó Kunikida, tan alto que Dazai casi podía jurar que Chuuya podía escucharlo desde su avión a Rusia.

—¡Dazai-san! ¡Sólo haga lo que dice Kunikida-san! —aconsejó Atsushi desde el otro lado del río. Kunikida le había ordenado que se quedara ahí, en caso de que algo pudiera salir peor, si es que podía.

Kunikida brincó la barra de seguridad, y mientras se sostenía con una mano, con la otra intentaba tomar el brazo de Dazai. Osamu, tan imprudente como era, cambiaba de mano cada vez que Doppo se acercaba. Cuando lo hacía, podía ver como palpitaba una pequeña vena en su frente, y eso le divertía bastante.

—¡¿Qué esperas, desperdicio de vendajes?! ¡Tómala!

Dazai sonrío como un felino.

—No.

Y se soltó. Por unos instantes, flotó en la inmensidad del aire, hasta que Kunikida lo tomó por la muñeca, tan fuerte que, de no haberse soltado de la barandilla, habría podido salvar a ambos.

—¡Dazai-san! ¡Kunikida-san! —gritó Atsushi mientras miraba a sus dos superiores caer desde el extremo del puente hasta las aguas verdosas del río.

Sin llegar a usar su habilidad, se lanzó al río. El primero que vio fue a Dazai, y fue el primero al que arrastró a la orilla. Estaba consciente y risueño, pero dejó que Atsushi lo llevara.

—¿No te trae recuerdos, Atsushi-kun? —comentó Dazai, al tiempo que exprimía su gabardina.

Atsushi, para bien, no alcanzó a contestar. Kunikida salió del agua hecho una furia. No traía sus lentes, y la coleta se le había desecho. Estaba tan rojo como si estuviera a una broma más de Dazai de explotar.

—¡Ni crean que se van a subir a mi auto así! —sentenció a gritos, y sin dar una sola reprimenda más se largó hasta llegar a la calle pavimentada, y una vez ahí intentó abrir su auto, pero no encontró la llave en ninguno de sus bolsillos.

Su grito de frustración resonó por toda la calle, para la satisfacción de Dazai.

—Su libreta se quedó en el asiento del auto —mencionó Dazai, soltando pequeñas risitas.

Kunikida siguió gritando por mucho tiempo más, hasta que sus gritos se desvanecieron a la distancia. Atsushi lo veía alejarse a grandes pasos, y no pudo hacer nada más por él que sentir lástima.

—Ahora sí se enojó —dijo Atsushi preocupado, tras perder de vista a Kunikida—. ¿Por qué lo hizo, Dazai-san? El río es profundo, pero no tanto como para ahogarse. Creo que hay mejores formas de morir que esta.

—Atsushi-kun —murmuró Dazai con una expresión repentinamente sosegada. El cabello ya se le había secado, y hasta se le había esponjado un poco. La piel comenzaba a irritarse ahí donde sus vendas se habían mojado—. ¿Alguna vez te ha gustado alguien?

Atsushi se sorprendió con aquella pregunta, y de ahí le sobrevino la vergüenza.

—No, nunca —contestó Atsushi, con el rostro igual de rojo que Kunikida.

—Bueno, pues cuando te gusta alguien sucede que te dan muchas ganas de molestarlo, de hacerlo enojar, de enloquecerlo de ira con cada acto —Fue alzando la voz con cada palabra, aunque por alguna razón no terminaba de sonar mal. Al decir la palabra "acto", se llevó una mano al pecho, como si de verdad estuviera actuando—. Ah, esa es la esencia del amor, enloquecer a la persona amada.

—¡Pero no de coraje! —añadió Atsushi, consternado. Sus manos se movían inquietas delante de él, pero se quedaron completamente inmóviles cuando captó un poco de lo dicho por Dazai—. ¡¿Ehhh?! ¡¿Le gusta Kunikida-san?

Dazai se alzó de hombros.

—Tal vez.

La cara de confusión de Atsushi no tenía precio para Dazai. Aunque a los pocos segundos dio un toque de duda a sus expresiones, y sus ojos se estrecharon bajo el peso de la sospecha.

—Pues no creo que vaya a ser correspondido si lo tira de nuevo a un río.



__________

¡Hola! Soy Kalicia. Gracias por leer este fanfic. 

He de confesar que esta no es la primera vez que escribo, pero si la primera vez que escribo un fanfic. Ya lo había intentado en otras ocasiones, pero la pareja o la idea no me parecían suficientes para seguir escribiendo. No obstante, hace como dos meses miré Bungou Stray Dogs por 279473 vez, y cuando llegue al capítulo del mensajero celeste me llegó esta idea como un mensaje divino, y tuve que escribirlo sí o sí.

Las publicaciones serán semanales, para evitar la fatiga. 

Sin más, gracias de nuevo, y nos vemos pronto.

Hasta luego :)

El rey celeste  [KunikiDazai]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora