Capítulo 18: Casualidades

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La carta sin duda había conmovido a Diana, le demostraba que Julián ocultaba una parte de él resguardando como un tesoro, un tesoro que no quería poner al descubierto, puesto que era muy probable que debajo de esa dura coraza, se escondiera un hermoso diamante.

Parada allí aun con la carta entre sus manos, la chica, se mostró pensativa, mientras miraba como caían las gotas de lluvia en una pequeña ventana que había en el sótano, el lugar estaba semioscuro, el foco principal en apariencia estaba dañado y ella trabajaba con una pequeña lámpara de mesa, que para leer mejor la carta, la puso a su lado, dejando en penumbras la entrada del lugar.

Mientras estaba un poco distraída, inmersa en sus propios pensamientos, escucho un ruido provenir de las escaleras, un pequeño crujido, allí de inmediato, salió de su letargo y situó su mirada hacia ese sonido que la había alertado.

- Hola, ¿alguien anda allí? – cuestionó, sujetando entre sus manos la lámpara, intentando percibir la figura de alguna persona desde donde provino el ruido, el silencio le hizo ver que quizás su imaginación le estaba jugando una mala pasada, sin embargo pese a todo no quería asustarse, ella por lo regular era escéptica en cuestiones de fantasmas y esas cosas, pero sin esperárselo unos escalofríos recorrieron su cuerpo.

Como ya había terminado de realizar sus labores, recogió sus utensilios de limpieza, y en su intento de dejar la carta nuevamente en su lugar, volvió a escuchar otro ruido.

- ¿Quién anda ahí? – exclamó ahora con voz más fuerte y un tono levemente enfadado. De nuevo no escucho respuesta, así que se apuró a hacer lo que tenía, y cuando estaba a punto de salir, fue sorprendida por unos brazos fuertes que la tiraron hacia ellos - ¡Ahhh! – grito aterrada, intentando zafarse, la impresión en ella fue tan fuerte como su susto, ya que Julián le estaba jugando una broma, se había puesto una máscara del asesino de la película de Scream, y la tenía entre sus brazos impidiéndole quitarse, no obstante ella de lo azorada que estaba le dio una patada en la ingle y escucho un;

- ¡Auch! – Julián la logro soltar y se quedó quejándose del golpe - ¡Espera no me vayas a golpear! ¡soy yo! Julián, ¿no tienes sentido del humor? – carcajeó quitándose la máscara, porque Diana estaba dispuesta a darle un batazo con un bate de baseball que encontró a su paso entre todas las cosas que había en el sótano.

- ¡Pero que tonto sentido del humor tiene usted!, ¡casi me mata de un susto!, ¡degenerado!, debería golpearlo, pero con mis propias manos – añadió Diana con enfado y él no paraba de reír.

- ¡En serio Diana!, me encanta hacerte enojar, no sabes cuánto – siguió carcajeando Julián, incluso presionando su estómago de tanta gracia que le causaba, mientras Diana lo veía con enojo.

- ¡Es un payaso de lo peor! – respondió ella, pero dentro comenzando a sentir cierto humor respecto a esa ocurrencia de Julián.

- Por cierto ¿Qué haces aquí aún?, ya son más de las nueve, deberías estar en tu casa, aunque te confieso, que por mi estaría bien si te quedarás a hacerme compañía – le sonrió.

- Por supuesto que no, si me quedé más tiempo fue porque su madre me mandó a limpiar el sótano, pero ya estaba a punto de irme – cuando dijo eso, se le cayó la carta que llevaba, porque con el miedo, la había puesto encima de su plumero y al jalarlo por el mango, no se fijó que estaba arriba y se deslizo al suelo.

Julián se dio cuenta de ello, recordaba muy bien esa carta, así que, al verla caer, solo torno su rostro a serio y la recogió.

- ¿Por qué tenías esto? – la cuestionó y Diana se quedó mirándolo desconcertada.

- No sé, debí ponerla allí sin darme cuenta – respondió ella – si me permite debo irme, con permiso – dijo intentando ignorar los hechos y pasar desapercibida, pero fue detenida por el cuerpo de Julián que se puso frente a ella, mirándola a los verdes ojos.

Deseo y sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora