Capítulo 23: Atracción inevitable

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En su auto, Julián comenzó a seguir a Albert, quien para nada reparo que alguien iba tras él. Cuando llego a donde recogería a Diana, observó donde Williams bajaba de su auto y con caballerosidad ayudaba a la chica a subir por la puerta del copiloto, por un momento sintió como si Diana hubiese advertido su presencia, porque la mirada de la chica se dirigió hacia donde él se ocultaba, justo a una cuadra de ellos, distancia prudente para no ser percibido.

- ¿ocurre algo señorita Lira? – exclamó Albert, al notar que Diana parecía distraída observando hacia la esquina con afán.

- No, nada, es solo que... ¡no! Olvídelo señor Williams, lo distraída que ahora estoy, inmersa en mis problemas, me está haciendo ver visiones, pero no hay de que alarmarse, ni me haga caso – sonrió Diana, ignorando la sensación de unos ojos sobre ella.

- De acuerdo, en el restaurante me cuenta bien ¿de acuerdo?, ya que tengo muchas dudas al respecto, como me dijo que era algo urgente, aunque me alegro que este bien, por un momento me preocupe por usted – señaló Albert, asomando una sonrisa.

- No es nada de gravedad como se lo dije hace un rato, es más que nada debido a la proposición laboral que me hizo, ahora si tengo interés de conocerla más a fondo – alegó la chica y Albert la miro.

El coche avanzó y Julián lo hizo junto con ellos, siguiéndolos sin detenerse, luego de unos breves minutos, distinguió el lugar exacto a donde acudían, por lo cual espero que bajaran, para posteriormente hacerlo él, incluso fijándose en que mesa se habían sentado, hasta tuvo la genial idea de llevar unas gafas oscuras y una gorra negra, con eso según él lograría pasar desapercibido, porque incluso se quitó la camisa que llevaba puesta y se puso una playera.

Ese día agradeció su propio descuido, de haber olvidado dejar en su apartamento una maleta de ropa que recién le habían entregado de la tintorería.

Entretanto se sentaba como a tres mesas de donde estaba Diana con Albert, justo en la esquina, logrando distinguir a la perfección la sonrisa de la joven, a quien miraba receloso por ese comportamiento tan despreocupado, mientras él no podía llevar su vida de manera normal, incluso haciendo eso, seguirla, actuando como acosador, cuando nunca antes en su vida hubiera imaginado tener que valerse de eso, al intentar disipar su propio desconcierto respecto a una mujer.

- ¿Señor va ordenar algo? – le dijo la mesera que se acercó con una pequeña libreta en la mano.

El lugar a donde habían acudido, no era precisamente un sitio elegante y prestigiado, como supuso Julián que sería el sitio donde la llevaría a almorzar Albert, más bien era un restaurante de comida rápida, donde la especialidad principal eran hamburguesas con papas y malteadas, ese hecho fue algo que en verdad sorprendió al apuesto castaño, pero poco le importó seguir dándole relevancia a ese aspecto, lo que a él le concernía más, era saber que haría Diana con Albert.

- Solo tráigame una malteada de fresa – exclamó Julián y la mesera le miro con desconcierto.

- En seguida señor – respondió la mesera, retirándose.

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En la mesa donde se encontraba Diana con Albert;

- Gracias por haber accedido a venir mejor a este lugar, me siento más tranquila aquí, no quería ir a un sitio lujoso como los que acostumbra usted, es que no me siento muy cómoda, mucho menos por que no ando acorde a esos lugares – sonrió Diana.

- Pues a mí me parece que usted siempre luce perfecta señorita Lira, no necesita vestir extravagante, además eso no es lo importante, aquellas cosas son solo superficialidades, lo realmente importante es lo que hay dentro de nosotros – respondió Albert y Diana se sonrojo al escucharlo, le agradaba esa peculiar forma que tenía de hacerla sentir en confianza – pero no me incomoda que hayamos venido a este lugar, es agradable, siempre es bueno de vez en cuando salir de la rutina.

Deseo y sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora