Capítulo 1: El primer día

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La residencia era muy grande, Diana parada sobre la acera, miraba con interés esa amplia y colonial fachada en tono salmón, la vivienda se veía muy anticuada para la época, pero quizás las personas allí dentro eran muy conservadores, al menos en ese aspecto.

Su primer día de trabajo como mucama de los Cavendish había llegado, nunca antes había laborado, pero su madre ya se encontraba muy enferma, el cáncer que tenía estaba avanzado, las quimioterapias frecuentes no le eran suficientes para amenizar su malestar, cada día decaía más y más, los anhelos de Diana por mantener con bien a su madre, la hacían gastar dinero sin cesar, los ahorros que durante toda la vida su madre había guardado, fruto de su trabajo, ya no existían.

La joven recordaba lo difícil que había sido para su madre hacerse cargo de dos hijas sin el apoyo de un hombre, el padre de las niñas había desaparecido, huyo con otra mujer, dejando a su familia al abandono. Diana sentía mucho rencor hacia él y lo culpaba de la enfermedad de su madre, pero ella sabía que de nada le servía buscar culpables.

Pese a que la señora Jennifer Lira, le insistió a su hija que debía continuar estudiando y realizar sus sueños, Diana no quiso hacerlo, al verla enfermar más, decidió que era su turno de hacerse cargo de la casa, de cuidar de ella y de su hermanita pequeña, Beth de doce años, aparte de que no le alcanzaría el dinero para asistir a la universidad.

Por eso ahora estaba allí, ocupando el lugar de su madre como mucama de los Cavendish, esa familia rica y poderosa, dueños de una afamada empresa de modas en la zona.

Diana aun parada frente a la casa, lanzó un suspiro al viento y toco a la puerta, al llegar fue recibida por otra de las mucamas, quien al verla solo le sonrió y la invito a pasar, diciéndole que en un minuto la atendería la señora Margaret Cavendish.

- Buenos días – exclamo Margaret, la dueña de la casa, asustando a Diana quien miraba asombrada cada detalle lujoso de la casa, en la sala de estar había mucho que observar; cuadros de pintores famosos, además de retratos familiares, mismos en los que le causo interés ver a un joven de ojos aceitunados – ese es mi hijo – dijo la mujer al ver a Diana con el retrato de Julián en su mano.

- Hola, ¡buenos días señora Cavendish!, disculpe solo... – replico la joven, girándose de inmediato para verla de frente, haciéndole un gesto de respeto con la cabeza.

- No te preocupes, tú debes ser la hija de Jennifer, ¿no es así? – cuestionó Margaret.

- Si señora, mi madre es Jennifer Lira, yo soy Diana, ella ya no podrá seguir laborando para ustedes, está muy enferma y...

- Si, si, entiendo – dijo Margaret, interrumpiendo a la chica mientras hacia un gesto agitando su mano – no me hables de enfermedades, vienes a trabajar y eso es lo importante, así que creo que debes empezar, dirígete a la cocina y pregúntale Mary por donde comenzar ¿estamos?

- Si señora claro – fue su respuesta.

Desde ese momento Diana se percató del grado de superficialidad de esa mujer, porque pareció no importarle en lo más mínimo la salud de una de sus empleadas, quien había entregado su vida al trabajo durante veinte años aparentando ahora ser para ella como un objeto que es fácil reemplazar.

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Diana sintió impotencia y reprimió su enojo, sabía que necesitaba el dinero y no podía darse el lujo de renunciar e irse, por lo cual trago en seco y se encamino a la cocina, allí conoció a Mary.

- Hola, ¿Qué tal?, mi nombre es Diana Lira, la señora Cavendish me...

- Si, si, yo soy Mary, hola, que bueno que llegas hay mucho que hacer – la interrumpió Mary, poniendo una pila de platos en sus manos – estos debes llevarlos a la mesa, los señores pronto desayunaran así que empieza.

Deseo y sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora