Capitulo 39

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La noche asomaba la luz del astro lunar en medio de la sala de aquella suite, donde dos amantes se encontraban abrazándose y dándose muchos besos apasionados, mezclando el sudor de sus cuerpos sobre una negra alfombra que era testigo de su amor.

— Te amo Diana, no te imaginas cuanto, pero no quisiera que esta mágica noche terminara aquí, no, me niego que sea de esa forma – exclamo Julián cubriendo entre sus brazos a Diana, quien solo lo miraba a los ojos con devoción.

— Yo también te quiero, te quiero – añadió ella entrecerrando los ojos y de vez en cuando cerrándolos y solo escuchando la melodiosa voz del hombre que amaba.

Ambos aun desnudos y tumbados sobre la alfombra, permanecían abrazados extasiados de placer, de haber culminado aquello que, pese a no haber sucedido en las mejores condiciones, era un hecho, como lo era el amor que sentían.

— ¡Julián! – exclamo Diana abriendo los ojos de pronto mientras él le acariciaba el cabello mirándola con ternura, al notar que parecía haberse dormido.

— ¿Qué ocurre Diana? – dijo sobresaltado, luego del susto que le dio de haber despertado tan de repente.

— Espera, creo que debo ir al tocador – diciéndolo Diana se levantó y camino aprisa hacia el retrete. Estando ahí, se hincó y comenzó a vomitar.

Sentía que la cabeza le daba mil vueltas y su rostro en el espejo parecía borroso, sin duda estaba hecha un fiasco, lo que procedió a hacer mejor, fue darse una ducha, se sumergió en el jacuzzi para relajarse con un baño de burbujas, mientras estaba allí recordó cada parte de esa noche.

Rememoro los besos de Julián sobre su cuerpo, mientras pasaba el jabón por su cuerpo, pensaba que él era el hombre que amaba, aquel chico especial al que deseaba entregarle su vida. Luego de ducharse se colocó un albornoz blanco y camino con rumbo a la cama de la habitación.

Después de un rato, Julián noto que se había demorado un poco, a lo cual decidió ir a ver si todo estaba bien y en cuanto entró a la habitación, la vio tumbada de espaldas a la cama, entre las sábanas, su rostro lucía tan angelical en los brazos de Morfeo.

— Descansa mi princesa – le dijo acercándose a ella para darle un beso en la frente, a continuación, procedió a apagar la luz de la lámpara que había dejado encendida ella a un lado de la cama – espero que por la mañana volvamos a estar juntos.

Julián se fue a dormir con la esperanza de que Diana no se molestara con él por lo sucedido, que recordará aquella noche tan pasional que habían pasado, una noche en la cual ella había hecho cosas que ni siquiera sobria hubiese imaginado que podría hacer.

A la mañana siguiente, la luz del sol ilumino con algunos de sus rayos colándose por la ventana el rostro de Diana, cubriendo con su luz en específico sus ojos cerrados, al sentir el leve roce del calor en su cara, entreabrió los ojos y coloco la palma de su mano extendida frente a sus ojos.

Ahora la cabeza le dolía aún más, parecía que taladraban sus sienes, las náuseas aun invadían su cuerpo, no recordaba en absoluto que había sucedido la noche anterior, aunque si rememoraba haberse tomado un coctel de piña colada, por lo cual supuso que luego de eso se fue a dormir, tal y como lo había planeado.

Sin embargo, cuando se descubrió el cuerpo, haciendo a un lado las sábanas para incorporarse y dirigirse a la cocina por un vaso con agua, noto que traía puesto un albornoz blanco y no su pijama como debía ser. Ese fue el primer incidente extraño que descubrió, no obstante, no le dio mucha relevancia.

— Buenos días dormilona, te he traído el desayuno – eso si la sorprendió, ver entrar a Julián a su habitación con una charola con comida y un vaso con agua de naranja, la hizo cuestionar en voz alta y con el rostro pasmado.

Deseo y sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora