Unos días antes del reencuentro entre Diana y Julián, Camila luchaba contra sus impulsos y desconcierto al presenciar la llegada de Albert de forma imprevista, mismo que aún tenía frente a ella, cuestionándole si era Camila, la misma mujer con la que algún día estuvo a punto de casarse, seguramente esperando escuchar la verdad.
— ¿Eres tú Camila? – siguió cuestionando Albert, mientras la chica permanecía pasmada, sin saber aún que más decir – dímelo por favor, necesito saberlo.
La señora Lira, se encontraba desconcertada ante esas miradas que ambos se lanzaban, parecían conocerse, Jennifer también noto el cambio de color en el rostro de Camila, por lo cual optó, alejarse de ellos y dejarlos solos.
Camila intentó detenerla, pero Albert no se lo permitió al observarla con su insistente mirada, notando igual que sus ojos no permitían dirigirle la mirada, debido a su ceguera.
— ¡Respóndeme por favor! – espetó Albert, ansioso de esperar contestación.
— ¡Sí, Sí, ¡soy yo!, ¡la misma mujer con la que estuviste a punto de casarte! – levantó la voz Camila, saliendo de repente de su letargo, ese sonido fue objeto de miras desconcertadas de parte de las otras mujeres presentes. Jennifer en voz baja le sugirió a Beth, que mejor dejaran solos a la pareja y fueran a la habitación.
Albert se pasmó más aún al escuchar la confirmación de sus labios, incluso una lágrima rebelde recorrió una de sus blancas y recién afeitadas mejillas, parecía ser un sueño, de la impresión sentía que las palabras no querían brotar de sus labios.
Sin duda estaba siendo algo muy impactante y difícil de asimilar, descubrir que aquella mujer a la que creyó muerta durante tantos años, ahora de pronto aparecía frente a él, hasta la cabeza comenzaba a dolerle de tantas dudas, cuestionándose a cada momento ¿Por qué?
— Lo siento Albert, sé que te debo muchas explicaciones, pero... - siguió hablando y él la interrumpió.
— Si, sin duda son muchas explicaciones, demasiadas diría yo... no comprendo nada, necesito que me digas, ¿Por qué he encontrado viva a una mujer que incluso enterré?, a la cual le lloré al pie de una tumba por muchos años, ¿dime Camila?, no entiendo, me estoy volviendo loco ¿acaso?...
— Albert en verdad estoy viva, pero sin esperanzas, hubiese preferido que siempre creyeras que estuve muerta, ¿Por qué tenías que aparecer de nuevo? ¿Por qué?
— Tú dime, ¿Por qué? – se le acercó, poniéndose de rodillas ante ella y sujetándole ambas manos que tenía en su regazo. Ese contacto produjo en ambos el recuerdo de aquellos momentos felices que algún día pasaron juntos - ¿Por qué mentiste?
— No, yo no quería verte sufrir Albert, sería injusto haber condenado tu vida a una mujer ciega, una mujer a la que tendrías que cuidar y con la que nunca disfrutarías del placer de convivir como una pareja normal, a la que dejarías de amar y abandonarías por no satisfacer tu necesidad de una vida tranquila y feliz...
— ¡Eso no es cierto Camila!, ¿Por qué dices eso?, yo jamás hubiese sido capaz de abandonarte ni dejarte de amar, nunca lo habría hecho, me conoces bien ¿Por qué tuviste que decidir por mí?
— Lo lamento Albert, en verdad lamento haber dudado de ti, de que podrías olvidarme al verme ciega, pero yo no planeaba decidir por ti, solo quise que fueras feliz, por el amor que... - iba a decir que le tenía, pero recordó que aún lo amaba – nos tuvimos.
— Te amé mucho Camila y me dolió, en lo más profundo del corazón, tu muer... - mascullo Albert, levantándose de donde estaba, para darle la espalda, mientras hundía los dedos de ambas de las manos en sus cabellos rubios, entretanto Camila pensaba que al decir que la amó, con seguridad ya no lo hacía más -. Pero no sé qué decir, estoy muy sorprendido – apretándose las sienes con una de sus manos avanzó y añadió -, será mejor que me vaya.
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Deseo y sacrificio
RomanceLos problemas económicos a veces nos llevan a tomar decisiones precipitadas, esto Diana muy bien lo sabía al aceptar una proposición que jamás imagino aceptar. Le entregaría lo más valioso de ella a un millonario hombre, arrogante, mujeriego pero c...