A la mañana siguiente Diana como era lo usual se preparaba para otro día más de trabajo en la residencia de los Cavendish, por las mañanas ella antes de irse debía hacer el desayuno de su madre y su hermana. Diana cuidaba mucho de su mamá, que incluso en ese aspecto ponía énfasis y sumo cuidado, su propósito era despertarse todos los días a las 05:00 am a comenzar sus labores primero en casa, cuando su horario de trabajo iniciaba a las 8:00 am.
- Hija, ¿Ya te has despertado tan temprano? – cuestiono su madre.
- Si mamá, es que en un rato más entrare a trabajar y necesito dejarte todo listo. Beth entrará al colegio y debe desayunar antes de marcharse – le sonrió Diana mientras se apuraba a preparar los hotcakes.
- Gracias Diana eres tan buena, no deberías preocuparte, yo puedo hacerlo, no estoy tan enferma aun como para no atender a mis hijas como se debe – dijo su madre.
- No mamá, tú debes descansar y no madrugar conmigo. Déjame que haga las cosas porque así me parece que sea, además recuerda que no estoy todo el día en casa, ayer vine muy tarde y no te vi casi. Por eso intento ayudarte en lo que pueda, ya que supongo que de ahora en adelante será así – contesto Diana.
- Bueno, tienes razón hija – suspiro su madre – si deseas hacerlo, está bien.
- Por cierto, ¿Ya se despertó Beth?, son las 6:00 am, dentro de una hora entra al colegio y si no se apura llegará tarde – cuestiono Diana a su mamá.
- Creo que no se ha despertado, deja voy a levantarla – dijo su madre, luego de unos minutos regreso – no Diana.
- ¿No que mamá?
- Tu hermana no se quiere despertar, no sé qué le pasa, dice que ya no quiere ir a la escuela – afligida respondió su madre.
- ¡¿Qué?!, ¿Pero ¿qué le pasa a esa niña?, por favor mamá ayúdame a poner la mesa, yo iré a obligarla a despertarse, creo que ya se está pasando de la raya esa niña y ahora mismo me va a escuchar – tras decirlo Diana se encamino a la recamara de su hermanita.
Beth aún estaba envuelta entre las sábanas, renuente de pararse e ir a la escuela. Diana llego y le quito las sábanas de encima bruscamente, ya que la niña por más que le dijeran las cosas, se mostraba rebelde a ceder.
- ¿Qué te pasa? – grito Beth a su hermana Diana.
- ¡Despierta ya Beth!, tienes que ir a la escuela – dijo Diana.
- ¡No quiero! – recriminó Beth.
- ¡Irás porque así debe ser!, no te permitiré que te niegues a hacerlo, así que ¡párate y vístete! – alzo la voz su hermana.
- ¡No lo haré! – dijo la niña de nuevo envolviéndose entre las sábanas y tapándose los oídos con una almohada.
Diana al ver la renuencia extrema de su hermana, decidió tomar medidas drásticas, agarro un pequeño contenedor con agua fría y la dejo caer en la cabeza de Beth, alertándola con esto a que se enfureciera aún más.
- ¿Qué te pasa? ¡Estás loca! – dijo Beth parándose de súbito de su cama.
- ¡No!, te dije, te lo advertí que, si no te levantabas, sufrirías las consecuencias, así que te apuras a vestirte ahora mismo y te me vas al colegio ¿Me escuchaste? – le dijo Diana.
- ¡Tú no eres quien para obligarme!, no quiero ir a la escuela, ya te dije que no me sirve de nada hacerlo, tú eres una simple sirvienta y a mí me espera el mismo futuro que a ti, además odio que los demás niños si tengan a su papá y yo no, ¡Así que olvídalo! ¡No quiero ir nunca más! – dijo la pequeña.
ESTÁS LEYENDO
Deseo y sacrificio
RomansLos problemas económicos a veces nos llevan a tomar decisiones precipitadas, esto Diana muy bien lo sabía al aceptar una proposición que jamás imagino aceptar. Le entregaría lo más valioso de ella a un millonario hombre, arrogante, mujeriego pero c...