Diana tenía preparadas las maletas para la llegada de Albert, ese era el día de su partida, juntos irían de su casa al aeropuerto. Mientras terminaba de compartir la cena con su madre y Beth, su hermana quien ahora tenía quince años, aguardaba paciente la llegada de su jefe.
De pronto escucharon que tocaron a la puerta y dedujeron que se trataba de él.
— Debe ser Albert, mamá, voy a ir a abrir – al decirlo, Diana se incorporó y tomo camino hacia la puerta - ¡Albert!, hola, adelante por favor, te estaba esperando, ya tengo todo listo, sé que te gusta mucho la puntualidad y ¡aquí me tienes!
Diana irguió su espalda y levantó la barbilla, al tiempo en que estiraba sus manos a sus costados.
— Hola Diana, me agrada saberlo.
Albert se adentró al departamento, saludo a la madre de Diana, a su hermana y convivió junto a ellas unos minutos, charlando asuntos cotidianos, sin embargo, cuando Beth y Jennifer decidieron dejarlos solos, Albert le indico a Diana que tenía que decirle algo importante.
— ¿De qué se trata Albert? – cuestionó con asombro y un poco pasmada.
— No tienes de que angustiarte Diana, no es nada malo, lo que ocurre es que no podré viajar, debo quedarme a resolver unos pendientes, al parecer hubo un problema en el nuevo edificio que están construyendo en Arizona, y debo ir verificar de que se trata, me llevará algunos días resolverlo.
— ¿Entonces no viajaremos?
— No, yo no viajaré – Diana arqueo una ceja al escucharlo – pero tu si lo harás, todo está preparado y alguien debe representarme en esa cena, es un evento muy importante, en el que tengo que estar presente, pero como yo no podré hacerlo, quien mejor que tú, que eres mi persona de mayor confianza.
Diana solo pudo tragar en seco, nunca antes había tenido que viajar sola, mucho menos asistir a una presentación de negocios sin Albert. Le comenzaron a temblar las piernas y un nudo de desesperación aprisionó su garganta, el empalidecerse, de nuevo fue inevitable.
— ¿Estás bien Diana? – cuestionó Albert al notar el repentino cambio de humor. Diana pensó en ese momento de decirle a Albert lo que en su interior ocurría, sin embargo, no lo hizo, porque sabía que él confiaba en ella, que la tenía en la cima, y la consideraba una ejecutiva muy inteligente, además de que hace poco la había ascendido a un puesto importante. De modo que ella tenía el deber de actuar con sensatez y ayudarlo ahora que la necesitaba más, como reciprocidad a todo lo que había hecho por ella.
— ¡Sí!, mejor que nunca, ¡sin duda! – asomo una sonrisa y él le correspondió – te ayudaré Albert, iré a ese evento, sola, daré mi mejor esfuerzo y verás que el nombre de Fad&Stuff, quedará en todo lo alto en Londres.
— Gracias Diana, sabía que podía confiar en ti, pero, ¿deberás no tienes inconveniente en ir sola?
— ¡No!, estoy bien no te preocupes.
— De acuerdo, viajarás en mi jet privado, ya di indicaciones exactas, ¿entendido?, llegarás a...
Albert le dio las pautas a seguir a Diana, de todo lo necesario que debía hacer en Londres, ella lo escuchó con atención sintiéndose un tanto nerviosa, pero en la medida de lo posible evitando externarlo.
En Londres Inglaterra, Julián se acercaba a la terraza de la mansión, en donde Giovanna, se encontraba recargada al barandal un poco pensativa.
— Buenos días Giovanna, ¿quieres una taza de café? – le ofreció amablemente, ya que entre sus manos llevaba a cuestas una charola con dos tazas de café negro, que reposo en una mesa cercana a donde ella estaba.
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Deseo y sacrificio
RomanceLos problemas económicos a veces nos llevan a tomar decisiones precipitadas, esto Diana muy bien lo sabía al aceptar una proposición que jamás imagino aceptar. Le entregaría lo más valioso de ella a un millonario hombre, arrogante, mujeriego pero c...