Capitulo 38 Imposible resistirse

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— Hazme tuya Julián – le susurraba al oído Diana, mientras él la besaba por el cuello, recorriéndole hasta los hombros, deslizando un poco el vestido que traía para despejar la zona.

De repente un atisbo de conciencia acaparo la mente de Julián, haciéndole ver que no podía aprovecharse de la situación, la amaba y sabía que lo que ella decía lo hacía bajo la influencia del alcohol, él no quería pasar solo una noche pasional con ella, tenía la esperanza que al día siguiente siguieran estando juntos ella no cambiara de parecer o se arrepintiera, reprochándole sus actos.

— No Diana – le dijo alejándose de ella – te amo, ¿Por qué no mejor descansas y mañana platicamos, quieres?

— ¡No! – se aferró Diana colgándosele del cuello - ¿no me deseas Julián? – le puso rostro de puchero.

— Si amor, te deseo mucho Diana, te amo, pero no quiero que hagamos las cosas así, estas muy extraña, ¿tomaste más aparte de alcohol?

Diana sentía que la cabeza le daba vuelta y la voz de Julián la escuchaba como un eco, de hecho, en ocasiones abría y cerraba los ojos para distinguir con claridad si era él quien estaba ahí y no alguien más, la felicidad y exaltación que sentía aún no se disipaba de su cuerpo.

— No sé, ¿eso que importa?, ¿Por qué no aprovechas?, estoy disponible para ti, ¿anda? – eso se lo dijo mordiendo levemente el lóbulo de su oreja.

— Diana, no insistas, no haré nada contigo, así como estás, mejor tranquilízate, mañana platicaremos, dormiré en el sofá – al decirlo se quitó los brazos de Diana que tenía sobre su cuello y avanzó hacia la habitación en búsqueda de unas sábanas y almohadas, para acomodarse en el sofá.

Diana se quedó en la sala de la suite, allí alzó sus brazos al cielo girando al centro, con las manos extendidas al cielo, incluso comenzaba a cantar, pero eso no fue lo peor que ocurrió, cuando Julián regresó con una sábana y una almohada entre los brazos, dejo caer estas al suelo, al ver a Diana solo en bragas frente a él. Unas bragas en color rosa tenue con un bordado sexy en la orilla.

— Diana – trago en seco al decirlo - ¿Qué te ocurre?

— Julián, te extraño, ¿ya no me deseas?, quiero que me hagas tuya, ¿te gustó?, puedes hacer de mí lo que quieras – Diana dijo eso, paseándose alrededor de él, deslizando unos de sus dedos por su mentón.

La tentación era mucha, estaba semidesnuda frente a él, deseosa de que la hiciera suya, pero él no podía hacerlo, sabía más bien que no debía, no era correcto, algo muy raro le ocurría a Diana.

Julián incluso comenzó a deducir que podría estar drogada, ella no era así y el alcohol solo, no podría llevarla a ese extremo de hacer cosas absurdas, Julián se sentía en la necesidad de averiguar cómo es que Diana se había drogado.

— Diana, ven, te cubriré con esta manta – cuando ella se le lanzó de nuevo a los brazos, rodeándole el cuello, él puso la mayor resistencia posible para no mirarla con deseo. Se estaba derritiendo de ganas de poseerla, de hacerle el amor, pero sin dudas era más grande el amor que sentía que sus impulsos mismos.

— Julián – le dijo ella, atrayéndolo de nuevo hacia ella, dejando caer frente a él, así como lo tenía abrazado la sabana al suelo, de nuevo quedando al descubierto.

— Diana por favor, no seas así, no me hagas cometer una locura, sé que mañana no te acordarás de esto y me odiarás pensando lo peor de mí – le dijo él cubriéndola entre sus brazos, al tiempo en que olía sus rizos, inundando su rostro en ellos.

— No importa lo que pase mañana Julián, yo te amo, te extraño, quiero estar de nuevo entre tus brazos – diciéndolo Diana se hizo hacia atrás para tomar el rostro de Julián entre sus manos y mirarlo a los ojos – ámame Julián, hazme tuya, quiero que me beses y me acaricies, te he extrañado tanto.

Las palabras de Diana eran sinceras, en medio de su turbación decía la verdad, algo que en sus cinco sentidos no estaba dispuesta a decir, ahora lo hacía, escuchar ese argumento fue como un aliciente al dolor que sentía Julián, incluso al haberla visto besarse con Albert, no importándole en lo más mínimo ese hecho.

— Yo también te amo Diana, te deseo, júrame que no te importa Williams, que solo me amas a mí, que siempre serás solo mía, dilo Diana, quiero escucharlo.

— Si Julián, no me interesa nadie más que tú, te amo, soy tuya y solo quiero ser para ti.

Eso era lo que él deseaba escuchar, sin embargo, luego de que eso sucedió comenzó a besar a Diana con ímpetu, tenía muchos anhelos de seguir disfrutando de sus sonrosados y apetecibles labios, pero lo que hizo después fue apartarse de ella y recoger la sabana, para cubrirla de nuevo.

— Durmamos ¿de acuerdo? – cuestionó de nuevo y Diana lo miró con seriedad.

— Está bien, anda ve al sofá, iré a la recamara – fue la respuesta de ella, algo que desconcertó a Julián al notarla cambiar tan pronto de parecer – pero antes de eso, me tomaré esa botella de whisky que hay en el minibar.

— No Diana, anda ve a descansar – diciéndolo la cargo encima de su hombro mientras ella pataleaba entre sonrisas.

Al llegar la recostó en la cama y la cubrió con la cobija, dándole un beso en la mejilla, ella hizo amago de colgársele del cuello, pero él se lo impidió alejándose de ella y cerrando la puerta.

Al salir se paró de espaldas a este dando un largo suspiro, sin duda estaba conteniéndose el deseo de ceder a la seducción de aquella mujer, pero esa resistencia que había mostrado le demostraba así mismo que en verdad estaba enamorado y solo quería lo mejor para la mujer que amaba.

Cuando avanzaba camino al sofá de piel que había en la sala, observó la botella de whisky que Diana pretendía tomarse, por lo que decidió servirse una copa, que se convirtió en muchas más, mismas que lograron producir en él sueño, y hacerlo relajarse, de hecho, con ese propósito la había bebido.

Sin embargo, luego de un rato que él ya se había acomodado en el sofá, cerrando sus ojos para tratar de dormir, en medio de la oscuridad apareció la chica, pero ahora llevaba puesta la camisa que se había quitado Julián, cubriendo su torso y sus bragas, llegándole a las caderas.

— ¡Diana! – dijo Julián, entreabriendo sus ojos y mirándola en las penumbras, incluso llegando a pensar que la estaba soñando, pero parecía no ser así. Por lo cual encendió la luz del buró que estaba a un lado y se sentó - ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas dormida.

— No puedo dormir Julián, quiero estar entre tus brazos – Diana se acercó a donde él estaba, sentándose a horcajadas encima, colocando sus piernas a los costados de las caderas de Julián. A continuación, rodeo con los brazos su cuello, acariciándole el cabello castaño, inundando detrás de su cabeza los dedos, masajeándolo al mismo tiempo.

— Diana por favor ¿Qué haces?, no podemos, no puedo, no es correcto.

— ¿Entonces que es correcto?, ¿acaso hubieses preferido que lo hiciera con Albert?, porque de ser así, pudiera buscarlo, a lo mejor él...- Julián la sujeto con una mano por la nuca, atrayéndola hacia él, para mirarla con firmeza y ojos fulminantes.

— ¡No vuelvas a decir eso ni en broma Diana!, ¿quieres que te haga el amor?, de acuerdo, lo haré, a mi lado no necesitarás de nadie más, ¡eres mía!, ¿quiero escucharlo de tus labios? Dime que eres mía – le decía Julián con su otra mano acariciándole la espalda a Diana, de arriba abajo, aun por encima de la camisa.

— ¡Soy tuya Julián!, solo tuya, hazme que siga siéndolo.

Él no pudo contener la tentación de tenerla entre sus brazos amándola, ella se le estaba entregando y aunque estaba demasiado alcoholizada, mostraba mucha resistencia a dormir sola, quería amarlo, abrazar y besar al hombre que era capaz de producir delirios en ella.

Julián lo hizo, a pesar de haberse propuesto contener su deseo, no pudo más, Diana lo sedujo con tal insistencia, que le fue imposible negarse, además ¿Cómo hacerlo?, si amaba con locura a esa mujer, provocaba en él sensaciones distintas cada vez que la tenía entre sus brazos, lograba que olvidará todo lo demás y se concentrará solo en ella.

El estar así tan cercano a ella, le demostraba que podía confirmar el amor que sentía, además de sentirse un tonto al pensar que por una estupidez la había perdido, solo anhelaba que al día siguiente ella no olvidará sus palabras y lo perdonará, aunque en realidad no le había dicho eso, él quería suponer que así lo era.


Deseo y sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora