Capitulo 47

154 7 0
                                    

El día en que debía volver a América había llegado para Diana, estaba muy feliz de saber que ahora ya era la esposa de Julián Cavendish, el hombre que amaba, sin embargo, su suegra, la señora Margaret aún se mostraba distante, incluso ni siquiera había ido a despedirlos al aeropuerto.

— ¿Crees que tu madre algún día me acepte? – cuestionó Diana recargando la espalda al asiento del avión, mientras miraba por la ventanilla como iba avanzando la aeronave aun sobre la pista.

— No tienes por qué preocuparte por eso amor, estoy seguro que si lo hará, solo debemos darle tiempo quizás está enfadada por el precipitado matrimonio de su hijo, pero tengo fe en que pronto será diferente – repuso Julián siendo optimista al mencionarlo. En su interior en realidad temía que eso no sucediera.

— Ojalá Julián, no es por que desee mucho caerle bien a tu madre, porque yo sé que quizás eso no será posible, más bien es porque me gustaría que hubiese armonía en nuestras vidas y con tu madre enfadada con nosotros, creo que no será de esa forma – dijo Diana encogiéndose de hombros.

— Esperemos que no sea de esa manera amor. Ya te dije que, aunque el mundo confabulé en nuestra contra, nosotros lucharemos contra todos – sonrió Julián, tomándola por el mentón y girándole el rostro para que lo mirara a los ojos.

Diana no se mostraba muy convencida de las palabras de su esposo, pero tenía que ser más positiva, era feliz, al fin estaba con el hombre que amaba ¿Por qué debía estar preocupada?, cavilaba.

A pesar de sus cavilaciones, reconocía que era importante la aceptación de Margaret, ella no pretendía ser motivo de discordia o separación de una madre con su hijo, simplemente no se lo perdonaría nunca de ser así.

:::::::::::

Margaret aguardaba en el pórtico de la mansión, meciéndose en una silla que había colocado justo en dirección a la gran calzada que daba acceso a su lujoso hogar, cuando vio el Mercedes Benz clásico gris de su esposo acercarse, supo que la cuestionaría respecto a su actitud.

Intentaba escudriñar en su mente las excusas a su favor respecto a su cuestionable actitud, según ella había muchas.

— ¿Te sientes más tranquila? – preguntó Richard, al subir los tres anchos escalones que daban acceso al lugar, situándose a un costado de su esposa, parado de frente, mientras ella clavaba su vista en los jardines del lugar.

— Estoy bien – respondió ella con frialdad y frunciendo los labios.

— Sigo sin comprender, ¿Por qué te comportaste de esa forma con tu hijo y su esposa?, ¡deberías sentirte feliz Margaret!, él al fin está casado, quizás pronto sea padre y nos dé un nieto sano, que alegrará nuestras vidas.

— Eso no quiero ni pensarlo, esa mujer no es alguien que se merezca a Julián, además estoy enfadada por preferirla a ella antes que a mí que soy su madre – refutó Margaret, tocándose el pecho con indignación.

— Eso no es así Margaret, ¿te das cuenta que suenas como una madre aprehensiva?, como si tu hijo fuese un niño de diez años, cuando ya es un hombre, que tiene derecho a rehacer su vida y ser feliz con quien más le parezca, ¡deberías tu igual ser feliz por ello! Lo siento Margaret, en muchas cosas he estado de acuerdo contigo, porque te amo, nosotros tuvimos la dicha de enamorarnos y ser felices, ¿Por qué no podemos dejar que nuestro hijo lo sea también?

Para Margaret era difícil asimilar la decisión de su hijo, pero reconocía también que lo que su esposo le sugería era cierto. El semblante de Julián ya no era el mismo, estaba más feliz, incluso lucía con un brillo particular en su rostro, ese toque especial que solo el amor puede brindar.

Deseo y sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora