Diana dio a luz a una hermosa niña, que a simple vista tendría los ojos de su padre y el hermoso cabello de su madre. Toda la familia se encontraba reunida en la sala de espera, los primeros en ver a ese retoño, sin lugar a dudas debían ser los padres. Después poco a poco fueron pasando los demás miembros de la familia.
- Tu hija es hermosa, Diana —exclamó Jennifer contemplando a la pequeña beba, de piel blanca, que yacía recostada del brazo de su madre—. Me alegra que todo haya salido bien, hija. Julián está muy feliz ¿ya lo notaste?
- Si mamá, se le ve muy contento, eso a mí también me llena de dicha, a pesar de todo siento paz en mi corazón —añadió Diana sin dejar de mirar a su bebé.
- ¿Por qué lo dices, Diana?, existe acaso algo que te aflija —inquirió Jennifer. Diana, aunque estaba muy feliz, tenía algo en su interior que no le permitía estar tan tranquila.
Diana alzó la mirada y sus verdes luceros observaron a su madre, con ellos melancólicos no bastaron más palabras para descubrir lo que tenía.
- ¿Es por la madre de Julián, ¿verdad?
- Si mamá. Esa señora no ha querido cruzar palabra con su hijo, por mi culpa.
- No te culpes mi amor, tú no tienes nada que ver en eso. El hecho que a esa mujer no le haya parecido la decisión de su hijo, no es algo que deba afectarte, es más, deberías estar feliz. Tienes salud, un esposo que te ama y ahora una hermosa niña que será tu razón de ser, como tú y Beth lo fueron siempre para mí —concilió Jennifer haciendo entrar en razón a Diana.
- Si mamá, tienes mucho de cierto en tus palabras. Pero también me preocupa que Julián se sienta afligido por ese hecho, él no lo demuestra porque quizás no quiere que me preocupe, pero podría jurar que le duele el rechazo de su madre. Hace unos meses intentó hablar con ella por teléfono, el señor Richard respondió y Julián quiso que le pasara a su madre, como tenía el altavoz, escuche que a lo lejos se oyó su voz, diciendo tajante que no quería saber de ese hombre, al que ya no consideraba... hijo —Jennifer se tapó la boca con ambas manos, muy sorprendida. Era difícil discernir como una mujer que era madre, de un único hijo, podía comportarse de esa manera, imperturbable.
- Pues que mala es esa mujer Diana, jamás imagine que Margaret Cavendish llegara a despreciar a su hijo de esa manera. Antes juraba que lo era todo para ella.
- No es por él mamá. Es por mí —objetó Diana, pestañeando y tallándose el puente de la nariz con la mano que tenía en libertad.
- Pues ya te dije, que la ignores, olvídala Diana. Ciertamente es tu suegra y siempre sabrás que así es, pero la vida no puede ser perfecta. Yo siempre estuve sola, nunca supe de una suegra y menos de un marido que me quisiera como lo hace Julián contigo, que incluso desafiará a su propia familia por mí. Y aun así me mantuve en pie, lo mismo tienes que hacer tú.
- Así es mamá. Gracias y tienes toda la razón, quizás me siento así por la bebé, me hubiese gustado que su abuela la conociera. Pero con nuestro cariño le bastará y sobrará a Tamara —predijo Diana, dándole un sutil beso a la bebé sobre la delicada y pequeña frente recién nacida.
- ¿Así que Tamara, ¿eh? —cuestionó Jennifer con una sonrisa.
- Si mamá. Julián y yo hemos decidido ponerle ese nombre, aunque aún no es un hecho, ya que estábamos decidiendo entre ese o Carly.
- Estaría bien—dijo Jennifer—: Tamara.
....
En el aeropuerto recién arribaban, Richard y Margaret, quien a regañadientes decidió ir y encontrarse con su hijo, además de conocer a su nieto. Con premura Richard se dirigió hacia la limusina Lincoln color negra que aguardaba por ellos, incluso dejando atrás a Margaret.
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Deseo y sacrificio
RomanceLos problemas económicos a veces nos llevan a tomar decisiones precipitadas, esto Diana muy bien lo sabía al aceptar una proposición que jamás imagino aceptar. Le entregaría lo más valioso de ella a un millonario hombre, arrogante, mujeriego pero c...