La tarde había caído y Diana recordó que en el documento que leyó en el ropero de su madre, decía que, de acceder a ver a ese hombre, debían reunirse en parque principal de la ciudad a las 6 pm. Moviendo sus dedos rítmicamente sobre su escritorio, determino ir ella a ese lugar y espiar a su madre.
Lo que opinaba hacer al respecto, no era lo ideal, pero las dudas no permitían que se mantuviera tranquila, de modo que lo hizo, se paró de donde estaba y camino hacia la oficina de Albert, le pediría permiso a él para salir un momento, porque Eliza, quien era su jefa inmediata, no se encontraba ahí.
Señor Williams ¿tiene unos minutos? – cuestiono entrando de improviso, mientras Albert revisaba unos documentos, mientras traía unas gafas puestas, que solo usaba para leer, sin duda lo hacían ver más atractivo.
¡Diana!, claro – respondió - ¿Qué necesitas?
Quisiera pedirle permiso para salir, es que debo comprar unos artículos para mi madre, no hay quien lo haga y le urgen, en verdad me apena abusar de su confianza, pero es muy urgente – con toda la vergüenza del mundo tuvo que solicitar otro permiso, en ese mes, ya hasta había olvidado que tantos permisos pedía.
Desde luego que sí Diana, por mí no hay ningún inconveniente, es más, si quieres yo te llevo, justo ahora voy de salida – le respondió él, parándose de donde estaba para ir a quitar su saco gris del perchero y ponérselo de nuevo.
Le agradezco mucho señor Williams, pero lo que haré, tengo que llevarlo a cabo yo sola, espero me comprenda, necesito un poco de tiempo conmigo misma – los verdes ojos de la chica se ensombrecían al recordar su melancolía, pero su jefe era comprensivo y accesible, de modo que cedió.
El parque principal, aunque no era fin de semana, estaba repleto de personas que buscaban recrearse al aire libre, caminando por una de las largas veredas con piso adoquinado, ella observaba de lado a lado, intentando distinguir a su madre, pero en un dejo de recuerdos, rememoro que la hora exacta del encuentro debía ser a las 6 pm y aún faltaban algunos minutos.
Se encontraba ya en el sitio exacto, a una distancia prudente para no ser vista, mientras esperaba sentada en una de las bancas de hierro del parque, contemplo a las parejas que felices caminaban alrededor del lago, algunos tumbados en el césped y otros tantos sujetos de las manos mirándose con amor.
Esas imágenes, le recordaban lo mucho que extrañaba a Julián, si bien era cierto que no llevaban mucho tiempo distanciados, sentía como si fuese una eternidad, en ocasiones quería olvidar todo y perdonarlo, pero en otras más, recordaba su traición y eso le calaba las entrañas.
En su momento de letargo, no se percató que Jacob, había llegado al sitio indicado por él mismo, pero quien aún no se hacía presente, era Jennifer. Diana en el momento que giro su visión para captar de nuevo su punto objetivo, distinguió que un hombre de cabellos canosos, aspecto elegante y aproximadamente unos 50 años, estaba parado bajo el árbol, donde decía que estaría esperando su supuesto padre a Jennifer.
Ella al distinguirlo, sintió que el corazón comenzó a latirle de lo nerviosa que estaba, Diana desconocía que él ya la había visto antes, incluso sabiendo quien era, por lo cual pensaba que, aunque la viera ahí, no sospecharía al respecto, sin embargo, los minutos pasaron y Jennifer nunca apareció, Jacob no la había visto, así que lo que hizo fue avanzar, al parecer se marchaba.
¡Señor Jacob! – lo detuvo Diana y él al escucharla de inmediato se giró sobre sus talones.
¿Sí? – fue lo que dijo, aparentando que la desconocía, pero bien sabía que era ella, su hija.
¿usted le envió esta nota a mi madre? – fue la primera cuestión que hizo ella, sosteniendo la carta entre sus dedos índice y medio, mientras la hacía de un lado a otro casi frente a él.
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Deseo y sacrificio
RomanceLos problemas económicos a veces nos llevan a tomar decisiones precipitadas, esto Diana muy bien lo sabía al aceptar una proposición que jamás imagino aceptar. Le entregaría lo más valioso de ella a un millonario hombre, arrogante, mujeriego pero c...