Capitulo 26: Extasis

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Diana y Julián, comenzaron a entregarse de nuevo al frenesí, besándose ahí en medio de la soledad de esa oficina, nada podía separarlos, él aparto con una de sus manos la manta que cubría la mesa, despejando la zona, para sentar ahí a la chica, no dejaba ni un segundo de besarla, de sentir su lengua estremecer cada parte de su cuerpo con el hecho de tenerla dentro de su boca, ambos compartiendo esa febril oleada de pasión que los invadía de los pies a la cabeza.

- Julián, creo que no está bien, debo ir a trabajar con el señor Williams, él ha sido muy bueno conmigo que no debo dejarlo mal – exclamo Diana, separándose con sutileza del beso de Julián, mientras él no dejaba de rozar su incipiente barba sobre su cuello, produciendo intensos escalofríos en ella que la hacían querer continuar, incluso provocaban que cerrara los ojos para percibir con mayor intensidad ese deseo que presenciaba.

- Puedes decirle que surgió un inconveniente y no pudiste llegar a tiempo, seguro te creerá, ahora por favor no hables de Williams, mientras estamos juntos – añadió Julián dando suaves besos sobre los hombros de Diana, entretanto con su mano despejaba esa área para disfrutar mejor el olor del perfume de rosas que llevaba ella – uhm, hueles delicioso, ¿sabes? Que ese aroma en ti produce mayor excitación en mí, simplemente sensibiliza más mis sentidos, por ello no puedes dejarme aquí con este estremecimiento sobre mi cuerpo.

- Julián, yo también siento lo mismo que tú, me avergüenza decirlo, pero deseo que me despojes de todo y que me hagas tuya, solo tuya, aunque sé que ya te pertenezco – indico Diana un tanto sonrojada, mientras encorvaba su espalda hacia atrás, dejando a Julián explorar más debajo de su cuello, llegando a su pecho, para desabotonar la parte de frente de su vestido, acto que llevo a cabo con sus dientes, ese hecho hizo que ella temblara con mayor inclemencia.

- Me gusta sentir ese palpitar en tu cuerpo, quiero hacerte mía Diana, que solo me pertenezcas a mí, te quiero – le musito al oído y ella se estremeció de lleno, aferrándose a su cuello, al mismo tiempo que enterraba sus dedos entre los cabellos castaños de su amante.

Los besos de Julián no se comparaban con ningún otro que jamás le hubiesen dado, estos eran fuego, fuego dulce y salvaje al mismo tiempo, una mezcla de emociones sin precedentes, sensaciones diversas que la hacían estallar de placer, sin siquiera haber concluido el acto, esta vez a pesar del precario lugar y que estaban estrujándose ahí sobre un escritorio viejo, resultaba ser más emocionante que la primera vez que había tenido su relación sexual.

Ahora todo resultaba ser más llevadero, ella cedía de lleno a ese encuentro, anhelando cada vez más, con cada roce de su piel, con el roce de sus labios y de sus dedos que exploraban aquella superficie, como si fuese por completo desconocida, ya no le interesaba que estaban en pleno día, eso era lo de menos, incluso algunos rayos solares se colaban por unas pequeñas rejillas que había en una ventana alterna, iluminando la habitación.

- ¿ahora ya no temes que te vea? Que perciba cada línea de tu piel con claridad – musito Julián deteniéndose por unos segundos a contemplar los verdes ojos de Diana que mostraban un brillo muy particular que iluminaba en cierta forma su mirada, haciéndola lucir más hermosa.

- No, ya no me importa, siempre he estado pendiente de hacer lo correcto, pero tú me incitas a romper las reglas – sonrió ella y él le correspondió con un beso.

- No sé porque presiento que la relación que tendremos será muy intensa, disfrutaremos cada minuto que pasemos juntos, te lo aseguro, tienes el mejor galán en tus riendas – bromeó él.

- De nuevo comenzarás con tus arrogancias, de ser así, no quiero ceder – sonrió Diana, intentando mostrar seriedad, pero su felicidad se lo impedía, sin embargo, se cruzó de brazos haciendo rostro de puchero.

Deseo y sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora