CAPÍTULO 9

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PRESENTIMIENTOS OSCUROS

A la mañana siguiente, mi cuerpo aullaba de dolor. Por mí, hubiese permanecido toda la mañana tirada en mi cama entre las sábanas de seda, ya que no habría gran entretenimiento debido a que era el día libre de muchos guardias.

-¡Leyla! -mi hermano Keane entró de sopetón con la voz entrecortada. -Arriba, padre quiere hablar contigo.

-Me lo imaginaba. -comenté tras recordar los incidentes con los semidioses del día anterior.

Keane me dejó unos minutos para cambiarme y los dos nos dirigimos a su despacho en la planta baja. Ahí estaba él sentado en una silla dorada con bordados del Sol, con la mirada penetrada en los folios que posaban en la mesa de madera de roble. El ruido de la puerta cerrarse hizo que levantara la cabeza para ver nuestra llegada.

-Siéntate Leyla. -me indicó una silla en frente de él. Antes de que Keane abriese la puerta con la intención de marcharse, mi padre lo reprimió. -No Keane. Tú también.

Fruncí el ceño y lo miré preocupada.

-Leyla, el Dios de la Naturaleza quiso charlar ayer antes de irse. Según él, intentaste agredir a su hijo y por tu culpa, él recibió un gran golpe.

-¿¡Por mi culpa!? ¡Él mismo se lo buscó!

-¡Silencio! -me regañó mi padre. -¿Tienes idea del enfado que tiene ahora mismo su padre? ¡No confiaba en mi palabra y ahora mucho menos!

-Y le crees ¿no? -me estremecí en la silla, con la ira corriendo por mis venas. -No me puede creer que confíes en la palabra de un extraño antes de tu propia hija. ¡No le agredí! ¡Empezó él cuando me empujó al suelo!

-Eso no tiene excusa.

-¿¡Ahora defiendes a Enzo!? -salté de la silla y le planté cara a mi padre.

-Leyla, no levantes el tono. -Keane me agarró el brazo suavemente para hacerme sentar otra vez y esbozó una expresión de relajamiento.

-¡Estamos al borde del colapso! Con la muerte de tu hermana todos los dioses desconfían de nosotros. ¡Lo último que necesitaba es que mi hija malcriada hiciese su numerito en la reunión de ayer!

-¿¡Por qué me odias padre!?

Aquel grito dejó a mi padre sin palabras. Sus ojos expresaban un secreto, como si tuviese razón, pero no quisiera darme el motivo. Yo lo sabía, él me odiaba. Siempre lo hizo. Desde que mi madre murió en mi nacimiento, siempre me hecho la culpa de su marcha.

-¿Sabes? ¡Yo también la echo de menos! ¡Y tengo el derecho a que me trates como a Cyra o Keane! -una diminuta lágrima salió de mi ojo descendiendo mi mejilla hasta desaparecer en la barbilla. -Ella no hubiese querido que trataras a tu propia hija así.

-¡CÁLLATE! -vociferó mi padre.

De la nada, rayos de luz salieron disparados en mi busca, aunque por suerte ninguno de ellos me hirió. Mi padre había intentado dañarme con su poder, aun sabiendo que era su hija sin poderes para defenderse. Sus ojos brillaban en una tonalidad dorada llenos de rabia hacia mí. En mi interior, sabía que el hecho que esos rayos no me hubiesen tocado era suerte, y él deseó con todas sus fuerzas que alguno hubiese acertado.

Keane se interpuso entre padre y yo para protegerme. Me aferré a su antebrazo, mientras él alzó los brazos con suavidad para relajarlo.

Tan pronto como mi padre descubrió sus propias intenciones, retrocedió unos pasos con movimientos inciertos llenos de remordimiento. Abrió la boca con intención de disculparse, pero él nunca me había pedido perdón así que la cerró. No me hizo falta más tiempo para saber que debía marcharme.

Eclipse de Sol [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora