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Durante toda esa semana mi mente lo único que hizo fue pensar y pensar. Era un cambio demasiado grande como para tomar una decisión a la ligera.

"Si fuese amor verdadero, como el que describen todas las películas, ¿Me costaría tanto tomar esa decisión? ¿O todo sería mucho más sencillo?"

Era algo que no podía evitar preguntarme de vez en cuando. La mayoría de las personas siempre hablaban de dejarlo todo ciegamente por alguien, seguirle hasta el fin del mundo, si fuese necesario. Pero yo simplemente no podía.

Lo primero que hice, tan pronto pudimos, fue hablar con mis amigas, sabía que ellas me aconsejarían basándose en lo mejor para mí.

La videollamada duró toda la tarde. La opinión de ambas era totalmente diferente. Lau, que siempre había sido más precavida, pensaba que era una locura, dejar mi vida, un trabajo fijo, a mi familia y amigos, por perseguir un sueño en una industria en la que muy pocos pueden hacerse hueco. Por otro lado, Ana, siempre más atrevida, pensaba que era una muy buena oportunidad para cambiar de aires, para fijarme nuevas metas y así conocer mundo, pues nunca había salido de España.

- Me ha costado mucho conseguir un trabajo fijo, y no me gustaría tirarlo a la basura - comenté, pues el trabajo era uno de los principales motivos por los que quería quedarme. Me gustaba mi trabajo, y me daba una estabilidad mental que a día de hoy es muy difícil conseguir.

- Siempre puedes pedir una excedencia voluntaria. Si dentro de un año ves que por allí la cosa no funciona, vuelves a tu vida aquí, a tu trabajo - Dijo Ana. Ella siempre con respuestas para todo.

Y la verdad es que no me desagradó esa idea.

Con el paso de los días, se implantó en mi cabeza la posibilidad de irme, y poco a poco me iba dando más curiosidad cómo sería el empezar de 0 allí. Sé que sería duro el dejar a familia y amigos, pero estaríamos a un vuelo de distancia, un vuelo largo, pero un vuelo al fin y al cabo.

El trabajo... Ana me había dado una buenísima idea, por lo que tampoco sería un problema. Lo cierto es que me había quitado un gran peso de encima, al saber que tenía un salvoconducto si quería volver.

Por otro lado, en el trabajo, comenté mi posible marcha, todos estaban muy apenados, pero pensaban que sería una gran oportunidad de aprendizaje para mi si conseguía encontrar un trabajo allí.

Hablé con mi jefe, y casualmente un antiguo compañero de universidad trabajaba en un laboratorio de investigación allí, en Los Ángeles. Tras hablar con él, me consiguió una entrevista unos días después de nuestra llegada. Aquello no me aseguraba nada, pero la verdad es que tenía mis esperanzas puestas en aquel trabajo. Eso implicaría que no me quedaría estancada allí, en casa, sin hacer nada, mientras Albert trabajaba. Odiaba estar en casa sin hacer nada.

Parecía que los astros se habían alineado para facilitarme mi marcha. Pero aún así, quedaba lo más difícil... Despedirme de mi familia.

Todos los fines de semana nos veíamos, pasase lo que pasase, sin excepción.

Aquel fin de semana, me dirigí a casa de mi madre, nerviosa.

Ella vivía en una casita en la montaña. Nuestro padre nos abandonó cuando éramos pequeños, y desde entonces ella y yo nos habíamos cuidado la una a la otra. Su opinión al respecto era muy importante para mí. Hasta ahora no me había atrevido a contárselo, pues ella era la única que podía hacerme cambiar de opinión, fuese cuál fuese mi decisión.

Llegué un poco antes de la hora de comer. Ya desde la puerta se podía oler la paella que estaba preparando... No es porque sea mi madre, pero tiene una mano increíble para la cocina.
Aquel día no solo estaríamos nosotras dos, mis tíos y primos también vendrían a comer, por lo que quería decírselo antes de que llegasen los demás, para así poder charlar a solas.

Entré a la casa con Odie, él siempre me acompañaba a todos lados.

- ¡Hola mamá! - exclamé.

Ella acariciaba a Odie mientras me devolvía el saludo.

Creo que eso que dicen de que las madres tienen un sexto sentido es cierto. En cuanto me miró a la cara, lo supo.

- ¿Qué te ocurre? - preguntó.

Era el momento, no merecía la pena alargarlo más. Le conté todo, desde la conversación con Albert, las opiniones de Lau y Ana, y la oportunidad que me había brindado mi jefe allí.

Ella permaneció pensativa durante un momento, con el semblante reflexivo. Tras unos minutos, que a mí se me hicieron eternos, me miró directamente a los ojos, y sonrió.

- Aprovecha a vivir tu vida ahora que eres joven - Dijo, con voz muy calmada. - Si crees que es una buena oportunidad para ti, aprovechala, no la dejes escapar. Yo estaré bien, ya sabes que no estoy sola, e iré a verte siempre que pueda.

Nos abrazamos con fuerza, como si de una despedida se tratase. Sus palabras habían echo que mi decisión fuese definitiva. Solamente quedaba decírselo a Albert... Estaba segura que se pondría pletórico de felicidad.

El día pasó con total normalidad, terminé de comer y regresé a casa. La verdad era que tenía ganas de decirle a Albert lo que había decidido.

- ¡Hola cariño! - dije al abrir la puerta. Él me miró esperanzado, pues el tono en el que había saludado dejaba ver la buena noticia. - Tengo una cosa que comentarte... -.

- Soy todo oídos -. Creo que sabía cuál iba a ser la noticia.

- ¡He decidido acompañarte! -. Su felicidad fue contagiosa, me besó y me abrazó como si le fuese la vida en ello.

- Vamos a ser muy felices, ya lo verás... - Y con una sonrisa imborrable en la cara, me dijo que debíamos irnos la semana siguiente.

Era muy pronto, pero ya no había marcha atrás. Empezamos a hacer la maleta, y decidir qué cosas iban a venir con nosotros.

La semana pasó deprisa, demasiado. Fue una semana de despedidas... Fue duro, pero realmente estaba ilusionada por empezar de 0 en un lugar como Los Ángeles.

Y por fin llegó el día. Albert, Odie y yo llegamos al aeropuerto, cargados de esperanzas, sin saber que aquella nueva vida que me esperaba me iba a traer al que sería el verdadero amor de mi vida.

Till the end of my days. [Pedro Pascal fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora