Por fin pude volver a descansar. Sentir que estaba a mi lado me daba la paz que necesitaba, su calor me hacía sentir como en casa... Él era mi hogar.
Sentí la puerta abrirse, y me moví muy despacio, buscando a Pedro a mi lado. No se cuantas horas había dormido, pero pude notar como los pocos rayos de sol que se dejaban ver a través de las nubes que nublaban el día rebotaban contra la ventana.
- ¡Vamos, dormilona! ¡Arriba, que ya hora! -. La voz de Pedro sonaba risueña. Me estiré para desperezarme. Estaba arropada hasta el cuello, pero aún seguía desnuda. Me levanté hasta quedar sentada en la cama, cubriéndome los pechos con la sábana. Me froté los ojos, acostumbrándome a la luz, y los clavé en los suyos. Estaba radiante, incluso más de lo normal.
Llevaba una chaqueta de cuero marrón, una camisa blanca, un jean negro y unas zapatillas negras. Guapísimo como siempre. Pero no era eso lo que le hacía verse radiante. Podía ver como su rostro mostraba ilusión, felicidad completa incluso. Estaba tan sonriente que podía verle cada uno de los dientes. Las pequeñas arrugas que se le hacían en los ojos, y el hoyuelo que se le marcaba en el moflete derecho cuando sonreía me derretían el corazón.
- ¿Qué hora es? -. Estaba totalmente desorientada. El día seguía nublado, por lo que ubicar la hora en función del sol era prácticamente imposible.
- Son las once de la mañana -. Se sentó a los pies de la cama. Traía dos vasos en los cuales se podía ver el logo de Starbucks. Me ofreció uno a mi, y bebió del otro.
Frapuccino de mocha, mi favorito. El día no podía empezar mejor. Pedro estaba conmigo, volvíamos a estar bien, estaba en Nueva York, metida en la cama, con vistas al resto de la ciudad, bebiendo mi café preferido. Inmejorable.
- ¡Joder! -. Con tantas emociones, mi cabeza había olvidado por completo que día era.
Pedro me miró extrañado, abriendo los ojos, preguntándome qué me pasaba sin necesidad de hablar.
- Son las once de la mañana, y yo sigo metida en la cama... Debería estar trabajando -. Busqué el teléfono por la mesilla. No tenía ningún mensaje de mi jefe. Suspiré aliviada. Por suerte para mi, estábamos pasando una época con bastante poco volumen de trabajo, por lo que podía permitirme ciertas libertades.
- Dile a tu jefe que estás enferma... -. Se acercó a mi con media sonrisa, y mirada pícara - Prometí enseñarte la ciudad, y eso pretendo hacer -.
- No se si me creerá -. Pensé durante unos segundos. Nada me apetecía más que ver la ciudad de su mano. Quizá me estaba metiendo en un lío, pero era un momento que no se volvería a repetir, por lo que decidí aprovecharlo.
No quería que me llamase, por lo que decidí enviarle un email. Mi jefe siempre estaba pendiente de los correos que recibía, por lo que no debería tardar mucho en recibir una respuesta.
Hola jefe
Anoche debí cenar algo en mal estado, y no me encuentro nada bien. He pasado toda la noche en el baño, con vómitos y mal estar general, y no me encuentro en condiciones de salir de la cama. ¿Podría tomarme el día libre? Si a lo largo del día me recupero, me pongo a trabajar inmediatamente.
Aila.
Enviar.
¿Qué estoy haciendo? Jamás había echo nada parecido. Si es cierto que mientras estudiaba me había escaqueado algunas veces, pero me consideraba responsable con mi trabajo. Nunca se me había pasado por la cabeza si quiera llegar a hacer algo así.
- Lo que hago por amor... -. Bromeé. Sabía que era arriesgado. Si le reconocían por la calle, y le fotografiaban, si yo salía a su lado, y las fotos llegaban a mi jefe, me habría metido en un problema. Mi jefe no estaba pendiente de las redes sociales, ni de nada relacionado con este mundo, pero la posibilidad de que algo así pudiese pasar estaba ahí.
ESTÁS LEYENDO
Till the end of my days. [Pedro Pascal fanfic]
FanficHola a tod@s! La verdad es que llevo un tiempo buscando leer algo de nuestro querido Pedro, y no he encontrado tanto como a mí me gustaría, así que aquí traigo mi granito de arena... Espero lo disfruten! Aila cambia de ciudad por amor. Ella, solo bu...