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Y ahí estaba su voz. Esa voz que hacía que mi alma se llenase. Solo habían pasado un par de días desde la última vez que le vi, pero se había sentido como una eternidad. No contesté, no me giré para verlo, sólo me concentré en mantener la respiración constante, lo más calmada posible, aunque no era nada fácil.

Escuché como se movía detrás de mi, como avanzaba hasta dónde yo estaba. Sus pasos eran lentos, inseguros. El ritmo de los latidos de mi corazón aumentaba al mismo que disminuía la distancia entre los dos. Finalmente noté su cuerpo detrás del mío, estaba cerca, muy cerca, casi tanto que podía sentir su aliento sobre mi nuca. Yo seguía inmóvil, casi petrificada. Noté sus manos en mis caderas, lo que me hizo estremecer. Había echado tanto de menos su contacto, estar entre sus brazos... que volverlo a sentir incluso dolía.

- Lo siento... -. Sentí como apoyaba su cabeza en mi hombro, haciendo que sus palabras sonasen en un susurro junto a mi oreja. Y de nuevo, como era habitual en estos días, las lágrimas comenzaron a brotar descontroladas, y el dominio que había tenido sobre mi respiración había desaparecido.

Me deshice de su agarre, pues si seguía acariciándome así, perdería el control sobre mi misma, y no me lo podía permitir. Estaba decidida a pedir explicaciones, y a que escuchase lo que yo tenía que decir.

Finalmente, me giré sobre mis talones, quedando frente a él. Estábamos tan cerca que me embriagué con su olor, lo que hizo que mi cuerpo temblara en respuesta. Me quedé mirando a sus ojos marrones, se veían cansados, también pude ver que tenía ojeras, y el pelo alborotado. Vestía con una camiseta blanca, unos jeans y su chaqueta de cuero negra. Estaba increíblemente guapo, incluso viéndose tan agotado. En otras circunstancias, habría sido yo quién le hubiese quitado esa ropa que le hacía ver tan bien, y le habría echo el amor a la luz de la luna. Pero no, no era el momento, tenía que apartar esos pensamientos, y centrarme en lo que era realmente importante en aquel momento.

Pudo ver mi rostro lleno de lágrimas, agarrándolo con ambas manos. Se acercó a mi lentamente, intentando fundir nuestros labios con un beso, pero giré la cabeza, haciendo que ese beso fuese a parar a mi mejilla. Nunca había echo eso, nunca le había rechazado un beso en todo este tiempo, lo que hizo que su rostro se oscureciese de inmediato. Parecía haberse dado cuenta de las dimensiones de mi enfado con él.

- Aila, por favor... Perdóname -. Noté ligeras notas de dolor en su voz. Se veía que estaba arrepentido, pero quizá eso no era suficiente.

- ¿Con qué derecho me pides que te perdone, después de haberme dejado así? -. Elevé la voz más de lo que debería, pero necesitaba dejar salir lo que llevaba dentro, la mezcla de dolor y enfado me estaban consumiendo.

- Lo se, se que me he comportado como un capullo. Pero escuché tu conversación con Lux, y yo... Yo me asusté, entré en pánico, y no supe como reaccionar, y cuando me di cuenta estaba en el coche, de camino a casa de Sarah... -. Miraba al suelo mientras hablaba, no se veía capaz de mirarme a los ojos - Ella me escuchó, y tras una larga charla, me abrió los ojos, me hizo ver que todo lo que me estaba pasando era bueno... -.

-¿Y por qué no has contestado mis llamadas, ni mis mensajes? -. Tenía los puños tan apretados que las uñas se me clavaban en la palma de la mano - ¿Y cómo sabes que estaría aquí? ¿Lux te lo dijo? -.

- Ella no me dijo nada. Al contrario, ha estado intentando hablar conmigo también. Pero tenemos amigos en común, y gracias a ellos, supe que ambas vendrían aquí -. Su expresión se estaba relajando, y poco a poco se iba colocando más cerca de mí. Buscaba el contacto, por yo lo evitaba a toda costa, pues tan pronto volviese a estar de nuevo en sus brazos, no habría marcha atrás, volvería a tenerme de nuevo a sus pies. - Entonces decidí viajar también, y preparar todo esto para ti - Señaló la terraza con ambas manos - A modo de disculpa -.

Till the end of my days. [Pedro Pascal fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora