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La mañana siguiente tardé en salir de la cama. Los eventos del día anterior me habían dejado exhausta, y no tenía ganas de salir de la cama y afrontar un nuevo día, y menos cuando Pedro me acompañaba, durmiendo plácidamente a mi lado.

Miré el reloj, eran las 11 de la mañana, pero decidí dormir un poco más. Me acurruqué en sus brazos, y escuchando el sonido lento de su respiración, volví a quedarme dormida.

Me volví a despertar, esta vez sobresaltada. Una mala pesadilla había echo acto de presencia, aunque no pude recordar de qué se trataba, mi corazón latía con fuerza, y las gotas de sudor bajaban por mi frente. Busqué a Pedro a mi lado, pero no estaba. Miré el reloj, las 12:30.

Siempre había sido una persona que amaba dormir hasta tarde, pero llevaba tanto tiempo sin levantarme a esa hora que me sentí un poco mal por haber desaprovechado toda la mañana, aún sabiendo que tenía mil cosas que hacer en mi piso.

Me senté en la cama, necesitaba unos minutos para despejarme. Cogí el teléfono, como hacía cada día al despertar, pero esta vez era diferente. El teléfono estaba echando humo, montones y montones de notificaciones en todas mis redes sociales, mensajes de personas que ni yo recordaba, periodistas queriendo hablar conmigo, y mil fotos de la gala de anoche.

Me sentí un poco abrumada ante tanta atención, pero era algo que sabía que tarde o temprano iba a pasar, por lo que respiré hondo, y miré la parte positiva de todo aquello, ya no teníamos que escondernos ante nadie, podíamos pasear tranquilos por la calle, agarrados de la mano, o darnos un beso en público, sin tener que preocuparnos de nada más. Además, salíamos guapísimos en las fotos.

Entre tanta notificación, entre tanto mensaje, entre tantas llamadas que estaba recibiendo, solo vi uno al que le presté atención.

He tenido que salir a hacer unas gestiones.

Te veo en un rato

Te quiero

Mi cuerpo aún temblaba cada vez que me decía que me quería, y era una sensación que me encantaba.

Salí de la cama y me di una ducha. Busqué entre la poca ropa que me había llevado allí para esos días tan caóticos que habíamos pasado, y para mi sorpresa, ya no me quedaba nada limpio.

Genial.

Pero, como solía decir mi querida abuela, no hay mal que por bien no venga. Decidí abrir su armario. Quizá me estaba excediendo, quizá se enfadaría conmigo por mirar entre sus cosas, pero me arriesgaría. Busqué un poco entre su ropa, y cogí un pantalón de chándal y una de sus sudaderas, y para mi sorpresa, no me quedaba nada mal.

Bajé a la cocina, y me dispuse a preparar café. Sea la hora que sea, el día no empezaba hasta que me tomase el primer café. 

El sonido de unas patitas corriendo hacia mi me distrajeron de lo que estaba haciendo. Odie vino corriendo, con la lengua fuera, tan contento de verme como siempre. Yo me agaché para abrazarlo, cuando noté que tenía el pelaje frío. Miré a la puerta del jardín, y vi que estaba cerrada, no podía haber estado ahí fuera y haber entrado.

-   He de reconocer que mi ropa te queda mucho mejor a ti -. Inmediatamente sonreí. Estaba apoyado en la pared, con la correa de Odie aún en la mano, con los brazos cruzados, mirándome como si llevase semanas sin verme.

- Veo que os habéis echo buenos amigos -. Señalé la correa en su mano.

- Aha -. Su mirada me recorría de arriba hasta abajo, sus pasos eran lentos, moviéndose hacia mi, su lengua humedeció sus labios. Y en ese punto, ya era totalmente suya. Noté como mi boca se secaba y como mi respiración se descontrolada.

Till the end of my days. [Pedro Pascal fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora