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Dejar mi vida atrás fue duro, pero a la vez, estaba ilusionada, más incluso de lo que imaginaba. El viaje fue tranquilo, llegamos a Los Ángeles a media tarde. El aeropuerto estaba repleto de gente, pero uno de los productores que trabajarían con Albert estaba esperándonos. El hombre era alto, moreno, llevaba gafas de sol puestas, a pesar de estar en un lugar techado. La verdad, no me transmitió buenas sensaciones.

Tan pronto nos vió, nos pidió que le siguiesemos. No dijo mucho durante el trayecto al coche, solamente que se llamaba Tom, y que él sería quién estaría en contacto con nosotros durante nuestra instalación allí.

Nos facilitaron un piso cerca de Santa Mónica. No era muy grande, pero para nosotros tres nos sobraba. Era un edificio de varias plantas, muy tranquilo a simple vista, y muy cerca del lugar donde en unos días tendría mi entrevista. La decoración era muy minimalista, por lo que parecía más amplio de lo que realmente era, justo como a mí me gustaba.

Los siguientes días los pasamos desempaquetado todas las cosas que trajimos de Madrid. Odio las mudanzas. Odio tener que volver a ordenar todo de nuevo, y odio la sensación de que se m haya olvidado algo importante. Pero ya no había nada que hacer.

El tiempo pasaba, y parecíamos felices. Albert estaba encantado con su nuevo proyecto, parecía que podía llegar a buen puerto, a pesar de que era algo difícil, y eso nos ilusionaba a ambos. Yo, por otro lado, pasé días preparándome la entrevista. La verdad es que el proyecto era muy interesante, ya que se trataba de la regeneración neuronal en enfermedades neurodegenerativas, mucha palabrería para algunos, pero a mí me hacía ver que había sido una enorme oportunidad, en caso de conseguir el trabajo, el haber venido hasta aquí. Todo parecía ir sobre ruedas, y me asustaba. Cuando todo va tan bien, cuando todo parece encajar tan bien, siempre ocurre algo que hace que todo se vaya al traste. Y así fue.

Salí de mi entrevista muy contenta. La verdad, tanto esfuerzo había tenido su recompensa. El que sería mi jefe me comentó que tenía que entrevistar a un par de candidatos más, pero que dada mi experiencia, estaba casi seguro que yo sería la elegida, y que por tanto, comenzaría a trabajar la semana siguiente.

Llegué a casa muy contenta, como era de esperar, deseando compartir la buena noticia con Albert, pensando que se alegraría mucho por mi. Pero Albert estaba sentado en el sofá, en silencio, mirando a la nada, con el ceño fruncido.

Algo pasaba, sabía que era algo relacionado con su trabajo, y no me gustaba nada, pues solamente llevábamos unos días instalados allí.

Cientos de miedos se agolparon en mi cabeza... ¿Habría sido un error ir hasta allí? ¿Me había equivocado al dejar una vida totalmente formada, por un sueño que no era mío?. Y así, una pregunta tras otra, preguntas que no tenían respuesta, la única, la incertidumbre.

- Cariño, ¿Qué te ocurre? -. Pregunté.

Sin decir ni una sola palabra, Albert giró la cabeza lentamente, me miró, se levantó del sofá, y se fue de casa.

Yo quedé completamente desconcertada. Después de haber venido hasta aquí con él, apoyarle en todo, dejar mi vida, familia y amigos atrás, al menos merecía una explicación de lo que estaba pasando, y el no recibirla me enfadaba, y mucho.

Pasó el día y Odie y yo seguíamos solos en casa. Hasta que llegó la hora de la cena. Albert abrió la puerta como pudo, pues venía borracho... Cómo no, qué peor forma de solucionar los problemas que ahogandolos en alcohol...

Por supuesto, volví a pedirle explicaciones, pero la respuesta fue la misma: total y absoluto silencio. Abrió el frigorífico, cogió algo de cena y se marchó a dormir. Ni si quiera me había dado tiempo a contarle que me habían llamado, que empezaba en el Instituto de Investigación el próximo Lunes...

Los días pasaron, y lo único que recibí fue más de lo mismo... Más silencios, más alcohol, más desconcierto. Era una situación insostenible, sabía que tarde o temprano, la situación acabaría explotando.

El sábado de esa misma semana, Albert ni si quiera se metió en la cama conmigo, decidió que era mucho mejor dormir en el sofá. Yo no intenté hacer que cambiase de idea, pues a cada día que pasaba, mi enfado aumentaba.

Y llegó el Lunes, mi primer día de trabajo. Me puse la alarma temprano, pues quería llegar antes de tiempo, para investigar un poco el lugar y así ubicarme lo antes posible. Desayuné unas tostadas con tomate, y un café. Di un paseo con Odie, y me marché al trabajo. Mi jornada era hasta medio día, por lo que a la hora de la comida estaría de nuevo en casa.

El día transcurrió sin incidentes, me enseñaron en qué trabajaban y cuáles serían mis funciones, nada fuera de lo normal, por lo que me vi capacitada de seguir el ritmo que allí llevaban desde el primer día.

Salí muy contenta con el resultado, y con muchas ganas de contarle a Albert como había sido mi idea, pues a pesar de la semana que habíamos pasado, esto podía ser una forma de mejorar nuestra situación aquí.

Llegué a casa con una sonrisa en la cara, con una actitud muy positiva. Odie vino a saludarme tan pronto abrí la puerta. Le devolví el saludo y entré, cerrando la puerta tras de mí.

- Albert! -. Grité, pero no recibí contestación alguna. Supuse que seguía sin mediar palabra.

- Albert! -. Volví a gritar más fuerte, pues no estaba en el salón.

Entré en nuestro dormitorio, y no daba crédito a lo que mis ojos veían. Todas sus cosas habían desaparecido, mientras las mías seguían donde las había dejado. Intenté llamarle por teléfono para preguntarle que estaba pasando, pero como me temía, tenía el teléfono apagado.

"Esto no me puede estar pasando"
Pensaba, aunque muy dentro de mi, sabía lo que todo aquello significaba... Se había ido, y me había dejado sola, en un país nuevo, con un trabajo nuevo, y sin conocer a absolutamente nadie.

¡Tom! ¡Él sabrá algo!

No se por qué pensé en él en aquel momento, pero si algo había pasado en el trabajo, estaba segura de que él sabría algo, así que no dudé ni un solo segundo, y contacté con él.

- ¿Tom? - Pregunté, cuando descolgaron el teléfono.

- Si, soy yo... -

- Hola Tom, soy Aila, novia de Albert... - Supuse que me recordaría. - Solo quería preguntarte si sabes algo de él... Acabo de llegar a casa y él ha desaparecido junto con sus cosas... -.

Noté como Tom se tensaba al otro lado del teléfono.

- Esto.... Yo... - Respondió, dubitativo - Siento mucho decirte esto, pero ha vuelto a España.

- ¿COMO? - Grité, ¿Cómo era posible que haya vuelto sin ni si quiera mandarme un mensaje, o una llamada...

- Siento decirte que el productor no estaba contento con su trabajo, y canceló el contrato... - Me explicó Tom. - Albert se enfadó muchísimo, y se marchó diciendo que iba a volver al lugar que nunca debió abandonar.... Lo siento mucho Aila...

Colgué el teléfono, me senté en el sofá, junto a Odie, y respiré profundo, necesitaba asimilar lo que me estaba sucediendo, y necesitaba tomar una decisión. ¿Volver a España o quedarme en Los Ángeles?

Till the end of my days. [Pedro Pascal fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora