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Una semana después
En algún lugar del océano
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Los gritos desgarradores provenientes de la cubierta la hicieron despertarse abruptamente, justo en esos momentos, la puerta metálica sonó con un estruendo lo que la termino de espabilarla de su sueño. Sin previo aviso, la puerta se abrió revelando a su guardaespaldas. Olfan, parecía todo menos un guardián, fue en su antigua vida un pirata y vendido posteriormente como esclavo en el Archipiélago Sabaody. El hombre le juro lealtad una vez ella lo liberará de los grilletes.

—Debe esconderse, rápido!!— su voz preocupada la alarmó, colocando sus sábanas cerca de su pecho para evitar que el hombre viera su ropa de cama— Los piratas están abordando en la proa y estribor. La tripulación y los "Tenru" están intentando contenerlos, mientras se esconde.

Reina se incorporo rápidamente, acercándose al borde de la cama sin importarle más el decoro, aquellos que estaban en su barco no tenían ninguna experiencia en el combate eran personas pacificas provenientes de pueblos pesqueros y comerciales. Los Tenru habían sido esclavos abusados y con miedo al conflicto, llenos de amargas experiencias. No podía dejarlos solos, no en esos momentos tan críticos.

El barco se agito con fuerza con el sonido de una explosión, los gritos agudos se alzaron entre los pitidos de sus oídos. Olfan soltó una maldición mientras observaba el panorama por la ventana del camarote. Cuando pudo volver en si, se levanto para correr hacia la puerta, pero su guardaespaldas la detuvo antes de siquiera dar un paso fuera de la cama.

—Van a matarlos— Chillo horrorizada.

—Eres más importante— tercio el hombre sin darle mayor importancia. Para Olfan, su prioridad era mantenerla a salvo. El hombre la dejo nuevamente en la cama y se dirigió al pasillo al escuchar como alguien caía por las escaleras y los gritos se hacían más cercanos, cerro la puerta de golpe pasando el seguro— Rápido! Escondase. Ganaré algo de tiempo cuando intenten entrar.

—Por dios, Olfan. Estamos en este barco para llevarlos a sus tierras, que sentido tiene si mueren en la travesía.

Su guardaespaldas la tomo de los hombros para zarandearla, la fuerza de su agarre mostraba lo asustado que también estaba por aquella situación. Que Olfan fuera un ex pirata no significaba que fuera especialmente fuerte, por lo que tampoco tenia el poder de proteger a la tripulación por si mismo.

—No lo entiende— exclamo el hombre. En Mary Geoise tocar a un Tenryūbito era un atrevimiento y merecía la muerte del esclavo. Pero esas arraigadas costumbres no eran parte de su enseñanza autoimpuesta— Pude reconocer la bandera de ese barco cuando se acercaba. Es «Akagami», se que no conoce quienes son... Pero es uno de los emperadores del Nuevo Mundo. Es peligroso!

Los pocos piratas que conocía a esa fecha la mayoría deberían estar viejos o muertos. Y en Mary Geoise, las información sobre el mundo de la piratería era demasiado escasas. A la mayoría de los nobles no les interesaba saber sobre los peligros de los océanos, porque se sentía intocables. Ella misma se había embarcado a esa aventura de liberación en su propio barco con las velas de los Tenryūbito para evitar conflictos en el camino y, por más que le doliera admitirlo, era la mejor forma de viajar seguro. O eso había creído.

La puerta que se había cerrado hacía poco comenzó a ser forzada. Olfan chasqueo la lengua y desenvaino su sable preparado para defenderla. Reina recorrió su vista hasta encontrarse con la horrible vestimenta de los Tenryūbito, aquel saco horroroso color blanco con patrones y adornos excesivos de encajes. Olfan atino a saber lo que pensaba y, antes de que la puerta fuera destruida, comento.

—Cúbrete con las sábanas, Reina. No sabemos si al final de este día estemos con vida.

🍶


Una hora más tarde, el cuerpo de reina colgaba de los pliegues de telas que cubrían su cuerpo. Asustada al ver cómo un hombre, de unos cuarenta y tantos años, la llevaba tranquilamente como un bolso de mano hacia un lugar desconocido. No sabía si Olfan seguía con vida después de que aquel hombre le disparara a quema ropa, tampoco conocía el estado de los "Tenru", pues al salir a cubierta todo estaba envuelto en desastre. Gritos desgarradores, los estruendos de los sables y el chasquido de las pistolas al detonarse.

Su cuerpo comenzó a tiritar por el miedo, al pensar en el peligro que se avecinaba. Habían dominado el barco con tanta facilidad y ahora la llevaban a borde de su navío al que apodaban cómo el «Red Force».

Los invasores se hicieron a un lado para dejar pasar al hombre que la cargaba. Algunos la miraban con curiosidad y otros observaban al tirador con semblantes pálidos, como diciendo que la presencia de ella en el barco no causaría más que problemas. El peli blanco descendio por la escalera con dirección a los camarotes, Reina comenzó a ponerse más nerviosa hasta que llegaron a una de las puerta al fondo del pasillo que habían recorrido.

El hombre llamo a la puerta con suavidad antes de abrirla sin esperar una respuesta. La dependencia a diferencia de la de Reina era pequeña y con un fuerte olor a alcohol, con la única fuente de luz tapada por una gruesa capa negra, por lo que la luz artificial de la única lámpara de aceite encendida no era suficiente para darle una visión más clara del lugar. La rubia se encontraba en una posición incómoda, por lo que solo pudo ver el semblante de un hombre sentado en un escritorio. Aún sin decir nada, el peliblanco se acercó hasta aquel hombre.

—Hemos encontrado a la Tenryūbito abordo, Capitán— Alzó levemente su equipaje para demostrarlo. Los ojos de Reina se pusieron acuosos, iba a ser asesinada por el capitán o peor aún. Su cuerpo se estremeció de miedo ante la sola idea de que abusaran de ella— Hemos separado a la tripulación y los esclavos en dos lugares del barco. Esperamos tus órdenes.

Reina fue tirada al suelo sin aviso, al percatarse de que estaba frente al hombre a cargo de aquellos piratas el miedo recorrió su columna. "Akagami" resultó ser un hombre de apariencia tenebrosa con tres cicatrices que pasaban por su ojo izquierdo, era alto y robusto. Su cabello iba acordé a su epíteto, de un rojo fuerte. Y aunque nunca lo había visto antes, su facciones se le hacían levemente familiares.

Pero el miedo no dejo que procesará mejor el rostro de aquel hombre. Necesitaba buscar una manera de escapar de su oscuro destino. Torpemente intento cubrirse con las sábanas para simular un vestido.

—A-Acaso no sabes de quién es ese barco? No ves el símbolo en las velas?— preguntó tartamudeando intentado parecer indignada. Trataría de hacerle ver su mal comportamiento y las consecuencias de sus actos— Soy una Tenryūbito, aunque puede que te confundas al verme tan... Indecorosa— observo al hombre que la trajo, gruñendole al pensar en lo bárbaro que la trato— Exijo que me devuelvan a mi barco y nos dejen continuar con nuestro viaje— ninguno de los presentes se había inmutado por su cháchara barata. Comenzaba a ponerse nerviosa— Si son considerados prometo no exhibir sus faltas al gobierno.

—Los muertos no hablan, Damita— respondió el hombre que la llevo hasta allí. Reina volvió a ponerse pálida.

—Beck, se supone que solo liberaríamos a los esclavos. Porque haz traído a esta mujer hasta acá?— pregunto el capitán sin haberla visto siquiera.

La tenue luz del camarote no dejaba que ella viera su expresión. Benn Beckman, el vice capitán se encogió de hombros, señalando algún panfleto en la pared de la estancia. Reina siguió con la mirada hacia donde había señalado, pero no pudo distinguir de que se trataba por la poca luz de la habitación. Observo como Akagami fruncía el ceño mientras dejaba los papeles que sostenía en su escritorio.

—Esta mujer se parece mucho a la niña del folleto. Solo quería asegurarme de no matar a nadie innecesariamente.

Continuaron hablando de algo que era ajeno a ella, discutiendo si se parecía o no a una persona que llevaban años buscando, sobre la continuidad del viaje y sobre las órdenes que se debían seguir. El tema concluyo cuando uno de ellos sugirió llevarla nuevamente a cubierta para tener más luz. En ese momento, Beckman volvió a agarrarla como un equipaje y se dispuso a subir para demostrar su punto a su capitán.

Mientras recorrían el amplio pasillo hacia la proa, Shanks desvió su mirada hasta la mujer.

—Si no resulta como esperas tirarla por la borda junto a su tripulación y dona el barco a los esclavos con nuestra bandera— se adelantó al ver los ojos llorosos de ella— Un Tenryūbito no merece una muerte digna.

WantedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora