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Su primer pensamiento al escuchar esas palabras fueron que Akagami era un demonio. Ella sabía sobre la aversión de la gente por los Tenryūbito, y que realmente no eran bienvenidos en ningún lugar. Sabía las horrorosidades que hacían sus homólogos fuera de Tierra Santa, ella misma había presenciado muchas veces como se les castigaba a los esclavos con la muerte. Pero aún así, habían Tenryūbitos que no ejercían la violencia o la compra de esclavos. Conocía a varios y tenía contacto con ellos por lo escasos que eran en su comunidad, pero si existían.

Que ese hombre la colocará en la misma bolsa que todos aquellos mal nacidos, le producía una rabia interna. Iba a gritarle, patalear, luchar por el poco tiempo que le quedaba de vida para hacerle entender, pero su voz fue cortada en cuanto vio las velas con el símbolo de los nobles mundiales arder y a su tripulación en la proa de su barco. Ninguno de ellos provenía de Mary Geoise así que no tenían ningún lazo con la nobleza, que tenían nada que ver con los Tenryūbito y aún así iban a echarlos por la borda para dejarlos morir en aquel despiadado mar.

Su voz se recuperó en el mejor momento, antes de que Akagami diera la orden a su tripulación de lanzar a su gente al océano.

—Quieren tesoros? Tengo mucho oro en la bodega del barco— grito en un intentando de disuadir a los piratas. Su voz se apagaba con cada minuto que pasaba, el rostro de Akagami estaba oculto por su cabello azotado por el viento marino. Ni siquiera se volvía a verla— Necesitan que se les abra algún puerto? Tengo contactos que pueden ayudarles. Médicos? Hospedaje? Quieren una isla?

—Un pirata puede conseguir todo eso sin que los ofrezcas— fueron las crudas palabras de Akagami.

Aquello fue la gota que rebasó el vaso, sus lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas ante el sentimiento de impotencia que crecía en su interior. Realmente ese iba a ser el fin de su viaje? Toda su tripulación moriría por culpa de su mancillado pasado? Dejarían atrás a sus familias, amigos... Solo por el título que su capitana había resguardado con tanto recelo por orden de sus abuelos.

Si tan solo no hubiera hecho enfadar tanto a los Westwood, estos no habrían tenido que recurrir a los cinco ancianos. Sus quejas se ahogaron en su garganta. Debió de imaginarse que no estaría a salvó en cuanto recibió aquella nota en la mansión, obligandola a zarpar con la terrible excusa de una "aventura de liberación" para salir del alcance de las personas que la amenazaban. Era el peor escenario, pero eso no debía detenerla, de alguna otra forma debería de hacer que la situación se volviera a su favor.

—Entonces, si quieres castigar a los Tenryūbito. Solo lanzame a mí al mar.

Ben se detuvo en cuanto Akagami lo hizo, las telas dónde iba colgada se balancearon por el repentino movimiento, haciendo que ella perdiera la coordinación cayendo al suelo. El albino la miro perplejo antes de tenderle la sábana en cuanto vio que varios de sus hombres la observaban. La tripulación del Red Force detuvo cualquier acción, atentos a su capitán sin perder de vista los rehenes. La mayoría de la tripulación de la mujer lloraba por su mala suerte y otros simplemente no había dejado de ver a su señora ser paseada como un saco de papas en el barco enemigo. Reina se incorporó haciendo una rápida comparación de sus estaturas, apenas su coronilla rozaba el comienzo de los anchos hombros del pelirrojo

— Ellos no tienen lazos con los nobles. Ningún siquiera pertenecen a las islas vecinas de Mary Geoise. Por favor, son gente inocente que no tienen nada que ver con mi sangre...— exclamó la rubia limpiando sus lagrimas. No pretendía darle lastima, si su vida era suficiente precio lo pagaría por sus hombres.

Iba a continuar su cháchara, pero su voz fue disminuyendo hasta quedar en silencio en cuanto noto como los hombres del pelirrojo sacaban a cubierta a su guardaespaldas. El hombre estaba siendo ayudado por otro de los piratas de Akagami para colocarlo junto a los demás en el filo de la borda. Gracias a dios, aún tenía energía suficiente como para discutir con su captor, pero la venda en su hombro izquierdo estaba cubierta de sangre.

Olfan al verla en el barco enemigo, palideció de inmediato. Tratando de zafarse del agarre del marino, el pirata apretó su hombro herido y este chillo.

—REINA!— grito el ex pirata.

La Tenryūbito al fin observo una reacción en el Capitán del Red Force, los hombros de Akagami se tensaron visiblemente y su mirada se volvió al hombre que había pronunciado su nombre. Desenvainando su espada con la aparente intención de hacerle callar. Ella no podría soportar ver el derramamiento de sangre, siempre lo evito mientras residía en Mary Geoise y no esperaba tener que presenciarlo en ese momento.

Escucho el silbido del hombre al que capitán había llamado en el camarote como "Beck", este también se encontraba mirando a su subordinado con cierta desaprobación. Un frío desagradable recorrió su espalda, necesitaba desesperadamente desvíar la atención de los piratas hacía ella.

—YO soy la Tenryūbito! Es a mi a quien se dirige tu odio, Maldito pirata— escupió cerca de los pies del pelirrojo como una falta de respeto, sus lágrimas aún no cesaban pero su odio continuo aumentando al ver que ese hombre no le prestaba la mínima atención. No la había mirado una sola vez desde que había pisado nuevamente la cubierta del Red Force.

—Maldita sea Reina, deja de darle motivos a Akagami para matarte.

—Cierra la boca, maldito esclavo!! No te atrevas a hablarme de esa manera o te disparare!!— Olfan se callo, apretando los labios con fuerza hasta crear una fina línea. Ahí estaba de nuevo, Lady Dominique había salido a escena. Siempre que Reina necesitado protegerlos hacia lo mismo, era una mala costumbre que no había superado— Soy la única Tenryūbito a bordo, soy la sangre más pura de este mundo. No permitiré que unos malditos piratas de segunda me toquen como si fuera parte de la inmunda plebe.

Esa fue la gota que derramó la paciencia de Akagami, su espada al fin apuntaba hacia ella con intenciones asesinas. Pero en el momento que sus ojos como el acero se toparon con sus cuencas violetas, Reina se dio cuenta de que ella misma no le había observado correctamente. No tenía esa misma aura intimidante que lo envolvía entre la oscuridad del mínimo camarote. Se quedó sin palabras, una camisa blanca desaliñada abierta en un escote profundo dejando a la vista la musculatura de su torso, le faltaba un brazo pero el otro parecía cubrir la carencia de fuerza bruta. Ninguno de los dos se movió ni hablo por un largo rato, y ninguno parecía querer romper la burbuja que la sorpresa había creado.

Ante la inesperada reacción de su capitán y con aún la tripulación inmersa en un confuso suspendo. Beckmann sonrió ante su triunfo.

—Te lo dije, se parecía a la muchacha de tu folleto— comento tranquilo el albino, como si no estuvieran en una situación decisiva.

El capitán del Red Force salió de su asombro con una sonrisa triunfante, y soltó una risotada escandalosa. Todo rastro de hostilidad se esfumó de las facciones del pelirrojo, como si nunca hubieran estado allí en primer lugar.

—Eres el mejor, Beck. La haz encontrado.

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🌺Nota: Alturas de Shanks con Reina


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