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Zona Este, Reino de Dressrosa
A las cercanías de Prímula

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El Red Force atracó en la isla a las afueras del pueblo de Prímula, una población lo suficientemente alejada del centro como para hacerla el lugar perfecto para pasar desapercibidos. Era un buen lugar para mantener el barco escondido de ojos curiosos. Pero, a pesar de eso, el capitán había preferido tomar previsiones dejando su gente en tierra y volviendo a tomar sus distancias del reino.

Reina bajo del barco junto a las escoltas escogidas por el pelirrojo. Para su mala suerte, la acompañaban Benn Beckmann y Yasopp. Maldijo por lo bajo cuando se dio cuenta de sus escasas posibilidades, su intención era escapar una vez pisaran la ciudad en busca de algún Marine que pudiera ayudarle e incluso, cargaba consigo el símbolo de los Tenryūbitos para que los oficiales pudieran confirmar rápidamente sus orígenes. Sin embargo, no había pensado que Akagami le ofrecería a sus dos altos cargos como custodias. Yasopp parecía fácil de distraer, pero Beckmann era otro asunto.

Uno de los grumetes le tendió su equipo de viaje, que constaba de una prenda para esconderse y su bolso, que había sido previamente llenado de Bellies de la bodega. Reina ya se había quejado con Akagami sobre ese tema, no necesitaba su dinero y no quería tener más deudas con él, incluso le había ofrecido comprar las provisiones del viaje como pago por prestarle dinero para comprar a los esclavos de la isla de las prostitutas. Pero el hombre se había negado rotundamente.

Ella tomo todo lo que se le ofrecía, y de mala gana se colocó la horrible tela que le ofrecieron para cubrir sus ropas. Por ahora se mantendría al margen, seguiría las instrucciones de sus guías sin rechinar una sola palabra, mientras encontraba el mejor momento para separarse de ellos. Se sobresalto cuando sintió la presencia de Akagami tan cerca de su espalda.

—Cariño... — llamo el pelirrojo desde el puente que unía el barco con la superficie. Ella le miro sin responderle, gracias a que aún se sentía molesta por su falta de consideración hacía Olfan su rostro se mantuvo sereno a pesar de su nerviosismo. Akagami estrecho los ojos como si viera a través de ella— Está demás decir esto, pero debes recordar nuestro trato... Te dejare en libertad una vez tus esclavos estén en sus tierras.

La rubia asintió en silencio y comenzó a descender hasta las tierras del país del amor, no sabía si podía leer sus pensamientos o en su rostro estaba escrito su plan. Trago saliva, debía ser más cautelosa si esperaba escapar de los veteranos del Red Force. Sus guardianes no eran de su agrado, pero eran mejor compañía que su capitán, no quería tener que estar a sola pirata pelirrojo. Cada vez que ella se le quedaba mirándole por mucho tiempo le recordaba sin querer a Shanks, al pequeño y dulce aprendiz de pirata. No había vuelto a verlo desde su despedida en la isla San Faldo. Ya que, dos años después de que Gold Roger zarpara de la isla, Madame Lorraine había encontrado al cliente indicado y sus esperanzas de que Shanks pudiera verla en un enorme teatro se fueron al traste.

Durante sus primeros años en Mary Geoise, se imaginó miles de escenarios en dónde era rescatada por Shanks en un enorme galeón, muy parecido al Red Force. Pero después de esperar por 5 años, se dio cuenta de que era un pensamiento infantil. Que los finales felices y los héroes de capa roja solo vivían en los cuentos. Y que, en ese mundo, la codicia y el bien individual prevalecía sobre todo lo demás. Alguien como ella, no sobreviviría al mundo por si sola.

Mientras seguía a sus nuevas escoltas, sus pensamientos volvieron a caer en Akagami. Olfan le había contado que ese hombre era un ser temido en el mundo de la piratería, que su posición de Yonkou lo hacía un blanco para la nueva generación, quienes codiciaban su título. Sin embargo, durante todo su viaje, los pocos barcos piratas con los que se había topado no habían dado señales de buscar un conflicto, entendía el pensamiento de muchos al ver un galeón de combate tan intimidante que hacía estremecer incluso a los barcos de los Tenryūbito. La lógica le decía que era comprensible, el problema radicaba en que eran piratas, los piratas medían sus fuerzas entre ellos sin importar si la batalla les beneficiara o no. Aun sabiendo eso, ningún barco se les acercó más de unas cuantas leguas.

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