1

1K 106 0
                                    

Red Line, Puerto Rojo
24 años después


Sus tacones golpeaban contra el suelo de madera incesantemente, mientras esperaba impaciente a que los marines hicieran todos los preparativos para su viaje. Esa mañana el puerto estaba más movido que de costumbre, por lo que su salida se había retrasado por casi tres horas. Para Reina la puntualidad era importante, tanto si fuera una cena, un baile o un viaje, todo lo que comenzaba debía seguir estrictamente un cronograma. El retraso solo hacía que sintiera malos augurios por el viaje.

—Cuando van a terminar de revisar el barco!?— pregunto casi al borde de la histeria.

No podía creer que su primer viaje al Nuevo Mundo iniciaría con todo tipo de inconvenientes. Los marines de bajo rango que habían sido asignados cómo supervisores sudaron frío mientras intentaban seguir con su trabajo. Y su reacción era de esperarse, los Tenryūbitos no eran especialmente conocidos por su bondadoso comportamiento, aunque Reina era parte de esos "bichos raros" de la sociedad. A su lado, unas cadenas sonaron con un tintineo y un hombre alto, posiblemente un antiguo pirata se acercó hasta ella arrodillándose como muestra de su sumisión, el enorme tatuaje rojo en forma de garra le indicaba a las personas a su alrededor que era un esclavo.

La mujer lo miro por encima del hombro con desprecio, mientras giraba su mirada a otro lado. El hombre que parecía estar acostumbrado al mal trato, susurro por lo bajo.

—No debería alterarse tanto. Hará que los marines sospechen más de la cuenta— ella volvió a mirarle con un puchero, que corrigió rápidamente a una mirada despreciable.

—Ya lo sé, Olfan. Pero que tanto pueden tardar revisando el barco de un Tenryūbito— cuestionó.

Ambos se acallaron cuando el oficial a cargo se acercó a ella para dar los últimos informes del estado del barco, junto a eso, cobrar las tarifas del uso del puerto y otra cantidad de facturas estratosférica que solo servían para hacer imposible el cruce de un puerto a otro por gente común.

—Debo preguntarle, porque viajará con tantos esclavos?— era una pregunta rutinaria, pero de igual forma no le gusto el tono acusador del hombre.

—Ahh~ me gusta ver cómo se ahogan— comento como si no fuera la gran cosa, el hombre se estremeció ante la indiferencia de ella— Así que voy a tirar algunos al mar cuando me aburra— termino por responder con frialdad. Cómo si le molestará su curiosidad, lo miro con desprecio— Tienes algún problema con lo que haga con mis esclavos?

El hombre palideció al ver sus intenciones de usar su inmunidad como noble celestial para volarle la cabeza. Sin asustarse por sus palabras, Olfan le tendió a Reina una de las bolsas llena de monedas de oro, y una pistola. La mujer tomo la bolsa, solo para lanzarla a las manos nerviosas del oficial. El hombre contó inquieto la cantidad y con una rápida reverencia se marchó dando la buena suerte en su viaje.

Reina grito por lo alto las órdenes de que todo estuviera en su lugar para marcharse de una vez, y todos los tripulantes corrieron a su alrededor para tomar sus respectivos lugares. Olfan permaneció a su lado mientras veía a los marines correr hacia el pequeño puente de madera que los separaban de tierra firme, tuvo que contener la risa al ver cómo su señora amenazaba falsamente a los jóvenes marineros que pasaban a su lado. Diciéndoles que les pagaría un tiro o los vendería a la mitad del precio en Sabaody si no se marchaban a la cuenta de diez. Pese a su habitual vestimenta de Tenryūbito, su señora estaba lejos de ser considerada cruel. Era una mujer con su propia visión del mundo, y al igual que ellos, guardaba un oscuro pasado lleno de esclavitud.

WantedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora